Nuevos retos en el control de parásitos en la ganadería

La industria ganadera se enfrenta a la creciente resistencia de los parásitos a tratamientos veterinarios y a la demanda de productos limpios de residuos
Por Mercè Fernández 23 de noviembre de 2004

Los tratamientos antiparasitarios que se emplean en ganado destinado a consumo humano o a producción de leche tienen un efecto limitado. Por norma general, a los pocos años surgen fenómenos de resistencia. La presión excesiva y el uso de fármacos veterinarios basados en unos pocos mecanismos de acción propician este fenómeno.

El sector de los fármacos antiparasitarios debe tomar nuevos rumbos en los próximos años. Es la reflexión general que recogen varios expertos en uno de los últimos números de la revista Trends in Parasitology, que ha dedicado sus páginas de octubre a los nuevos retos que tiene ante sí la industria veterinaria en el tratamiento de las enfermedades parasitarias en los animales.

Hay algo que alarma especialmente a los expertos y es la progresiva y constante aparición de resistencias. En algunas regiones del mundo, los nemátodos (gusanos) que afectan al ganado bovino son resistentes a múltiples fármacos, lo que amenaza seriamente el sector. La resistencia en caballos y vacuno, explica Ray M. Kaplan, de la Universidad de Georgia (Estados Unidos), «aún no ha alcanzado los niveles vistos en pequeños rumiantes, pero las pruebas muestran que los problemas de resistencia, incluida la forma múltiple en gusanos, se está incrementando también en estos hospedadores».

Actualmente, se han descrito casos de resistencia múltiple a fármacos antihelmínticos en prácticamente todo el mundo, si bien el acceso a los tratamientos es desigual en diferentes países. En Europa y Canadá, los nemátodos multirresistentes se han descrito «raramente», dice Kaplan. Pero en el Reino Unido la resistencia de nemátodos en ovejas está creciendo lo suficientemente como para que en marzo de 2003 se organizara un congreso, en Londres, para decidir estrategias nacionales frente al problema.

La resistencia a nuevos tratamientos antiparasitarios puede surgir en menos de cinco años en las distintas especies ganaderas

Hay informes recientes de Australia y nueva Zelanda en los que se habla de resistencia a la moxidectina, un fármaco reciente. La moxidectina, de la misma clase que la ivermectina, se aplicó en bovino por vez primera en 1991, y en caballos en 1995. Bastaron cuatro años para que aparecieran los primeros casos de resistencia: en 1995 en ovejas, y en 2003 en caballos. Huelga decir que todos los fármacos introducidos anteriormente también han dado lugar a parásitos resistentes: el primer caso de resistencia a la thiabendazola, aprobada en 1961 para ovejas, fue descrita en 1964; a la levamisola, aprobada en 1970 para bovino, en 1979; a la ivermectina, aprobada en 1983 para caballos, en 2002. Y así sucesivamente.

En realidad, es «relativamente fácil» que el parásito se adapte y cree resistencias a los fármacos, explica Arantxa Meana, profesora de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. En los países donde el ganadero está bien preparado , «se ha presionado tanto que el parásito se ha hecho resistente cambiando las rutas metabólicas que utiliza dentro del hospedador».

En este cambio pueden haber influenciado varios factores. Un mal uso de los fármacos al no dar a cada animal la dosis que necesita: «no se pesa a cada animal de la granja para dar la dosis, así que puede pasar que hayan animales que no reciban la dosis correcta y que los tratamientos se hayan basado exclusivamente en aplicar regularmente los fármacos», señala la experta. Otro factor que contribuye es que muchos fármacos diferentes tienen el mismo mecanismo de acción, lo que facilita que los parásitos, que van adaptándose generación tras generación, acaben sobreviviendo.

Tratamientos de control

¿Pero hasta que punto afecta el problema a las granjas? «Todas las granjas, incluso las más controladas, tienen parásitos», explica Meana. La cuestión es hasta qué punto la situación es sostenible y afecta a la productividad y al bienestar de los animales.

El objetivo del parásito, explica esta especialista, «es sobrevivir», y para ello irá cambiando las rutas que usa en el hospedador a fin de evitar la acción de los diferentes fármacos. Pero en los planes del parásito no entra que el hospedador muera. «Al parásito lo que le interesa es estar en equilibrio con el hospedador, tiene incluso mecanismos de autorregulación para no lesionarlo».

En la mayoría de animales, lo que hay que hacer es aplicar tratamientos de control. Hay que valorar la carga parasitaria, su estado (si son adultos con buena salud, recién nacidos, parideras…) y en función de eso aplicar el tratamiento de control. «Lo que no se puede ser es lo que se hizo en Australia», afirma contundente, «desparasitar todos los meses y crear tanta presión sobre el parásito que han surgido resistencias».

Meana se refiere al gusano Haemuncus contortus, hematófago que se aloja en el sistema digestivo del animal y lo desangra, provocándole anemia. No se puede pretender eliminar totalmente los parásitos de una población, enfatiza, porque una cierta dosis de parásitos les confiere resistencia. En un grupo de animales totalmente limpio, que nunca ha tenido contacto con parásitos, su entrada tiene un impacto mucho mayor.

Demasiado lejos

La lección es que en el control de los parásitos se ha ido demasiado lejos, tanto que las consecuencias van en detrimento de los propios animales. Además, el camino de las resistencias no es reversible: una vez el parásito se hace resistente no hay vuelta atrás. Es cierto que no se han agotado las vías de nuevos fármacos.

Como explica Kaplan, de la Universidad de Georgia (EE.UU), en su trabajo de la revista Trends in Parasitology, «en casi 25 años no se ha introducido una nueva clase de antihelmínticos» (la última fue la avermectina-milbemicina, clase de moléculas de la que forman parte la ivermectina y la más reciente moxidectina). El desarrollo de nuevos fármaco podría ser una ayuda pero ¿hasta cuándo? «Es improbable», dice Kaplan, «que se desarrolle un número suficiente de nuevos fármacos que permita mantener un control basado únicamente en el tratamiento frecuente con antihelmínticos».

En este sentido la bioinformática y la genética se perfilan como herramientas útiles. Uno de los objetivos actuales, describe Arantxa Meana, es buscar animales que sean más resistentes a los parásitos. Para ello la genética busca pistas en el genotipo de aquellos animales que se muestran más resistentes a los parásitos. Por ejemplo, en países tropicales donde el ganado está sometido a una combinación de dureza de condiciones (sequía, malnutrición…) y los fármacos antiparasitarios son limitados, sólo los animales más fuertes salen adelante. En casos así la genética busca trozos de genes (locis), que puedan estar relacionados con esa resistencia. El futuro dirá si eso puede aplicarse en la reproducción de nuevas especies más resistentes.

Por otro lado, la gran mayoría de expertos coincide en la necesidad de investigar en biología básica. «No se sabe porque razón un parásito puede vivir sólo en un animal y en cambio otro se adapta a varios», aclara Meana. Son datos que pueden ayudar a perfilar las nuevas estrategias de lucha antiparasitaria, y en el desarrollo de nuevas vacunas antiparasitarias que estimulen la respuesta natural inmunitaria del animal.

LOS RETOS DEL MERCADO ECOLÓGICO

Img ovejas2Entre los retos que tiene el sector por delante está el de un mercado cada vez más exigente y restrictivo con los residuos y con un creciente sector «orgánico». Se espera que el ganado esté en condiciones respetuosas y reciba un tratamiento farmacológico limitado. «Irónicamente», escribe Timothy G. Geary de la empresa Pfizer, en la editorial de la revista Trends de octubre, «el rasgo estándar de la practica orgánica lleva normalmente a un incremento de los parásitos».

Depende el parásito, apunta Arantxa Meana, de la Universidad Complutense de Madrid. «Hay parásitos en espacio abierto y en estabulación». Y si en unos casos el espacio abierto es un riesgo en otros el hacinamiento también puede serlo. Meana explica el caso de las cabras montesas de la Sierra de Cazorla. «Hace años la Junta de Andalucía se dio cuenta del potencial turístico de la cabra y decidió potenciar la población». Con un programa ad-hoc se consiguió subir hasta una población de entre 8.000 y 9.000 cabras. Entonces entró la sarna y murieron 7.000, de forma que volvieron a quedar las mismas cabras que al principio. Conclusiones aparte, lo cierto es que la población más numerosa facilitó la transmisión de la infección.

Una de las alternativas «ecológicas« más esgrimidas son las cisteína-proteinasas de algunas plantas y frutos (como la papaya o la piña), que podrían ser efectivas contra los nematodos gastrointestinales. En la misma línea, los taninos, un grupo de polifenoles, son otros candidatos de la estrategia ecológica, dado que en algunos estudios se ha visto que reducen la infección por nematodos. Y dado que la mayoría de las infecciones es por las heces, otra estrategia es la de intercambiar las zonas de pasto a fin de que el ganado no ingiera los parásitos depositados en la hierba por heces de días anteriores y de otros animales infectados.

Son algunas de las estrategias que revisan Peter Waller y Stig Thamsborg, de la Swedish University of Agricultural Sciences (Suecia) y del Centro Danés para la Parasitología Experimental (DCEP) respectivamente, en la misma revista. De cualquier forma, una cosa es cierta, afirman. “No se puede esperar de ningún método por si sólo que ofrezca un control parasitario sostenible, satisfactorio y más o menos indefinido”. El reto, afirman, está en combinar las diferentes estrategias, y hacerlo de una forma flexible y pragmática, que permita si hay necesidad ocasional, el uso selectivo de antihelmínticos selectivos.

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