Ciudades Patrimonio de la Humanidad

Más que un privilegio, una responsabilidad
Por Tatiana Escárraga 4 de diciembre de 2002

España es el país del mundo en el que más ciudades han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Alcalá de Henares, Ávila, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Ibiza, La Laguna (Tenerife), Salamanca, Santiago de Compostela, Segovia y Toledo ostentan este título. Más que un privilegio supone una responsabilidad, sobre todo respecto a la conservación de los bienes de valor histórico y cultural. ¿Cómo se entra en la selecta lista de los Bienes Patrimonio de la Humanidad? La Unesco exige que quien aspire a este reconocimiento constituya un logro artístico único o que sea un testimonio “por lo menos excepcional” de una civilización ya desaparecida.

Proteger el legado

La Historia, como bien recuerda la Asociación de Ciudades Patrimonio de España (que agrupa a las once ciudades de este país que poseen el título de Patrimonio Cultural), dice que en 1960 la construcción de la presa de Asuan, en Egipto, puso en peligro los impresionantes monumentos de la región de Nubia. Ante tan grave riesgo la comunidad internacional levantó la voz para evitar el desastre. El 8 de marzo de aquel año, el entonces Director General de la Unesco, Rene Maheu, hizo un llamamiento al mundo para proteger el legado y para advertir que su desaparición supondría no sólo una terrible pérdida para Egipto y su vecino Sudán, sino para la humanidad entera. La decisión de Maheu se convirtió en el primer paso para, varios años después, crear un comité mundial que vigilara y protegiera los lugares del planeta considerados de valor universal excepcional.

La Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, en su reunión del 17 al 21 de noviembre de 1972 celebrada en París, estableció que podrán aspirar a este título “los conjuntos, grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”. Para que un monumento, conjunto o lugar pueda ser incluido en la lista de Patrimonio Mundial, debe, entre otras cosas, reunir los siguientes requisitos. Así figura en la página web (www.ciudadespatrimonio.org) de la Asociación de Ciudades Patrimonio de España. Estos son algunos de ellos:

  • Es necesario “constituir un logro artístico único o ser una obra maestra del genio creador”.
  • Se requiere “haber ejercido una influencia considerable durante un periodo determinado de la historia o dentro de un área cultural del mundo, sobre la evolución de la arquitectura, las artes monumentales o el planteamiento urbano y paisajístico”.
  • Es preciso “ser y aportar un testimonio único o por lo menos excepcional, de una civilización desaparecida”.
  • “Representar un ejemplo eminente de una estructura que ilustre un período representativo de la historia”.
  • “Ser un ejemplo excepcional de un asentamiento humano tradicional. Éste debe ser representativo de una cultura ahora vulnerable por el impacto de un cambio irreversible”.
  • Aparece como obligatorio “estar directa y perceptiblemente asociado con sucesos, ideas o creencias de importancia universal excepcional”.
  • “Como factor adicional, será también tenido en cuenta que el estado de preservación del bien debe ser evaluado y comparado con el estado de otros bienes semejantes del mismo periodo”.

Se pide apoyo económico

La declaración de una ciudad como Patrimonio convierte a este espacio en un legado para la Humanidad y obliga al país al que pertenece a incrementar el presupuesto con el fin de conseguir su protección y defensa. Bajo esta premisa, los representantes de las once ciudades españolas incluidas en la lista de la Unesco han reclamado “más apoyo económico y sensibilidad”, tanto de las administraciones autonómicas como del Gobierno central, para salvaguardar sus bienes. La alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, que ejerce como presidenta de esta asociación nacida en 1993, ha descartado la posibilidad de crear un organismo estatal supervisor de las actuaciones urbanísticas en las zonas protegidas. Los representantes de la Asociación de Ciudades Patrimonio reivindican su papel de ejecutores de las rehabilitaciones necesarias de sus zonas consideradas de interés.

Ávila, Cáceres, Salamanca, Santiago de Compostela, Segovia y Toledo fueron las pioneras en la creación de un organismo que desde España vigilase la conservación de los bienes declarados Patrimonio por la Unesco. Con el paso de los años la Asociación de Ciudades Patrimonio de España ha crecido hasta tener once miembros. Su fin principal es llevar a cabo proyectos comunes, estudiar soluciones a problemas similares y promover medidas sociales y turísticas conjuntas.

En reciente cita de la asociación, el pasado 13 de noviembre en Segovia, no sólo salió a relucir la necesidad de apoyos económicos por parte de las autonomías y del Estado, sino también las dificultades que a juicio de la Asociación presentan algunos cascos antiguos para el acceso de las personas con discapacidad. El grupo también estudia una reforma de sus estatutos.

Una de las ventajas que supone la calificación de una ciudad como Patrimonio es su reflejo en la promoción turística. En España el grupo de los once considera que las visitas han crecido “de forma espectacular”, si bien reconocen que es “muy complicado” saber en qué porcentaje los turistas que llegan a sus ciudades lo hacen motivados por la labor que lleva a cabo la organización o si obedece a otros factores.

Más obligaciones que el resto de las ciudades

Desde el punto de vista legal y “real”, ser una Ciudad Patrimonio, según explica Luis Suárez Machota, concejal de cultura del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, no supone ningún cambio. “Tenemos los mismos impuestos y más obligaciones porque la Unesco nos vigila. No se pueden hacer chapuzas urbanísticas”, señala. Esta localidad de la Comunidad de Madrid obtuvo el título de Patrimonio Mundial después de un largo e intenso proceso, fruto de una propuesta de Izquierda Unida rechazada en principio y reconocida de forma unánime después. Alcalá de Henares, según recuerda su concejal de cultura, obtuvo el reconocimiento el 2 de diciembre de 1998 en Japón. El camino para llegar allí había comenzado en 1996, cuando el entonces alcalde anunció que solicitaría de la Unesco la declaración como Patrimonio de la Humanidad.

A partir de ese momento se abrió un expediente en el que se incluyeron todas las actuaciones que hasta ese momento se habían llevado a cabo para revitalizar el centro histórico de esta localidad madrileña. El expediente llegó después a manos de Icomos, un consejo técnico y organización no gubernamental que emite los dictámenes sobre las ciudades que solicitan su ingreso en la selecta lista de bienes de la humanidad. El respaldo de esta comisión, así como del Gobierno regional, del estatal y de expertos, sumado al masivo apoyo de sus habitantes, fueron factores decisivos para el nombramiento.

En términos generales, el proceso que siguió Alcalá de Henares es el que se aplica en todos los casos. Es decir, una ciudad solicita la declaración, abre un expediente en el que demuestra que reúne los requisitos necesarios y solicita la aprobación del consejo técnico. Después, debe convencer a los representantes de los 20 países que conforman el comité ejecutivo de la Unesco, según el concejal Suárez. “Para Alcalá de Henares el título significó un cambio cualitativo porque consolida una imagen pública. Es un marchamo, una calificación de calidad que, entre otras cosas, incrementa el turismo”, señala Suárez. “El reconocimiento de la Unesco nos ha reportado unas ayudas de 600.000 euros por parte de la Comunidad de Madrid. Pero para nosotros eso no es nada. En otras ciudades como Toledo, el Ministerio de Fomento y la Comunidad de Castilla La Mancha aportan cantidades muy superiores”, añade.

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