Cuando se come lo incomestible

La pica es un trastorno del comportamiento alimentario que se caracteriza por el impulso de comer cosas no comestibles como tierra, arcilla o papel
Por Mercè Fernández 20 de diciembre de 2006

Es sabido que las mujeres embarazadas tienen una percepción más agudizada o, al menos, inusual, de los sabores y las texturas, y pueden tener apetencias inusuales en lo que respecta a la alimentación. Lo que ya no es tan conocido -aunque se trata de un fenómeno relativamente extendido en algunos países y grupos sociales- es que las embarazadas son uno de los grupos en los que más a menudo se detecta la pica, un trastorno del comportamiento alimentario caracterizado por el impulso de comer cosas que no son comestibles, como tierra, arcilla, papel, escarcha del congelador o cenizas.

¿Bajo qué circunstancias aparece este trastorno? Se han hallado evidencias de pica y de geofagia (el consumo de tierras y arcillas) en Latinoamérica y en África, pero también en un país desarrollado como EEUU, así que se ha asumido que la pica tiene una mayor prevalencia entre las embarazadas en general. Ahora, un grupo del Centro de Epidemiología danés del Statens Serum Institut en Copenhague acaba de publicar, en la revista Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica, los resultados de un estudio de una cohorte de 100.000 mujeres.

Los resultados parecen indicar que la pica no es habitual en mujeres embarazadas de «poblaciones privilegiadas», según definición de los propios investigadores. A las mujeres se les pidió que respondieran a un cuestionario sobre alimentación que incorporaba preguntas sobre la pica. El 70% de las participantes respondieron al cuestionario y, de ellas, sólo 14 declararon haber comido sustancias no comestibles. Según los resultados, dicen los investigadores, «la pica en poblaciones privilegiadas es más un mito que una realidad».

Déficit de micronutrientes

Se cree que en algunos países el consumo de tierras juega un papel como antidiarreico o que ayuda a evitar las nauseas de las mujeres gestantes

La forma más conocida de pica es la geofagia, el consumo de tierra, arcilla o fangos y no es precisamente una costumbre extraña en algunas zonas de África y en el sur de EEUU. Incluso en algunos lugares se puede comprar arcilla para su consumo. Un trabajo publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition mostraba, en 1979, la incidencia de geofagia en zonas rurales de Mississipi. Los autores localizaron los 25 lugares de los cuales la población extraía la arcilla, y contabilizaron que hasta un 57% de las mujeres y un 16% de los niños de ambos sexos tomaban arcilla, pero en ningún caso varones adultos y adolescentes. Según aquel trabajo, no se halló correlación entre geofagia y hambre, anemia o problemas de parásitos en los intestinos -uno de los problemas consecuencia de la geofagia, si se consumen tierras con larvas, es precisamente los parásitos.

Se cree que en algunos países el consumo de tierras juega un papel como antidiarreico o que ayuda a evitar las nauseas de las mujeres gestantes. Otra de las hipótesis más extendidas que explicarían la pica y, muy especialmente, la geofagia, sería el déficit de algunos oligoelementos como hierro, zinc o vitaminas en el organismo. En esa línea, algunos trabajos han hallado que las mujeres que practican geofagia presentan bajos niveles de hemoglobina. Otra cosa es si el consumo de tierra, rica en minerales, puede suplementar esa carencia, se queda en un simple intento o es, en realidad, la causa del déficit. Eso es lo que se preguntaron un equipo de la Universidad de Kingston (Reino Unido). Generalmente, explicaban los autores, se asume que la geofagia puede suplementar los nutrientes minerales y que, por tanto, no debe disuadirse de practicarla, especialmente en las comunidades de subsistencia.

«Esta hipótesis se basa en la asunción de que una larga proporción de los nutrientes minerales en los materiales geofágicos son potencialmente disponibles para su absorción por el cuerpo humano». Pero ¿realmente son absorbidos por el cuerpo? Para probarlo, los investigadores idearon un experimento. Cogieron cinco muestras de tierras diferentes, recogidas en zonas donde la geofagia es prevalente, y las sometieron a un ensayo en laboratorio que simula el proceso gastrointestinal de absorción. Los resultados, publicados en 2004 en la revista Science of the Total Environment, mostraban que a pesar de que las tierras eran ricas en minerales, el proceso no sólo no absorbía esos minerales sino que dificultaba la absorción de otros micronutrientes presentes, especialmente hierro, zinc y cobre.

Falta de serotonina

Otra hipótesis para explicar la geofagia y la pica sería la falta del neurotransmisor serotonina o de su precursor, el triptofano. «En situación de esfuerzo fisiológico excesivo, como sería el embarazo, o en situaciones de deficiencias de vitaminas o oligoelementos, pueden manifestarse comportamientos extraños», explica Gregorio Gómez-Jarabo, profesor de psicobiología en la Universidad Autónoma de Madrid. Eso puede llevar a casos de pica tan extremos como el llegar a comer «tiza o colillas», pero lo normal, apunta este experto, es que se opte por comer otros productos, como chocolate. Eso sí, siempre se trataría de un impulso, no de una decisión preconcebida: una persona no suele ser consciente de sus niveles de serotonina. De cualquier forma, un trastorno emocional subyacente o un gran estrés ante excesivas responsabilidades podrían ser, señala este experto, situaciones proclives a la aparición de la pica, junto al déficit de serotonina o triptofano.

El trabajo del Centro de Epidemiología danés del Statens Serum Institut en Copenhague, que muestra que la pica entre mujeres embarazadas bien alimentadas es un mito, no sería contradictorio con la idea. Gómez-Jarabo señala que es en condiciones donde la nutrición no es adecuada que se pueden dar los déficits que podrían estar en la base de la aparición del trastorno.

COMERSE LAS PAREDES

Cuando Nuria Tobar era pequeña se comía, tal como explica ella, las paredes de su casa. Hasta algo más de los seis años, esta joven que ahora está en su treintena, pegaba el rostro a las diferentes paredes del que entonces era su hogar y, explica, «como tenía los dientes incisivos bastante largos iba dando dentelladas a la pared, sobre la cual iba dejando numerosos agujeros». El comportamiento, para el cual no ha encontrado explicación, desapareció sin intermediación de ningún especialista. ¿Se trataba de un caso de pica? Ella lo rememora e interpreta a su modo: «creo que era una necesidad imperante de calcio».

Hallar una explicación a la pica no parece algo fácil, habida cuenta de la gran mezcla de factores culturales y biológicos que pueden estar implicados. La pica toma su nombre del nombre en latín de la urraca (Pica pica), un ave con hábitos alimentarios muy amplios. Hablar de pica es hablar del consumo de cosas tan poco comestibles como fósforos quemados, cabello, polvo, hielo, escarcha del frigorífico, cenizas, tierra o arcillas. Un trabajo de la Universidad de California, publicado en el año 2000 y que tenía como investigador principal a Dennis Mull, recogía las opiniones de mujeres embarazadas en EEUU, de origen mejicano, que decían sentir y disfrutar las texturas y olor de la arcilla, el polvo o piedras.

El problema de no controlar estas apetencias inusuales, advertían los investigadores, es que en función de la naturaleza de la sustancia, pueden darse consecuencias negativas tanto para la madre como para el feto, que puede tener problemas al nacer, presentar malnutrición o estar expuesto a contaminantes como el plomo, herbicidas o pesticidas.

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