Experiencias extracorpóreas

Las experiencias de viajes «astrales», de «salirse de uno mismo», pueden inducirse simplemente engañando al cerebro con unos sencillos trucos
Por Mónica G. Salomone 6 de septiembre de 2007

En la batalla entre la ciencia y los fenómenos a menudo catalogados como místicos, la ciencia acaba de ganar unos cuantos puntos. Las implicaciones son importantes. No sólo porque el hallazgo podría servir para desarrollar toda una nueva generación de juegos virtuales, sino porque da a los neurocientíficos una herramienta para estudiar la conciencia de uno mismo, cómo el organismo construye el concepto del «yo».

ImgImagen: José Gelida

El descubrimiento procede de dos trabajos similares realizados por equipos independientes y publicados el pasado agosto en la revista Science. Y vienen a ser en realidad la continuación de observaciones casuales en años anteriores por parte de uno de los equipos, el liderado por Olaf Blanke, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza). Este grupo examina a pacientes de epilepsia que deben ser operados. Antes de la intervención, para localizar el foco de los ataques e identificar áreas vecinas con funciones importantes que deben preservarse, los neurólogos implantan docenas de electrodos en el cerebro, y los activan uno a uno mientras piden al paciente que describa lo que siente. Es un procedimiento que ha dado lugar a muchas sorpresas en la neurociencia.

De lo místico a lo científico

En 2006 Blanke describió en Nature el caso de una mujer de 22 años sin problemas psiquiátricos a la que la estimulación de un área precisa del cerebro, la unión temporoparietal, le hizo sentir que había una persona tras ella. La paciente relataba que la figura adoptaba sus mismas posturas, y no reconocía esa sombra como una ilusión de su propio cuerpo. En cierto momento -relatan los investigadores- se pidió a la paciente que se inclinara hacia adelante, lo que provocó la sensación, descrita como desagradable, de que la sombra la abrazaba.

Acercar ciertas experiencias místicas a la ciencia podría ayudar a entender síntomas paranoicos o incluso la esquizofrenia

No es el único caso de experiencia extracorpórea que exhibe el grupo de Blanke. En la revista especializada Brain fueron descritos en 2004 los casos de otros varios pacientes, como el de una mujer que declaró: «Me veo a mí misma en la cama desde arriba, pero sólo veo mis piernas. […] Estoy en el techo». La escena vista por la paciente, que se sentía muy intrigada y sorprendida, incluía a las otras tres personas en la habitación vistas desde arriba. La experiencia se repitió varias veces.

Estos trabajos han ayudado a atraer a la investigación «seria» fenómenos a los que antes pocos neurocientíficos querían acercarse. «No era un campo muy estudiado porque se relacionaba con experiencias místicas, un mundo no científico…», explica Javier de Felipe, del Instituto Cajal de Neurociencias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid. «Pero ver que se trataba de investigaciones con todos los controles ha convertido este tema en algo muy interesante». De Felipe confiesa su asombro la primera vez que escuchó a Blanke exponer su trabajo.

Cerebro y espacio

Una de las potenciales aplicaciones de estos hallazgos, según sugirieron el año pasado en Nature Blanke y sus colegas, es que podrían ayudar a entender síntomas paranoicos o incluso la esquizofrenia, que puede incluir la sensación de que el autor de las propias acciones es otra persona. Pero ¿por qué se producen estas sensaciones? «Los estudios de Blanke con pacientes epilépticos despiertos sugieren que las experiencias de disociación entre el yo y el cuerpo surgen de un fallo en la integración de información somatosensorial y vestibular del cerebro», afirma De Felipe. «Es decir, son investigaciones muy importantes para estudiar cómo el cerebro es capaz de sentir nuestro cuerpo en relación al espacio, y cómo nuestro yo está dentro de esos límites espaciales. Las alteraciones de estos circuitos dan lugar a los viajes astrales, las transformaciones ilusorias…».

Además, estos trabajos prueban que el fallo cerebral que genera las ilusiones puede ser inducido estimulando áreas concretas del cerebro, áreas implicadas en la integración de la información. La espiritualidad de los viajes extracorpóreos queda reducida a un literal cruce de cables. De hecho, afirma De Felipe, no es casual que este tipo de experiencias sean descritas a menudo por personas en situaciones extremas, donde por ejemplo puede haber falta de oxígeno en el cerebro -montañeros, durante ayunos, o cuando se sufre una privación sensorial, por ejemplo. Se cree que una de cada diez personas declara haber tenido una experiencia extracorpórea en algún momento de su vida.

TRUCO CASERO

Si algún halo de magia quedaba en estas sensaciones, los últimos trabajos publicados en Science el pasado mes de agosto, esta vez con personas sanas, contribuyen a borrarlo. No sólo los desdoblamientos corporales tienen una causa fisiológica, sino que también pueden inducirse con simples trucos caseros. El grupo liderado por Henrik Ehrsson, del Instituto de Neurología del University College de Londres, montó un experimento simple.

El voluntario se sienta en una silla llevando puestas en cada ojo sendas pantallas, que muestran la imagen que está siendo grabada por dos videocámaras colocadas dos metros por detrás. Así que lo que ve el sujeto es una imagen en 3D de su propia espalda, como la estaría viendo alguien situado detrás. Entonces el investigador toca el pecho del voluntario y, simultáneamente, hace el mismo movimiento, con la otra mano, en el espacio delante de las cámaras donde estaría el pecho de alguien sentado allí. Esto provoca en los participantes la sorprendente sensación de estar sentados detrás de sí mismos, viéndose desde atrás. «Muchos de los participantes sonreían y decían «Esto es rarísimo», declara Ehrsson.

Los investigadores dieron un paso más. Para medir el grado de realismo de la sensación, «amenazaron» con golpear al cuerpo fantasma delante de las cámaras y midieron reacciones fisiológicas de los participantes, como la sudoración. Estas respuestas corporales -prácticamente imposibles de fingir- indican que los participantes tomaron la amenaza como real. «Las experiencias extracorpóreas han fascinado al ser humano durante milenios«, ha afirmado Ehrsson. «Su existencia ha planteado cuestiones fundamentales sobre la relación entre la conciencia humana y el cuerpo, y han sido muy discutidas en teología, filosofía y psicología. Y aunque [estas sensaciones] han sido descritas en varias situaciones clínicas, las bases neurocientíficas del fenómeno siguen sin estar claras. La invención de esta ilusión es importante porque revela el mecanismo básico que genera la sensación de estar dentro del propio cuerpo físico. [Y esa sensación] es un aspecto fundamental de la conciencia de sí mismo».

En el experimento del grupo de Blanke, los participantes -también con pantallas en los ojos- contemplaban una imagen de su propia espalda mientras era acariciada, al mismo tiempo que efectivamente lo era. Los voluntarios se identificaban con la imagen de su espalda, creyendo que ésa era su posición correcta fuera de su cuerpo «real». Las aplicaciones de estos trabajos no son sólo médicas. Como el propio Ehrsson señala, «éste es un medio para proyectarse a uno mismo, una forma de teleportación. Si podemos proyectar a personas reales en un personaje virtual, de forma que pudieran sentirse y responder como si fueran realmente una versión virtual de sí mismos… imaginen las aplicaciones. Los videojuegos podrían alcanzar un nivel completamente nuevo, pero podría ser mucho más que eso. Un cirujano podría llevar a cabo operaciones de forma remota, por ejemplo».

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