Imagen: Leslie Duss
Son muchos los abuelos que a lo largo de todo el año, o al menos durante las vacaciones, ante las obligaciones laborales de los padres se quedan al cuidado de los nietos. La atención y el cuidado que prestan a los nietos, en ocasiones, incluye las horas de comida. A veces, son los encargados de prepararles el desayuno o la merienda, es por ello que influyen enormemente en la adquisición de sus hábitos alimentarios. Los abuelos asumen una ardua tarea, pero frecuentemente se les acusa de sucumbir a los deseos y caprichos de los pequeños.
Costumbres no siempre sanas
Los abuelos juegan un papel trascendental en la educación alimentaria de los nietos, por lo que es esencial hablar con ellos, entre otros temas, de su alimentación; deben conocer las opiniones y los deseos de los progenitores sobre la alimentación de los niños, los hábitos alimentarios que quieren inculcarles, sus costumbres para las diferentes comidas del día, tanto en tipo de preparaciones culinarias más habituales, como en combinaciones de alimentos, en cantidades y horarios.
Muchos abuelos son partidarios de que sus nietos se acostumbren a los alimentos frescos y naturales
Si se trata con ellos todo lo que concierne a la alimentación de los niños, se puede establecer más fácilmente una relación beneficiosa para todas las partes, tanto para los niños como para los adultos. Aunque los abuelos partan probablemente de unos hábitos alimentarios más saludables que las generaciones más jóvenes, como pueden ser sus hijos y más aún sus nietos, por lo general desconocen ciertos temas que conciernen a la nutrición infantil. Las personas mayores entienden que aquello que se tiene costumbre de comer toda la vida, por el mero hecho de estar tan arraigado, resulta saludable. Pero no siempre es así.
Por ejemplo, una imagen relativamente frecuente es ver a una abuela darle una galleta o un trocito de pan a un bebé. Ambos alimentos tienen gluten, y si el niño tiene menos de ocho meses no conviene que tome gluten. El aparato digestivo del bebé no está preparado para digerir dicha proteína lo que le puede provocar mayor sensibilidad a este componente. Con los años es más probable que el niño desarrolle intolerancia al gluten, también conocida como celiaquía.
Demasiada cantidad
Otro ejemplo de costumbre insana que tienen muchos abuelos es la cantidad de comida que ofrecen a los niños. Nuestra cultura tradicional incluye platos repletos de comida. De ahí que la cantidad de un plato o de un alimento que muchos abuelos sirven sea exagerada para las necesidades de un niño por su edad. Una ración de carne de 150 g o más se entiende como normal y, sin embargo, supera con creces los 100-120 g considerados como razonables, tanto para niños como para adultos; e incluso se recomienda menos de 80 g para niños menores de 5 años.
Está estudiado que comer proteína en exceso puede acarrear graves problemas de salud, sobre todo por su asociación con los múltiples nutrientes de la carne de la que, erróneamente, se tiende a abusar. De ahí que el hecho de ofrecer a un niño cantidades de alimentos proteicos mayores de las que necesita sea un hábito tan insano como lo es no insistir en que coma frutas, verduras o pescados. Desde el punto de vista nutritivo, se descompensa el aporte de proteínas y calorías, y está demostrado que influye en la génesis del exceso de peso e incluso de la incipiente obesidad infantil.
Abuelos generosos
También son muchos los abuelos partidarios de que sus nietos se acostumbren a los alimentos frescos y naturales, lejos de tanto producto procesado, de tanta bollería, chucherías, snacks, etc. Es más que probable que en casa de los abuelos el frutero esté siempre lleno, con las mejores y más variadas frutas de temporada, como también es fácil que la ensalada o la verdura sean el entrante o el primer plato de las comidas de cada día. De la misma manera, muchas abuelas elaboran bizcocho casero o magdalenas con los ingredientes más frescos para el desayuno y la merienda de los más pequeños.
En cualquier caso, se trata de alternativas más saludables a la típica bollería y repostería industrial, ésta última con más grasa -incluso grasa trans, la más perjudicial para el corazón- y azúcares.
Los abuelos, y todavía más las abuelas, que suelen ser las encargadas de la alimentación, son conscientes de la importancia que tiene la alimentación en el crecimiento y la salud de sus nietos. Las sanas costumbres que tienen las abuelas en la cocina son las que debieran aprender sus hijos e hijas y poner en practicar con los más pequeños. Dar ejemplo es un valor esencial en la educación de los niños.
Imagen: jane d.
Es comprensible que los abuelos quieran que sus nietos coman aquello que les pone contentos, y por eso les obsequian con dulces y golosinas. El hecho de que se comporten así es algo que, casi con seguridad, los progenitores conocen pero, muchas veces con la intención de no molestar, prefieren no abordar. Sin embargo, con esta actitud no se están trasmitiendo precisamente unos buenos hábitos alimentarios.
Conviene discutir el tema con tranquilidad, para que los abuelos comprendan que no deben ceder a todos los deseos y caprichos de los nietos para no malcriarlos, que no se vuelvan caprichosos y malos comedores. Los padres deben hacer entender, tanto a abuelos como a niños, que los dulces, los bollos, las chucherías, los refrescos y similares son alimentos que no conviene comer cada día -predicando con el ejemplo- y tratando de llegar a un acuerdo con ellos para que los reserven para momentos especiales.
Los abuelos tienen que tener claro que son alimentos que quitan el hambre al niño, provocan caries y pueden ser responsables de exceso de peso. Por todo ello, si los reservan para ocasiones especiales, el pequeño disfrutará mucho más de ellos que si los come cada día.