Los deberes

Aunque ayudan a adquirir hábitos de trabajo y a consolidar conocimientos, si son muy cuantiosos llegan a agobiar incluso a la familia
Por Clara Fraile 19 de enero de 2005

La mayoría de las familias están de acuerdo con que sus hijos lleven a casa deberes escolares, entienden que de esta manera los alumnos tienen la oportunidad de consolidar y poner en práctica los contenidos que se han explicado en clase, además de adquirir un hábito de trabajo que los adultos relacionan con una buena posición social, económica y personal para ellos en el futuro. No obstante, progenitores y estudiantes se quejan de la cantidad de deberes, mientras se preguntan si han de ser un complemento indispensable y si hay que ayudar siempre a los niños a desarrollar estas actividades. Por otro lado, es coincidente la opinión de que los alumnos han de disponer de un tiempo diario para la lectura, los juegos y la convivencia con sus padres y hermanos.

Justificación didáctica

En la década de los 90, el Ministerio de Educación emitió un texto en el que se recomendaba, siguiendo la estela de otros países europeos, la desaparición de los deberes en España. Hoy, una gran mayoría de docentes, padres y orientadores está de acuerdo en la conveniencia de que los centros escolares “manden tareas para casa”, tal y como hacen en la práctica a partir de los primeros cursos de Primaria.

No obstante, conviene matizar esta “unanimidad”. Es cierto que, “en general, la mayoría de las familias están de acuerdo con los deberes escolares”. Ésta es una de las principales conclusiones de la investigación que llevó a cabo la catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Alcalá Pilar Lacasa sobre los trabajos fuera del horario lectivo. Esta postura – según se extrae del estudio- tiene sus raíces en la idea de que estas experiencias educativas “facilitan la adquisición de conocimientos y destrezas, logrando así en un futuro no lejano una mejora en la posición social, económica y personal”.

También es verdad que para los profesionales de la enseñanza los deberes para casa tienen una “justificación didáctica”, en palabras del inspector de Educación Arturo Ramo. La razón de ser de estas tareas se encuentra en las funciones que se les atribuye, cuyo peso específico tiene mayor o menor importancia dependiendo de la edad y las materias a las que nos refiramos:

  • Consolidar lo que se ha aprendido en clase, ya que el desarrollo de estas actividades sirve para repasar, recordar o afianzar los conocimientos.
  • Poner en práctica lo enseñado en la escuela.
  • Posibilitar que algunos niños acaben los ejercicios que no han tenido tiempo de terminar en el aula.
  • Convertirse en un instrumento eficaz de carácter formativo dirigido a crear un hábito de trabajo. Éste factor es muy importante cuando los niños son pequeños.

Los problemas suelen surgir por la cantidad e irregularidad de los deberes. Esto se debe a la descoordinación de los profesores, según Jesús Ramírez, coordinador de la sección de Educación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y miembro del consejo de redacción de la revista “Psicología Educativa”. La solución consiste simplemente en “combinar días con materias”. Por ejemplo, lunes y miércoles, lengua y matemáticas etc.

Hábito de trabajo

“Poquito a poco y sin agobiar se intenta crear, desde que los niños son pequeños, un hábito de trabajo”, explica Carmen Cosano, maestra en el colegio concertado Cervantes de Córdoba y licenciada en Psicopedagogía. Luego en el aula el profesor advierte “enseguida”, y a la hora de emprender cualquier tarea, cuales son los escolares que “saben organizarse” y cuales no, comenta esta profesora que participó en el estudio dirigido por Pilar Lacasa.

El tiempo que los niños han de invertir en hacer deberes depende normalmente de su edad y de su capacidad. En los primeros cursos se pretende sólo que repasen las letras y la duración de los ejercicios es inferior a media hora. Cuando se avanza en los estudios las tareas pueden llevar a los alumnos entre una hora y hora y media diarias. Por otro lado, es coincidente la opinión de que los alumnos han de tener un tiempo diario para la lectura, los juegos y la convivencia con sus hermanos y padres.

En cuanto a los fines de semana, tanto la maestra cordobesa como Jesús Ramírez consideran que también es bueno dedicar un rato a las labores escolares. Sin imposiciones, lo mismo que en vacaciones, para que los chicos no desconecten del todo. “Pero estamos cansados de hablar con madres y padres que dicen que su hijo o hija se pasa horas delante de los libros y no acaba los deberes”, admite Cosano. Para que esto no suceda, entre los consejos que docentes y psicopedagogos dan a padres y alumnos están los siguientes:

  • Es aconsejable ir creando un clima de colaboración entre los niños y los adultos. Por ejemplo, los padres pueden encargar a los niños hacer la lista de la compra u otras tareas sencillas para que vayan asumiendo algunas pequeñas responsabilidades. Por su parte los mayores ayudarán a los niños en los deberes, pero nunca les “suplantarán”. Esto conlleva una enseñanza implícita que ayuda al niño en la integración dentro de su grupo social y de la propia familia.
  • Es muy importante inculcar desde el hogar el afán de aprender e impulsar los hábitos de lectura y escritura. Porque, como en el punto anterior, los niños no sólo aprenden lo que se les enseña expresamente, sino todo aquello que ven. La mayor de las motivaciones es que quieran estudiar.
  • En el aspecto más práctico, conviene reservar un lugar adecuado para hacer los deberes en casa. Tener un lugar fijo de estudio facilita la concentración, ya que se asocia a la actividad de estudio.
  • Merece la pena distribuir y limitar el tiempo de los niños con cierta rutina, desde que llegan del colegio hasta que se acuestan. No sólo tiene que haber una hora para que hagan los deberes -que ha de respetarse- sino que además les tiene que quedar tiempo para la convivencia familiar y el ocio.
  • Y a la hora de emprender las tareas, se recomienda dedicarles el tiempo preciso y empezar por la asignatura más difícil. Para llevarlas a cabo merece la pena aprender técnicas básicas de estudio como la lectura comprensiva, el subrayado, los esquemas etc., y también valorar la ejercitación adecuada de la memoria.

Acumulación de tareas

Algunos estudios, entre ellos el que presentó Lacasa en la Universidad de Córdoba, aseguran que desde el punto de vista de los niños los deberes revisten características muy negativas. Para comprender el porqué, la psicóloga especializada en infancia y adolescencia Isabel Méndez pide especialmente a los profesores que enseñan en los últimos cursos de la ESO- cuando ya hay un docente para cada una de las 12 asignaturas- “que piensen cómo se sentirían si fueran alumnos, que se den cuenta de que son muchos y que si un día ha habido siete clases y todos mandan ‘tres problemas’, el estudiante se junta con demasiado trabajo al finalizar el día”.

Y es que la “virtud” de los deberes puede convertirse en su peor defecto si el volumen del trabajo en horario no lectivo sobrepasa la capacidad, en el más amplio sentido de la palabra, del alumno. Carmen Cosano también está de acuerdo en que “todo ha de hacerse en su justa medida, porque tampoco se trata de que los chicos terminen la semana odiando el colegio”.

Menéndez considera apropiado adquirir cierto hábito de estudio. “Aprovechar bien el tiempo y saber centrarse es fundamental -añade- sobre todo de cara a los ciclos más avanzados y a la universidad”. Pero esta psicopedagoga cree que la mayoría de las veces la cantidad de los deberes es excesiva. Para ella una hora o más de tareas tras la escuela ‘es una barbaridad’. “Hay que tener en cuenta que los niños salen de casa a las 8 de la mañana y regresan sobre las 6 de la tarde tras realizar un montón de horas de trabajo intelectual. Más de las que seríamos capaces de desarrollar los mayores”, subraya.

Por otro lado, a Isabel Menéndez le llama la atención el sistema docente actual. Según ella, a los escolares “las fichas se les dan casi hechas, no se les pide el esfuerzo de memorizar, ni se les manda redactar o se deja espacio para la creatividad. Todo se basa en la acumulación de muchas y muy diversas tareas a las que, debido a la fuerte competitividad de la sociedad, hay que sumar otras actividades extraescolares”.

El papel de los padres

Después de analizar cómo interactuaban 100 núcleos familiares de varios puntos de España, la investigadora Pilar Lacasa recuerda desde una perspectiva cualitativa que las tareas escolares “agobian enormemente a las familias y obligan, sobre todo a las madres – en un 43% de los casos son ellas quienes acompañan a los niños-, a tomar un papel de maestras para el que no se sienten preparadas”.

Esta catedrática considera que los deberes representan otro punto de ruptura más entre los padres y la escuela, cuando debieran propiciar un vínculo mayor entre colegio y familia. Pide a los profesores que informen a los progenitores sobre cuáles son los objetivos didácticos de las tareas que se mandan para casa “si quieren que se involucren en la enseñanza”.

Numerosos psicólogos infantiles achacan un alto porcentaje del fracaso escolar a la poca implicación de los adultos en la educación que los niños reciben en los colegios. España es el segundo país con mayor índice de fracaso escolar de la Unión Europea, sólo superado por Portugal, tal y como señala un estudio comparativo realizado por Eurostat.

“El papel de los padres puede ser muy importante, aunque no es necesario que sepan trigonometría u otros contenidos. Su labor será interesarse por la vida escolar del hijo, por comentar las tareas de la agenda escolar, ayudar a planificarlas y estimularle a su terminación”, defiende Arturo Ramo.

Tras 26 años trabando con niños y adolescentes en Gijón, la psicóloga Isabel Menéndez asegura que “la hiperexigencia escolar, o bien paterna, provoca estrés infantil, que se encuentra en la base de muchas de las depresiones”. Niños que podrían aprobar con notas medianas se dan cuenta de que no llegan. “Esto puede desembocar en un fracaso escolar estrepitoso, de esos que suspenden de repente 8 asignaturas. Tanta presión puede llegar a mermar su autoestima -añade- y los padres tienen que saber que para que les cunda el tiempo de estudio es importante sentarse con ellos, charlar… En definitiva, ayudarles a ser felices”, explica.

La investigación realizada por Pilar Lacasa revelaba que el 35% de estos jóvenes hacen solos las tareas escolares, lo que supone para ellos, a su juicio, una “gran desventaja respecto a sus compañeros”. Por ello, desde varios ámbitos se pide a los profesores que no presupongan que los niños siempre van a estar ayudados por una persona mayor. “Deben entender que si los chicos traen a casa los ejercicios que no han sido capaces de hacer en clase, difícilmente alguien de casa va a explicárselos mejor que el propio maestro”, advierte la catedrática.

Por su parte, el psicólogo Jesús Ramírez, profesor también del centro concertado Fuente la Reina de Madrid, está a favor de que los niños hagan ellos solos los deberes. “Así se fomenta el hecho de que sean capaces de hacerlos por sí mismos. Si no entienden algo lo deben dejar para preguntárselo al profesor al día siguiente. De paso- añade el experto- irán superando el miedo que tienen a preguntar”.

Las fuentes consultadas consideran que a pesar de estar demostradas las bondades de los deberes, se podrían señalar algunos consejos a los profesores sobre la elección y corrección de los mismos:

  • Deben ser ejercicios prácticos del contenido de la clase. En ocasiones pueden consistir en terminar las tareas del día y otras veces en tareas nuevas.
  • Es recomendable huir de la rutina y los ejercicios repetitivos poco significativos. Los videojuegos y las nuevas tecnologías dan muy buenos resultados. Es importante que los chicos aprendan a esforzarse pero también puede facilitárseles el trabajo haciéndoles las cosas más atractivas.
  • La duración aproximada depende de la capacidad intelectual, de trabajo y concentración de cada niño. Para Arturo Ramo podría ser en los primeros cursos de Primaria (6 años) de media hora y de una hora en los últimos (11 años). En educación Secundaria la duración oscilaría entre una hora y cuarto en primero (12 años) a dos horas en cuarto (15 años).
  • La cantidad de tareas debe ser coordinada por el tutor siempre que sean varios los profesores especialistas los que manden tareas para casa. Así se puede evitar que unos días se manden pocos deberes y que otros se acumulen excesivamente, provocando el agobio de alumnos y padres.
  • Puede ser útil el uso de una agenda escolar donde el alumno vaya anotando las tareas y los padres puedan controlar y ayudar a los hijos.
  • Una condición necesaria es que los deberes sean corregidos por el profesor o por los propios alumnos dirigidos por él.
  • Si el alumno no hace los deberes, el profesor debe explorar las causas de su desmotivación.
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