Neuroderechos: qué son y por qué necesitamos protegerlos ante las neurotecnologías

A través de las neurotecnologías se pueden inducir pensamientos, crear sensaciones o ideas o insertar otras nuevas, alterando la propia mente. Por eso, y más motivos es necesario proteger los neuroderechos
Por Beatriz Portinari 3 de junio de 2024
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El cerebro tiene cada vez menos secretos. La neurociencia trabaja para fabricar dispositivos capaces de descifrar la información de nuestras neuronas, amplificar nuestros sentidos o modificar nuestros recuerdos. Estos avances pueden tener un papel muy importante en nuestra salud, pero también ponen en jaque nuestra privacidad mental.

En los últimos años, los avances en neurotecnología en combinación con algoritmos de inteligencia artificial (IA), internet de los cuerpos (IOB), sensórica, aprendizaje automático y profundo, nanomateriales y la creación de redes neuronales artificiales han permitido innovaciones médicas que parecen sacadas de películas de ciencia ficción. Pacientes que recuperan la movilidad gracias a exoesqueletos o sillas de ruedas motorizadas controladas por la mente, o aquellos que han perdido la capacidad del habla y vuelven a comunicarse gracias a implantes cerebrales.

Por una parte, el beneficio médico es evidente, pero, por otra, cada vez son más los neurocientíficos, juristas, biotecnólogos y expertos en inteligencia artificial que señalan la urgencia de crear, proteger y legislar sobre un concepto innovador: los neuroderechos.

¿Qué son los neuroderechos?

“Son el conjunto de derechos que trata de proteger los datos procedentes de las interfaces cerebro-ordenador (sistemas que establecen la comunicación directa entre las neuronas y una computadora). Una vez que las neurotecnologías saben cómo funciona el cerebro por razones de carácter terapéutico, como el tratamiento del alzhéimer, depresión o párkinson, cabe la posibilidad de que se utilice para otras finalidades no tan terapéuticas”, advierte Tomás de la Quadra-Salcedo, catedrático emérito de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid y coordinador del grupo de expertos que contribuyeron a la elaboración de la Carta de Derechos Digitales de España de 2021.

“A través de las neurotecnologías y la interfaz cerebro-ordenador, se puede llegar a conocer y descifrar las ideas, los pensamientos, los deseos o el subconsciente de la persona. Se pueden registrar los datos eléctricos y saber qué significan, pero también se pueden inducir esos mismos pensamientos, creando sensaciones o ideas o insertando otras, alterando la propia mente. Es uno de los motivos por los que hay que proteger los neuroderechos”, añade.

Posibilidades de ciencia ficción

En 2017, un grupo de investigadores, neurocientíficos y expertos en bioética e inteligencia artificial, conocido como el Grupo Morningside, describió por primera vez el término que definía y defendía los derechos cerebrales ante los posibles avances de la neurotecnología e inteligencia artificial. El manifiesto inició el debate, al que se añadiría posteriormente la reflexión de que los neurodispositivos deberían avanzar hacia un riesgo mínimo, no invasivo, cuya implementación fuera más económica que los actuales procedimientos.

El problema de estos avances es que podrían permitir neuromejoras, y habrá personas que quieran ser más listas, más inteligentes. Esto plantea el dilema de crear dos especies humanas: una más lista y otra menos, lo que crea desigualdades. ¿Cómo lo resolvemos? ¿Con ayudas o subvenciones para poner el implante?”, reflexiona De la Quadra-Salcedo.

Además, estos dispositivos que podrían mejorar las capacidades cognitivas también requieren del uso de inteligencia artificial, que descifre los impulsos cerebrales o facilite información, como si fuera una “enciclopedia humana”. En ese caso, ¿qué organismo prestará ese servicio y dónde se custodiará esta información? ¿Cómo evitar los sesgos ideológicos o discriminatorios que pueden transmitir a los humanos sin darse cuenta?

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Imagen: Tara Winstead

También existe el riesgo de que gobiernos en guerra híbrida, ciberterroristas o grandes multinacionales tengan posibilidades de acceder a los pensamientos más íntimos de los ciudadanos, leer sus recuerdos e intenciones, elaborar patrones, dirigir e incluso manipular la mente de la población.

Anticiparse al problema

En opinión del catedrático, a diferencia de otros sectores en los que el Derecho ha llegado después de las circunstancias que hicieron necesaria su regulación, por primera vez se están anticipando posibles escenarios, aspectos y dispositivos que todavía no están en el mercado, ni en el día a día de los ciudadanos. “El problema es que, por una parte, estas tecnologías son indispensables y hay que avanzar en ellas. Europa se está quedando atrás respecto a Estados Unidos y China en cuanto a investigación. Pero, por otra parte, hacer una regulación que sea vinculante, cuando todavía los logros y riesgos no se pueden conocer, nos puede llevar a no saber cómo aplicarlo”, señala.

Por este motivo, en algunos países —como España, Portugal, Chile o EE. UU.— se empiezan a dar los primeros pasos para proteger la mente de los ciudadanos en el futuro a través de declaraciones de intenciones, a modo de soft laws (regulaciones suaves), en las que todavía no está claro cuáles serán los mecanismos a utilizar.

Los beneficios de la neurotecnología

Desde la empresa Neuralink de Elon Musk a la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) de Estados Unidos, más de 1.200 empresas innovadoras en neurotecnología, más de 90 grandes corporaciones y 50 inversores líderes en el sector están realizando inversiones millonarias en este ámbito, según un informe de 2021.

Más allá del riesgo de utilizar de forma poco ética la información extraída de las conexiones y patrones neuronales o la intención de “leer y escribir” sobre la mente conectada a una interfaz, el uso terapéutico de la neurotecnología también supone grandes avances para la ciencia.

✔️ Recuperación del habla

En el año 2012, Pat Bennet, ciudadana estadounidense, fue diagnosticada con esclerosis lateral amiotrófica (ELA). A la progresiva debilidad física y parálisis se unió la pérdida del habla, cuando la enfermedad le impidió mover los músculos de la laringe, lengua, labios y mandíbula para comunicarse. Diez años después, el neurocirujano Jaimie Henderson y su equipo, investigadores del Departamento de Neurocirugía de la Universidad de Stanford (EE. UU.), insertaron dos sensores en el cerebro de Bennet, creando lo que se conoce como una “interfaz intracortical cerebro-computadora” (iBCI), que es un dispositivo que permite la conexión mente-máquina para traducir los intentos de habla en palabras en el ordenador.

De esta forma, la neuroprótesis, combinada con un algoritmo de inteligencia artificial que interpreta la actividad cerebral para formular los fonemas, permite avanzar en la comunicación de pacientes que han perdido el habla.

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Imagen: Google DeepMind

✔️ Escritura mental

El mismo equipo de científicos de la Universidad de Stanford publicó en 2021 los hallazgos de su trabajo para convertir el pensamiento de un paciente inmovilizado desde el cuello debido a una lesión medular sufrida en 2007. Mediante dos chips, con 100 electrodos cada uno, insertados en el cerebro del paciente, se consiguió crear una interfaz cerebro-computadora para registrar las señales neuronales responsables del movimiento de la mano. Estas señales, interpretadas por un algoritmo de inteligencia artificial, identificaban los movimientos de escritura que habría hecho la mano y dedos del paciente al escribir.

Los autores del estudio descubrieron que los movimientos intencionales complejos, que implican distintas velocidades de trazo y trayectorias curvas, como la escritura a mano, son más fáciles de entrenar y enseñar a la IA. Después de varias repeticiones del “pensamiento” de la escritura de letras del alfabeto en un cuaderno con un bolígrafo imaginarios, esta investigación consiguió que el software “aprendiera” a qué letra correspondía cada señal neuronal. Este dispositivo solo está permitido en investigación, porque todavía no se ha aprobado su uso comercial.

✔️ Implantes para estimular los sentidos

Las prótesis neuronales se distinguen por distintos tipos de utilidad: motoras, sensoriales, sensoriomotoras, cognitivas y redes cerebrales. Además de aquellos implantes que facilitan el movimiento de extremidades creadas en 3D o sillas de ruedas motorizadas, también pueden intervenir en los sentidos mediante estimulación eléctrica u optogenética del tejido nervioso. De esta forma, cuando se estimula eléctricamente los nervios sensoriales periféricos y áreas sensoriales del cerebro se puede recuperar sentidos perdidos.

Algunos ejemplos son el implante coclear para personas sordas o la estimulación eléctrica de la corteza visual en pacientes ciegos, que les permitiría distinguir formas y movimientos, introduciendo la percepción de pequeños puntos de luz en la corteza visual primaria.

✔️ Exoesqueletos para recuperar la movilidad

Científicos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Computación de la Universidad Atlántica de Florida (EE. UU.) han diseñado un guante robótico con inteligencia artificial, capaz de devolver las habilidades de motricidad fina a pacientes que han perdido la coordinación de sus manos por algún daño cerebral. La investigación no solo consiguió devolver la movilidad, destreza y coordinación a las manos, sino que también pudo “entrenar” al exoesqueleto creado en 3D mediante algoritmos de aprendizaje automático, para que el paciente pudiese volver a tocar el piano.

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