Comer por placer

Comer es un placer saludable, salvo cuando se busca el gozo con la comida en compensación a emociones negativas, como la tristeza o la ansiedad
Por Maite Zudaire 6 de abril de 2011
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Imagen: Melanie

Algunas personas sienten añoranza por los placeres de una buena mesa o por un alimento cuyo consumo les evoca sensaciones gratificantes, buenos recuerdos o momentos inolvidables de tranquilidad y confort. Cuando se desea tener un detalle con alguien querido, la invitación a una comida especial, el regalo de un alimento o la receta preferida se recibe con tremenda gratitud, al apreciarse un gran valor emocional. Comer bien y lo que gusta a cada uno proporciona uno de los mayores placeres, pero el objetivo que se ha de perseguir es que el placer y el cuidado de la salud vayan de la mano. Un alto porcentaje de personas buscan el primero como un modo de compensar emociones negativas, ya sea la soledad, la tristeza, la culpa o la ansiedad.

La comida y las emociones

El psicólogo Ricardo Ros insiste en que es fundamental diferenciar entre los deseos y el mundo real. Según Ros, cuando una persona no es capaz de distinguir entre sus deseos y sus necesidades de alimentación, se entra en un mundo de fantasías que puede favorecer una alimentación poco sana. El aprendizaje familiar desempeña un papel muy importante en el uso y función de la comida como anestésico de las emociones. Así lo plasma en un documento científico la nutricionista mexicana Yolanda Vélez de León. La especialista recuerda que una serie de mensajes o asociaciones relacionados con la comida en el núcleo familiar empujan a comer de la manera que se hace porque así se ha aprendido. También porque el consumo de determinados alimentos genera un gran placer, tanto por el gusto propio de la receta como por el vínculo de la preparación con emociones positivas. Estos mensajes o asociaciones emocionales los resume en los siguientes puntos:

  • Tranquilizar y confortar con alimentos: después de un dolor físico, de una situación traumática, de un desengaño…
  • Premiar una conducta, un comportamiento o la consecución de algo: dejar comer cierto alimento como premio.
  • Castigo: no dar un determinado alimento como castigo por haber hecho algo.
  • Chantajear o inducir culpa: en relación a algún alimento que la persona no quiere comer («si no lo comes no aprecias mi trabajo», «con el hambre que hay en el mundo…»).
  • Como prueba de amor: se expresa de una manera sentimental, como es la preocupación de los padres por la alimentación de su hijo, o con algo material que se entrega a la persona querida, como un alimento que se regala (bombones, chocolates, etc.).
  • Alentar el hecho de comer de más: con mensajes tales como «los niños gorditos son más sanos» o «te vas a hacer más grande y fuerte».
  • Esconder las características de una persona: «si comes bien, eres un buen niño».

Saciedad vinculada al placer

Ante tales certezas, se puede concluir que no solo se come por hambre y por necesidad biológica, sino que comer es un placer y hay que vivirlo de manera consciente y con disfrute en cada momento. Es más, la expresión «saciedad hedónica» representa cómo el placer y el gusto por los alimentos influyen en el grado de satisfacción y hartazgo de una comida, más incluso que las características bromatológicas y culinarias del propio alimento. De igual modo, otros factores como la cultura, la gastronomía y lo aprendido intervienen en la sensación de saciedad.

Comer en pequeñas porciones y saborear cada bocado proporciona una mayor sensación de saciedad

Cuando la persona come el alimento que más le gusta y desea, se sacia antes que cuando ingiere «lo que debe». Se ha demostrado que ante una oferta variada de alimentos compuesta por un pastel delicioso y alternativas más sanas, como una macedonia de frutas, optar por esta última porque tiene menos calorías no proporciona saciedad a la persona, quien además no deja de pensar en el pastel. En efecto, a menudo se come también la porción de pastel preferido, de modo que se ingieren más calorías que si se hubiera atendido desde el principio el deseo de comer lo que más gusta. Comer en pequeñas porciones, saborear y apreciar con gusto cada bocado, además de asociarse como un valor emocional enorme, proporciona una mayor sensación de saciedad.

Una vez más y desde una perspectiva diferente, se llega a la conclusión de lo importante que es disfrutar del placer que proporciona la comida, siempre sin perder de vista el hecho de comer con sentido y con mesura. Está de sobra documentado que seguir una dieta estricta o privar de un alimento en particular aumenta el ansia y el deseo continuo por la comida.

PLACER AL VER EL ALIMENTO PREFERIDO

El mero hecho de ver un alimento que se consume por capricho acentúa el deseo de comerlo

Un experimento dirigido por el doctor Brian Wansink, reputado experto en marketing nutricional y psicología del comportamiento, sirvió para evaluar el consumo de bombones de chocolate de acuerdo a su ubicación: en un lugar visible y conveniente o en un sitio cercano desde el cual no se veía el contenido. Los autores probaron que las participantes (todas ellas mujeres) comieron con gusto y a placer una media de 5,6 bombones más al día cuando estos se colocaron en sus escritorios y a la vista, que cuando tenían que desplazarse a por ellos.

La visibilidad de los alimentos que se consumen por capricho acentúa el deseo de comerlos, al sentir placer tras hacerlo, y provoca un mayor consumo. El placer por comer y la influencia en las elecciones alimentarias de los sentidos (la vista, el olfato, el gusto, el tacto) y el entorno son condiciones que afectan al comportamiento alimentario y están bien documentadas por expertos como el doctor Wansink.

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