Contaminación por malos olores, un problema en aumento

La contaminación odorífera alcanza a un 25% de la población española y afecta de forma negativa a la salud
Por Alex Fernández Muerza 2 de enero de 2014
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Imagen: mcfarlandmo

La contaminación por malos olores, o contaminación odorífera, ha aumentado en los últimos años en España y afecta a un 25% de la población, según los expertos. Este problema puede provocar varios efectos negativos para la salud y, en su forma más extrema, hasta la muerte. Diversos sistemas desarrollados en los últimos años sirven para detectar y tratar de forma científica los malos olores, y poder ayudar así a las poblaciones afectadas. La legislación tiene todavía mucho que mejorar, pero se están dando pasos para que los ciudadanos puedan defenderse ante este problema. Este artículo explica que la contaminación odorífera aumenta en España, describe cómo detectar y tratar los malos olores y analiza la protección legal ante ellos.

La contaminación odorífera aumenta en España

La emisión de malos olores al entorno, o contaminación odorífera, es un problema que ha aumentado en los últimos años, en especial en países como España. Así al menos se deduce del aumento «sustancial» del número de quejas ciudadanas, destaca Raúl Muñoz, profesor del Departamento de Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad de Valladolid (UV). Según datos recopilados por este investigador, en algunas ciudades españolas como Madrid o Barcelona la contaminación por malos olores alcanzaría a un 25% de la población, mientras en Europa el porcentaje oscila entre un 13% y un 20%.

Una exposición continuada a malos olores intensos puede afectar de forma negativa a la salud
La contaminación por malos olores tiene muchas variantes, pero la proveniente de las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) se encuentra entre las más desagradables, según los expertos. Estas instalaciones, al ubicarse cada vez más cerca de las zonas residenciales como consecuencia del crecimiento de las ciudades, tienen más posibilidades de generar descontento entre los vecinos.

El impacto de la contaminación odorífera puede ser muy diverso, advierte Muñoz. Aunque no constituyen una causa directa de enfermedad, una exposición continuada a malos olores intensos puede afectar de forma negativa a la salud. Náuseas, dolores de cabeza, insomnio, pérdida del apetito, problemas respiratorios, etc. pueden ser algunos de sus resultados. No obstante, en casos extremos puede llegar a ser mortal. Es el caso de operarios que trabajen en EDAR mal ventiladas, si las emanaciones de sulfuro de hidrógeno alcanzan concentraciones excesivamente tóxicas.

La contaminación por malos olores conlleva además un importante coste económico. El investigador de la UV señala estimaciones que apuntan que las casas en una distancia inferior a una milla de una fuente intensa de malos olores pueden valer hasta un 15% menos que otra similar en una zona sin dicho problema.

Cómo detectar y tratar los malos olores

El sentido del olfato nos hace capaces a los seres humanos de distinguir cuándo algo o alguien huele de forma repulsiva. Otra cuestión es detectar de forma científica el mal olor para demostrarlo y poder actuar en consecuencia. Antonio Iglesias, presidente de la Sección Técnica de Medio Ambiente de la Asociación de Químicos de Madrid, explica que hasta no hace mucho esta cuestión planteaba un problema para determinar el verdadero impacto de una instalación industrial de la que se recibiesen quejas de población cercana. «En la medición del olor se trabaja desde hace 30 años, pero no ha sido hasta hace poco que ha tenido aplicaciones reales», señala.

En la actualidad, los expertos utilizan dos métodos diferentes:

Olfatometría dinámica. Primero se toman muestras de la atmósfera contaminada. Después se hacen respirar a un grupo de especialistas, una especie de «catadores» de olores. Los expertos evalúan la muestra en función de una norma y unas unidades de olor.

Inmisión del olor. Se mide lo percibido. Para ello se trabaja en el lugar estudiado mediante unos dispositivos adosados a la nariz para determinar el radio de acción del mal olor alrededor de la instalación.

Los métodos de tratamiento también han avanzado en los últimos años. Consisten en dos grandes grupos, según Muñoz. Por un lado, las tecnologías físico-químicas, con sistemas como lavadores químicos o filtros de adsorción. Por otro lado, las tecnologías biológicas, que han ganado importancia frente a las primeras, con sistemas como biofiltros o biolavadores. El equipo de investigación del profesor de la UV ha realizado un estudio comparativo de ambos grupos. Según sus conclusiones, «la difusión en tanques de lodos activos y los biofiltros percoladores se presentan como las más prometedoras a gran escala para los próximos años».

Protección legal compleja ante los malos olores

La defensa legal de los ciudadanos frente a emisiones de malos olores ha avanzado en países como Holanda, Alemania, Reino Unido o Japón. En España, según los especialistas en cuestiones legales del Grupo Unive, «las abundantes leyes ambientales solo hacen una breve mención y, por tanto, resulta complejo su protección jurídica, pero gracias a la jurisprudencia existente y a la cultura ambiental más reciente, dicha protección está siendo posible». Diversas sentencias han obligado a pagar importantes indemnizaciones económicas a ciudadanos afectados por malos olores por parte de instalaciones industriales.

En algunas comunidades autónomas y municipios están desarrollando legislaciones concretas. El profesor de la UV destaca a Cataluña y a municipios como Bañolas, San Vincent de Raspeig o Lliça de Vall, o el recientemente aprobado Decreto 239/2011 por el que se regula la calidad del medio ambiente atmosférico y se crea el Registro de Sistemas de Evaluación de la Calidad del Aire en Andalucía.

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