Geolocalización: ventajas y peligros

La localización de nuestra situación sobre un mapa mediante las señales del teléfono o el ordenador mejora los servicios, a la vez que pone en riesgo la privacidad
Por Jordi Sabaté 6 de noviembre de 2014
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Imagen: Jordi Sabaté

La geolocalización a través del móvil -aunque también se puede hacer desde el ordenador- ha supuesto una revolución para determinados servicios, como los turísticos o de ocio, pero también puede mejorar mucho las búsquedas. No pocas personas utilizan Foursquare o los mapas de Google para encontrar un determinado servicio a pie de calle y como GPS del coche. Sin embargo, cada vez hay más conciencia de que con la geolocalización se cede la privacidad de nuestros movimientos a servicios que la pueden utilizar con fines propios y dudosos. Estos pros y contras se amplían a continuación.

Privacidad a cambio de servicio: ¿merece la pena?

Hace dos años Google lanzó el servicio Google Now, una especie de agenda interactiva del usuario que se fundamentaba en la recolección de datos personales para elaborar un calendario de citas, obligaciones, necesidades y consejos para este. Basado en lo que se conoce como «Internet de proximidad», Google Now utiliza todos los sensores de los que podamos disponer en los aparatos que usemos (smartphones, tabletas, portátiles, sobremesas, pulseras, relojes inteligentes, etc.) para sacar conclusiones que nos puedan ser útiles de cara a mejorar nuestra planificación diaria.

El conocimiento de nuestros movimientos puede ayudarnos en muchos aspectos, pero también desnuda nuestros hábitos

Entre otros datos que analiza, figura nuestra posición en cada momento, de modo que, si se lo permitimos, el servicio rastrea nuestros movimientos a lo largo del día y nos puede aconsejar trayectos más eficaces para ir de casa al trabajo o bien que cojamos el paraguas, ya que sabe que ese día los más seguro es que vayamos a determinado sitio donde lloverá. ¿Útil o inquietante? Es posible que sea ambas cosas a la vez, pues si bien ese conocimiento de nuestros movimientos puede ayudarnos en muchos aspectos, también desnuda nuestros hábitos.

Además, ¿sabemos en realidad lo que hace luego Google con estos datos? Entre otras cosas, los utiliza para elaborar sus propios perfiles publicitarios -el negocio de Google es la publicidad- e, incluso, los analiza y los vende a empresas de marketing en forma de resultados, aunque siempre de forma que la información más personal del usuario esté anonimizada, en cumplimiento de las leyes de protección de datos de cada país.

Pero Google Now es solo un ejemplo más de la paradoja de la geolocalización, en especial en la era del móvil. Facebook también estaría encantado de que le dejáramos rastrearnos por las mismas razones, así como tantos otros servicios que nos reclaman que, para una mayor eficiencia, activemos la geolocalización del smartphone o tableta cuando accedamos a ellos. Sin duda, esto puede tener sus ventajas, pero también comporta sus peligros.

Ventajas de la geolocalización

La ventaja más obvia de la geolocalización es la mejora de eficiencia absoluta en cualquier servicio. Si buscamos un determinado servicio en Google, ya sea desde el móvil o desde el ordenador, es más fácil que el buscador nos ayude si conoce nuestra posición. Nos dará entonces datos relativos a locales cercanos y evitará otros demasiado alejados. Lo mismo sucede si buscamos una determinada calle: si el servicio de mapas sabe dónde estamos, nos podrá indicar la forma más rápida de llegar.

La ventaja más obvia de la geolocalización es la mejora de eficiencia absoluta en cualquier servicio

A esta ventaja en la eficiencia de búsquedas se suma información adicional de interés, sobre todo cuando estamos de turismo. El turista es a menudo el usuario más necesitado de información práctica y de ocio. Si a ello le añade indicaciones sobre el mapa, ya que en principio desconoce las calles, la geolocalización puede mejorar mucho su experiencia de usuario. En esta premisa se basan Foursquare y otros servicios para conocer ciudades con el móvil. En este sentido, nuestro smartphone puede ser una auténtica guía práctica, interactiva y en tiempo real que nos informe de actividades, museos, locales de ocio, etc., a medida que nos movemos.

En casos como el del servicio Google Now y la llamada Internet de proximidad, basada en los datos que emiten nuestros sensores, la geolocalización ayuda para ofrecer consejos prácticos. Un ejemplo: el servicio detecta que cada jueves vamos al aeropuerto entre las cuatro y las seis; en consecuencia, puede enviarnos datos del tráfico en tiempo real antes de que se lo pidamos.

También podemos considerar una ventaja que si un comercio on line al que solemos visitar sabe a qué tipo de locales acudimos, pueda analizar nuestros gustos y darnos consejos sobre qué producto nos puede interesar más. Nos ahorramos así publicidad de bajo interés.

Desventajas de la geolocalización

Pero es esta eficiencia que presta la geolocalización lo que resulta inquietante. ¿Qué pasa cuando no queremos una mejor publicidad, tan solo porque no queremos que se utilicen nuestros datos para elaborar perfiles ni estudios de marketing? O cuando no queremos que un servicio sepa desde dónde lo activamos porque es una red social en la que figurará nuestra posición de manera pública.

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Imagen: Tom Sundström

Pueden ser muchos los motivos por lo que no deseemos que todo el mundo sepa dónde estamos en cada momento, y servicios como Instagram, Facebook, Twitter y muchos otros lo indican cada vez que subimos una fotografía, publicamos un comentario o lanzamos un tuit, si tenemos activada la geolocalización.

Por otro lado, ¿cómo sabemos que en un momento de presión máxima, el servicio no cederá los datos de nuestros movimientos a un organismo público que desee investigarnos?

Debemos de ser conscientes de que cuando usamos las aplicaciones de mapas como navegadores GPS o lo activamos en aplicaciones para ir al monte o a buscar setas, estas recolectan las posiciones y las guardan. Lo mismo sucede con las apps para hacer deporte. En principio, y con toda lógica, las almacenan para que podamos hacer uso de ellas en futuras ocasiones, pero nadie nos asegura que no acaben transformadas en estudios de perfiles de publicidad; y quién sabe si en el futuro, en manos de servicios de inteligencia, ya sean nacionales o extranjeros.

¿Cuál es la mejor opción?

Lo más recomendable es hacer uso de la geolocalización según nuestro interés y ser conscientes de lo que supone activarla o desactivarla

Por fortuna, en los smartphones y tabletas, tanto en Android como en iOS 8, la geolocalización es una opción modulable, en buena parte por la presión de los países y sus agencias de protección de datos, de modo que se puede activar o desactivar en cada servicio y según se desee. Puede que en un determinado momento interese indicar en Instagram dónde estamos, pero no en Twitter, y en otro necesitemos hacer uso de los mapas de Google, para lo cual debemos estar geolocalizados. Lo más recomendable es emplear esta capacidad de los dispositivos para regular la geolocalización y ser conscientes de lo que supone activarla o desactivarla.

Otro cantar son los ordenadores y los accesos fijos; cuando accedemos a Internet desde una conexión fija -sea wifi o cable ethernet-, estaremos irremediablemente localizados por la referencia que tiene el operador de esa conexión. Este operador, por otro lado, puede estar obligado por ley a ofrecer datos de nuestro acceso si una autoridad judicial se lo requiere.

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