Terapia ecuestre

Montar a caballo, además de ser una práctica deportiva, es una de las terapias más beneficiosas para discapacitados físicos y psíquicos
Por Blanca Álvarez Barco 2 de junio de 2005

La práctica de ejercicios con caballos se ha consagrado como una alternativa terapéutica en el mundo desde mediados de los años 50, a raíz de la participación de una amazona afectada de poliomielitis, Liz Hartel, en los Juegos Olímpicos de Helsinki. A finales de los años 80 se comienza a utilizar en España para aplicar técnicas reeducadoras sobre personas disminuidas, inadaptadas o discapacitadas. Las características del caballo, su carácter y el modo de relacionarse con el hombre permiten, según los expertos, trabajar aspectos físicos y psicológicos con el paciente de forma única. Es un complemento a las terapias tradicionales, un tratamiento alternativo cuyos beneficios eran ya conocidos en la antigua Grecia.

En expansión desde hace más de 50 años

Los griegos aconsejaban practicar equitación para mejorar el estado anímico de los enfermos incurables. Hipócrates, en el año 460 antes de Cristo ya hablaba del “saludable trote de los caballos”, según indica Javier Alonso Zaldívar, presidente de la Asociación de Zooterapia de Extremadura. En el siglo XVII se utilizaba para combatir la gota, y en 1875 el neurólogo francés Chassiagnac descubrió que el movimiento del caballo era capaz de mejorar el equilibrio, el movimiento articular y el control muscular de sus pacientes y concluyó que montar mejoraba su estado de ánimo y era beneficioso para los pacientes con trastornos neurológicos. Su consagración como alternativa terapéutica no llegó, sin embargo, hasta mediados de los años 50, a raíz de la participación de una amazona afectada de poliomielitis, Liz Hartel, en los Juegos Olímpicos de Helsinki. Su actuación en las Olimpiadas, por la que obtuvo la Medalla de Plata en Doma Clásica, “abrió los ojos al personal médico sobre los beneficios de la monta a caballo”, comenta Sònia Romera, maestra de Educación Especial y Psicomotricista, y directora del Centro Hípico Adaptado Mas Aragó, en Tarragona. Esta terapia alternativa empezó su implantación en España a finales de los años 80 y actualmente se encuentra en expansión. En el resto de Europa (Italia, Francia, Alemania, Portugal?) es un método de gran tradición, que incluso está subvencionado por el Gobierno.

En expansión desde hace más de 50 años

¿Pero por qué utilizar el caballo y no otro animal? La respuesta, según Alonso Zaldívar, es muy sencilla: este animal ofrece el único tratamiento por medio del cual el paciente está expuesto a “movimientos de vaivén muy similares a los que realiza el cuerpo humano al caminar”. La terapia con caballos utiliza este movimiento como herramienta terapéutica, y el paciente se ve obligado a reaccionar frente a una serie de estímulos producidos por el trote del caballo. Sònia Romera explica que la principal diferencia entre la terapia asistida por caballos y la terapia asistida por otros animales, que aportan también múltiples beneficios, pero que no ofrecen la particularidad de que el paciente se pueda montar en ellos, se halla en tres principios que se dan simultáneamente a lomos de un caballo

  • La transmisión del calor corporal del cuerpo del caballo al jinete: El calor corporal del caballo es de 38ºC y una vez ejercitado puede llegar a alcanzar 38, 8ºC. Como el cuerpo del caballo genera más calor que el del ser humano podemos beneficiarnos de él como si fuera un instrumento calorífico que ayuda a relajarse y distender la musculatura espástica (excesivamente rígida).
  • La transmisión de impulsos rítmicos: El caballo transmite al cuerpo del jinete, a través de su dorso, de 90-110 impulsos rítmicos que estimulan reacciones de equilibrio y producen una agradable sensación por su efecto mecedora, lo que contribuye también al bienestar psíquico y emocional del jinete.
  • La transmisión de un patrón de locomoción similar al de la marcha humana: La biomecánica del paso del caballo es muy similar a la del ser humano. Cuando eleva los miembros posteriores por debajo del centro de gravedad, la grupa y el lado del dorso en el que el posterior está elevado descienden ostensiblemente. Esto sucede de forma alterna al paso en 4 tiempos y al trote en 2. Este movimiento se transmite a la pelvis del jinete y es como “si anduviera sentado”.

No hay una única terapia ecuestre para que un enfermo se beneficie de este movimiento, sino varias técnicas que se aplican en función de las necesidades de cada enfermo, explica Pedro Lechuga Mallo, desde la Fundación Carriegos, que cuenta con uno de estos centros hípicos adaptados en León.

¿Para quiénes está indicada este tipo de terapia?

Montserrat Quintana Sampol, fisioterapeuta y directora del centro de hipoterapia y equitación terapéutica de Osona, en Barcelona, señala que desde los dos años hasta edades avanzadas el abanico de enfermos que puede beneficiarse de la terapia ecuestre es muy amplio:

  • Discapacitados físicos: Sean neurológicos o no. Parálisis cerebral, paraplejia, espina bífida, lesiones cerebrales, esclerosis múltiple, distrofia muscular y poliomielitis.
  • Discapacitados psíquicos: Síndrome de Down, autismo, retraso mental, y psicosis.
  • Discapacitados sensoriales: Invidentes, sordos
  • Trastornos de comportamiento: Trastornos de conducta, dificultades de aprendizaje, problemas afectivos, hipoactividad, trastornos de ansiedad y fobias. Anorexia y Bulimia.
  • Inadaptados sociales: Drogadicción, delincuencia…

¿Para quiénes está indicada este tipo de terapia?

Montar a caballo regula a nivel físico el tono muscular y mejora cualquier tipo de distonía. Asimismo, mejora el equilibrio, la coordinación y facilita una correcta percepción del esquema corporal, lo que mejora la situación del tiempo y el espacio. Además, montar a caballo facilita las funciones cardiovasculares, pues se trata de una modalidad aeróbica de ejercicio muscular con baja demanda de oxígeno, convirtiéndose así en una terapia especialmente recomendable para personas discapacitadas abocadas al sedentarismo.

Si el trabajo con caballos puede ser capaz de mejorar el equilibrio y la movilidad, en el plano de la comunicación y del comportamiento también obra ‘pequeños milagros’

Si el trabajo con caballos puede ser capaz de mejorar el equilibrio y la movilidad, en el plano de la comunicación y del comportamiento también obra ‘pequeños milagros’

, indica Montserrat Quintana, y es muy utilizada con personas que sufren dificultades para integrarse en la sociedad. El vínculo afectivo que el paciente establece con el caballo aumenta su confianza y estimula el lenguaje para el desenvolvimiento del habla, la comunicación y la socialización. Facilita la autodisciplina, la paciencia y mejora la atención. Además, es fundamental para potenciar sentimientos de independencia, autoestima y seguridad en uno mismo.

Pero sí hay un punto diferenciador que influye muy notablemente en la obtención de resultados positivos entre ésta y cualquier otro tipo de terapia: la hipoterapia es asumida por el paciente como una diversión, como asegura Javier Alonso. El hecho de que se desarrolle al aire libre y no en un lugar cerrado lleno de máquinas, que pueden suponer una amenaza para el enfermo, convierten la monta en una terapia que rompe el aislamiento de la persona respecto al mundo, “y pone al enfermo en igualdad de condiciones con respecto al jinete sano”, indica Pedro Lechuga. “No cabe duda que montando se consigue superar el temor, mejorar la confianza y la capacidad de concentración; al tiempo que hace perder las tensiones e inhibiciones físicas y emocionales”, dice. Todo ello se consigue gracias a las características únicas del caballo, un animal muy perceptivo que de inmediato se da cuenta de que la persona es diferente a los demás, y se comporta con este jinete enfermo de forma diferente a como lo haría con cualquier otro.

Profesionales multidisciplinares

La terapia ecuestre requiere de personal cualificado para ponerla en marcha debido a las características de las personas a quien se dirige, en muchos casos con diagnósticos muy graves. Los programas de terapia necesitan el trabajo coordinado de un equipo multidisciplinar, que estará determinado por el tipo de afecciones de cada paciente. En el caso de alteraciones físicas, lo ideal es que el sea un fisioterapeuta o médico rehabililitador; en los casos psíquicos, es necesario contar además con especialistas de salud mental.

Cuando un nuevo paciente acude a un centro para recibir cualquier tipo de terapia con caballos, es imprescindible seguir una serie de pasos:

  • Realizar una evaluación que analizará el grado de afección y que determine si el paciente puede o no montar a caballo.
  • Estudiar posibles efectos secundarios, estableciendo un plan de prevención.
  • En función de las características de la persona, se desarrollará un plan de trabajo, en el que se planteará qué caballo le conviene así como el programa a realizar. El terapeuta se mostrará atento a todas las respuestas dadas por el paciente en función de los movimientos del caballo, ajustándolos para obtener los mejores resultados.

Además, siempre realizará una sesión de calentamiento en el gimnasio antes de montar a caballo para preparar los músculos y articulaciones del enfermo para el siguiente ejercicio físico. Después de montar también se pasará por el gimnasio, esta vez con el objetivo de obtener una correcta relajación muscular.

Conviene recordar, no obstante, que “no se trata de pasear a caballo”, sino de una terapia, por lo que debe huirse de los centros hípicos que ofrecen este servicio sin los profesionales adecuados, ya que “una terapia mal aplicada puede agravar los síntomas de las patologías e incluso provocar lesiones”

“Una terapia mal aplicada puede agravar los síntomas de las patologías e incluso provocar lesiones”

, advierte Alonso Zaldívar. Así lo asegura también Sònia Romera, quien aclara que hay contraindicaciones para las personas que sufren desviaciones graves de columna, luxaciones de cadera, fragilidad ósea y problemas osetoarticulares (artritis, artrosis, reuma?) y cuando hay dolor al montar e inestabilidad de atlas y axis (típica en el Síndrome de Down). Debido a la existencia de estas contraindicaciones “es doblemente importante que quien realice la terapia esté debidamente formado”, indica.

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