Fenómenos histéricos

Aunque sin causa física que los explique, los síntomas histéricos son auténticos y obedecen a mecanismos asociados a la vida emocional
Por Montse Arboix 21 de mayo de 2007
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Imagen: Ewanr / Flickr

El trastorno de conversión, conocido popularmente con el término de histeria, es una categoría que oscila entre dos especialidades clínicas: la neurología y la psiquiatría. Hasta ahora, desde la primera no se han hallado explicaciones físicas para los síntomas que presentan los pacientes y desde la psiquiatría tradicional no se encuentran suficientes respuestas científicas. El libro Histeria: una perspectiva neurológica analiza estas cuestiones y proporciona pautas para favorecer el conocimiento de este trastorno y mejorar la atención al paciente.

Imagen: Ewanr / Flickr

Los fenómenos histéricos en el hombre también existen aunque la palabra histeria se haya asociado desde tiempos remotos con el útero de la mujer. Procedente del griego hyaterá (matriz), el término ha alcanzado popularmente connotaciones peyorativas. Por este motivo, en las ediciones más recientes de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) se la denomina trastorno de disociación o de conversión y, desde la American Psychiatric Association, trastorno somatoforme.

Sea cual sea el término que se use para caracterizar este síntoma, que no enfermedad ni síndrome, una de las cuestiones que se plantean es la necesidad de analizar los rasgos que permitan estudiar la naturaleza psicogénica de determinados síntomas neurológicos. En ello se centra la reciente publicación Histeria: una perspectiva neurológica, de Santiago Giménez-Roldán, jefe del Servicio de Neurología del Hospital General Gregorio Marañón de Madrid, presidente de la Sociedad Española de Neurología y miembro de la Word Federation of Neurology y de la Movements Disorders Society.

Interpretación neurobiológica

Los fenómenos histéricos existen en la práctica clínica diaria y obedecen de forma necesaria a algún mecanismo cerebral. Las nuevas técnicas neurofisiológicas y de neuroimagen empiezan a explicar aquellos factores que hasta ahora no eran conocidos, las áreas cerebrales que se ocultan bajo las emociones. Con la tomografía por emisión de positrones (PET, en sus siglas inglesas) se ha descubierto que las áreas cerebrales activadas por emociones o a consecuencia de estímulos del exterior difieren de las impulsadas por pensamientos y memorias con gran potencial emocional.

En el caso de las primeras, se activa, sobre todo, la corteza prefrontal medial y el tálamo, así como la amígdala, el hipocampo y el hipotálamo; en las segundas, en que la tensión es generada por el mismo individuo como sentimientos de profunda tristeza, se activan las áreas profundas de la superficie lateral del cerebro. A partir de aquí, los expertos han podido interpretar que los fenómenos conversivos no obedecen a ningún mecanismo neuronal sino que, por el contrario, la culpable sería una determinada patología en circuitos nerviosos específicos.

Bajo esta perspectiva, y según Giménez-Roldán, los fenómenos histéricos serían una enfermedad neurológica funcional no muy alejada de un aura migrañosa o parálisis de Todd (parálisis transitoria y reversible inmediatamente después de sufrir, en una determinada zona, una crisis epiléptica parcial motora). El problema, señala el experto, es la dificultad de diferenciar desde la neurología una manifestación, por ejemplo, una hemiparesia de un simulador (el que falsifica de forma fraudulenta las manifestaciones de una enfermedad con el fin de engañar) de una hemiparesia histérica.

Dificultad terapéutica

Cuando una situación psicológicamente estresante precede a la aparición de síntomas, la psicoterapia puede ser especialmente eficaz
El tratamiento del paciente con síntomas psicogénicos es complejo. Los expertos defienden un abordaje multidisciplinario que englobaría neurólogos, psiquiatras, fisioterapeutas, psicólogos e, incluso, trabajadores sociales. Aunque «es imprescindible que los profesionales posean ciertas habilidades: empatía, capacidad de comunicación y actitud positiva», afirma Giménez-Roldán, además de «plantear al paciente desde la primera entrevista un plan diagnóstico y terapéutico».

Los síntomas de conversión reaparecen con frecuencia e incluso pueden volverse crónicos. Se han probado varios métodos de tratamiento aunque ninguno es igualmente efectivo en todos los casos. Las técnicas de relajación para modificar la conducta son uno de los tratamientos que más eficacia han demostrado. La hipnosis funciona bien en casos conversivos agudos pero no en aquellos crónicos.

Cuando los síntomas aparecen como consecuencia de una situación psicológicamente estresante, los expertos señalan la psicoterapia como el tratamiento más indicado. Y sólo en el caso de presentarse un estado depresivo subyacente es imprescindible el tratamiento farmacológico, igual que en los casos en los que existan insomnio, dolor o ansiedad. Pese a todas estas medidas, los expertos están de acuerdo que el entorno familiar forma parte de la terapia y no es excepcional que el tratamiento funcione o fracase en función de la actitud y disponibilidad de la familia.

Síntomas

Por definición, los síntomas del trastorno de conversión se limitan a aquellos que sugieren una disfunción del sistema nervioso (parálisis de alguna extremidad o pérdida de sensibilidad en una parte del cuerpo). Otros síntomas incluyen convulsiones simuladas y la pérdida de alguno de los sentidos, como la visión o la audición, amnesia, debilidad, dificultad respiratoria, palpitaciones, crisis de ansiedad, pérdida de peso, hinchazón abdominal, diarrea o estreñimiento o vómitos.

Está considerado como un conjunto de síntomas que se asemejan a los de una enfermedad neurológica y que sugieren una enfermedad física aunque el desencadenante es un factor estresante psicológico o un conflicto emocional. Una persona puede sufrir un solo episodio o tener episodios esporádicos, habitualmente de corta duración.

Cuando las personas con síntomas de conversión son hospitalizadas, generalmente mejoran en dos semanas. Sin embargo, de un 20% a un 25% presenta recaídas al cabo de un año. Aunque los trastornos de conversión tienden a producirse durante la adolescencia o en la edad adulta, pueden aparecer a cualquier edad. Los expertos señalan que es más frecuente en mujeres que en varones. El diagnóstico suele ser tardío porque el afectado está convencido que un problema físico es el culpable de su estado.

EL PADRE DEL PSICOANÁLISIS

Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 1856 – Londres, 1939) conocido como Sigmund Freud, fue médico, neurólogo y el creador del psicoanálisis. Sus inicios estuvieron centrados en la hipnosis y su utilización para tratar a pacientes con trastornos mentales. Posteriormente, y pese a que mantuvo varios aspectos de la hipnosis, la reemplazó por el análisis de los sueños y la asociación libre. Observó que podía aliviar los síntomas de sus pacientes recostándolos en un sofá y alentándolos a expresar lo primero que les venía a la mente. Freud se interesó en lo que se conocía como histeria (trastorno de conversión) y en las afecciones psicosomáticas, neurosis y psicosis.

Las teorías de Sigmund Freud y el tratamiento que daba a sus pacientes causaron un gran alboroto en la época. Muchos lo consideran como un gran científico que hizo grandes avances en el campo de la psicología humana. Sus ideas, a menudo criticadas, forman parte, para algunos expertos, más del campo del pensamiento que de la ciencia debido a la falta de objetividad de la observación y la dificultad de extraer hipótesis verificables. Todavía hoy sigue en pie el debate sobre si el psicoanálisis y sus tratamientos pertenecen o no al campo de la ciencia.

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