Terapia acuática

La terapia acuática se aplica con la finalidad de curar una enfermedad, o paliar sus síntomas, y como mantenimiento en discapacidades
Por Clara Bassi 24 de julio de 2007

El agua es un elemento asociado tradicionalmente a la vida y el bienestar. La terapia acuática se sirve de este medio líquido para restaurar la salud de personas afectadas por una amplia variedad de problemas físicos y psíquicos o mejorarla cuando la recuperación total no es posible. Una de las ventajas de trabajar en el agua es que no hay límites de edad: desde los bebés hasta los ancianos pueden disfrutar de sus efectos beneficiosos.

Medio líquido

Medio líquido

La terapia acuática es un programa de salud que se desarrolla dentro del agua, con la finalidad de tratar una enfermedad, paliando o frenando sus síntomas. Sus objetivos son, desde el punto de vista fisiológico, mejorar la movilidad articular, el equilibrio, la resistencia cardiovascular y aumentar la tonificación muscular, entre otros. Desde una perspectiva psicológica, proporciona sensación de bienestar, mejora el funcionamiento cognitivo, la capacidad de aprendizaje y de adaptación motora, fomenta el interés y la confianza en uno mismo así como la noción de independencia, explica Belén Requena, fisioterapeuta de la mutua Fimac, de accidentes laborales, y especialista en terapia acuática.

Antes del inicio de la terapia acuática todos los candidatos deben someterse a un examen médico, sobre todo aquellos con cardiopatías

«El medio líquido facilita la realización de movimientos que determinadas personas no podrían realizar fuera del agua, donde la fuerza muscular se ve disminuida debido a la gravedad. En cambio, en el agua, aunque no tengan la musculatura en condiciones, pueden hacer esos movimientos con más facilidad. Y, desde el punto de vista psicológico, esto les resulta muy motivador», comenta Requena. La terapia acuática puede resultar beneficiosa en un amplio abanico de casos: pacientes hemipléjicos con problemas de espasticidad (rigidez), personas con lesiones traumatológicas o neurológicas, afectados de fibromialgia, osteoporosis u obesidad, es decir, discapacitados psíquicos y físicos de distinta índole y de cualquier edad, desde bebés hasta ancianos.

No obstante, como antes del inicio de cualquier actividad física, todos los candidatos a un programa de terapia acuática deben someterse a un examen médico. Y éste debe ser especialmente exhaustivo en el caso de los pacientes afectados de cardiopatía, puesto que el efecto relajante del agua puede disminuir la frecuencia cardiaca. De ahí que sea fundamental, en estos casos, visitar al cardiólogo para que indique su idoneidad, explica Requena.

La terapia consiste en un plan de ejercicios personalizado y dirigido por un profesional sanitario, como un fisioterapeuta, y se diferencia del acquagym, de moda en muchos gimnasios, un programa de ejercicios general para población sana o, en todo caso, con problemas de salud leves. Tampoco debe confundirse la terapia acuática con la hidroterapia, aplicación de baños con aguas de distintas temperaturas, aclara la experta.

También para bebés sanos

También para bebés sanos

El agua también es un medio propicio para que los bebés sanos aprendan a enfrentarse al mundo. Existen, por esta razón, programas dirigidos a favorecer tanto su aprendizaje como su desarrollo cognitivo, emocional y psicomotor. Los bebés acuden acompañados de un adulto, normalmente un progenitor, que realiza con ellos la sesión acuática. De esta forma, se refuerzan los vínculos paterno-filiales a la vez que se facilita el aprendizaje de nuevas experiencias, que resultarían difíciles en otro medio, gracias a situaciones placenteras. Y se favorece la relación socioafectiva de estos pequeños, procurando que jueguen con otros niños en el agua.

Las sesiones acuáticas no se inician hasta que el niño no exprese, de alguna manera, su deseo de meterse en el agua

Desde el punto de vista cognitivo, se pretende, a través de estas sesiones, que el bebé se acostumbre el baño, a la importancia de secarse bien y habituarles a determinados hábitos higiénicos; pueden jugar con el niño en el agua, enseñarle el nombre de las cosas que hay en la piscina y, de esta manera, estimularle para desarrollar su nivel de atención.

Y desde la perspectiva de la psicomotricidad, el agua permite trabajar los desplazamientos del pequeño en todas las direcciones, hacia delante y hacia atrás; practicar el equilibrio sobre plataformas fijas o móviles o sobre la barriga del progenitor, reforzando los vínculos entre ellos; aprender a agarrar un objeto y conducirlo por encima y por debajo del agua, a distintas profundidades; a utilizar la parte del cuerpo que se le indique y a respirar correctamente en el medio acuático.

En todas estas sesiones, se seduce al bebé con juguetes y objetos blandos de colores vivos a fin de que pueda manipularlos y, si le apetece, morderlos y llevárselos a la boca sin problemas. Precisamente, una de las formas de incitarlo a zambullirse en el agua es que la madre le señale alguno de estos objetos que flota sobre ella, para ver si quiere ir a por él. Pero también se ensayan otras formas de entrada: la madre se sienta con él en el borde de la piscina, entra con él en brazos y lo va mojando poco a poco o camina con él por la parte poco profunda de la piscina. En cualquier caso, las sesiones acuáticas no se inician hasta que el niño no exprese, de alguna manera, su deseo de meterse en el agua, precisa Requena.

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