La denominada hipoteca inversa recibió soporte legal el año pasado a través de la reforma hipotecaria. Sin embargo, esta fórmula, ideada para que mayores de 65 años y los dependientes con casa propia pudieran complementar sus pensiones, no ha convencido a casi nadie. Según los registradores de la propiedad, estos contratos se pueden hoy contar «con los dedos de una mano», y los bancos reconocen que «aún falta desarrollo legal» y que los jubilados «siguen considerando su vivienda como el principal legado para sus hijos».
Los mayores se lo piensan mucho antes de hipotecar su casa para sacarle una renta que eleve su pensión. Hasta ahora, las hipotecas inversas son «testimoniales», destaca Eugenio Rodríguez Cepeda, decano del Colegio de Registradores. Las entidades financieras las ofrecen ya de forma más o menos habitual, con un coste eso sí del 5% ó 6%.
El temor a suscribir este tipo de créditos se debe a los elevados tipos de interés que hay actualmente y, sobre todo, a la crisis que vive el mercado inmobiliario. Ante la evolución a la baja de los precios de la vivienda, bancos y cajas se ven obligados a encarecer un producto que no saben realmente cómo funcionará. En principio, el contrato implica que el propietario pacta una renta mensual (o pagadera de una sola vez) por su casa para que cuando él muera sus herederos paguen directamente o vendan la casa para saldar la deuda.
Las entidades financieras reconocen que la incertidumbre sobre el deceso del beneficiario complica la operación. Para solventar este inconveniente, algunas incluyen un seguro de rentas -que añade costes al producto- por si el cliente «sobrevive» al tiempo concertado.
Fuentes financieras aseguran que ante la crisis del sector, muchos de los que se acercan a su banco o caja para interesarse por la hipoteca inversa se echan para atrás al ver que, entre una cosa y otra, al final sólo se les entrega entre un 30% y un 40% del valor del piso.
