El deshielo de la Antártida, una amenaza mundial

En menos de dos meses tres inmensos bloques de hielo se han desprendido del continente helado
Por EROSKI Consumer 16 de mayo de 2002

La Antártida está comenzando a derretirse sin remedio. El pasado mes de marzo se hundió una parte importante de la plataforma glaciar «Larsen B», cuya formación se remonta a 12.000 años. La semana pasada, otro bloque de hielo de 75 kilómetros de largo se desgajó de la placa de Ross, al sur de Nueva Zelanda, y sin ir más lejos, el martes los científicos del Centro Nacional del Hielo de Estados Unidos anunciaron un nuevo desprendimiento de hielo de 200 kilómetros de longitud también en el Mar de Ross.

Aunque los desprendimientos de témpanos son, en sí mismos, un proceso natural de renovación, el tamaño y la frecuencia de la producción de icebergs -algunos del tamaño de grandes ciudades- es alarmante, según los científicos, que responsabilizan de este fenómeno al calentamiento global.

La creación de icebergs es una amenaza para el clima mundial y la forma en que funcionan los océanos, además no tiene vuelta atrás. El miedo que tienen los científicos es que este efecto conduzca a la desintegración de la amplia zona occidental de la Antártida. «El desprendimiento de la «Larsen B» nos dijo que esto no es una teoría, sino que es real, puede producirse un rápido e impresionante desplome de hielo», dice Neal Young, experto en glaciares del Centro Antártico de Investigación Cooperativa (CRC) en Hobart, Australia.

La pérdida de masas de hielo del continente Antártico ocasionaría un aumento significativo en el nivel del mar provocando, a la vez la desaparición de miles de poblaciones que se encuentran a pocos metros sobre la línea de marea. Esto tendría consecuencias devastadoras para aquellos países compuestos por islas o los que, estando en territorio continental, cuentan con grandes extensiones de tierras bajas en sus zonas costeras. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) vaticinó en uno de sus último informes que ciudades como Nueva York, Boston o Miami podrían llegar a sufrir inundaciones de sus costas por el aumento del nivel del mar, que es de entre dos y diez centímetros cada diez años.

Las consecuencias para el ecosistema marino también son importantes. Según Bill Bud, profesor de Meteorología en el CRC, «la esperada pérdida de la mitad del hielo oceánico de la Antártida a finales de siglo tendrá un importante impacto en la naturaleza marina, puesto que han hallado que el sistema profundo de circulación de los océanos se frenará y que la Antártida producirá cantidades más pequeñas de un agua densa rica en oxígeno, amenazando la vida marina en los próximos treinta años».

Otra cuestión que también preocupa a los científicos es si la desaparición de la mitad del hielo marítimo de la Antártida recortará a la mitad el krill, unas quisquillas de 4 centímetros que son, en el Océano Glacial Antártico, más abundantes que en el resto del planeta. Los Krill son claves en el ecosistema Antártico puesto que constituyen el alimento principal de focas, pingüinos y ballenas, y necesitan el hielo para refugiarse y para alimentarse de algas.

Aunque el hombre tiene buena parte de culpa de lo que está ocurriendo en el continente helado, por las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global de la Tierra y en consecuencia el derretimiento de los polos, un reciente estudio de un equipo de investigadores de la Universidad de Maine (Estados Unidos) demostró que el retroceso de la placa de hielo del oeste de la Antártida comenzó hace unos 10.000 millones de años. Desde entonces, el proceso ha seguido avanzando de una manera constante e irrefrenable a parte de la acción del hombre.

Este equipo, dirigido por la geóloga Brenda Hall, llegó a la conclusión de que el hombre sí que es responsable del retroceso de las placas de hielo que flotan sobre el mar alrededor de la Antártida, pero no tiene nada que ver con el deshielo de los glaciares, que son masas de hielo sustentadas sobre tierra firme y que representan la mayoría de agua que hay en el citado continente.

Hall y su equipo llegaron a esta conclusión datando fósiles de moluscos con carbono 14. De esta forma, pudieron descubrir cuándo los hielos comenzaron a ceder paso a los animales en diferentes puntos de la Antártida. Además, los investigadores analizaron estructuras de hielo profundo con técnicas de radar para tratar de deducir cómo habían evolucionado los glaciares en los últimos miles de años. Gracias a estos estudios descubrieron que la placa de hielo del oeste de la Antártida, más conocida como WAIS, ha retrocedido 1.300 kilómetros desde la última glaciación y que lo hizo a un ritmo constante de unos 130 metros anuales.

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