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En concreto, se encuestó a 2.126 niñas y niños de nueve comunidades autónomas del norte de España, entre mayo y septiembre del 2024. Las preguntas abordaron tres ámbitos: el familiar, los referentes externos en materia de alimentación y la relación de la comida con las emociones.
La encuesta reveló conclusiones muy interesantes de cómo los menores perciben su alimentación, pero también la existencia de un margen de mejora en la formación alimentaria y cómo los centros educativos tienen una oportunidad única de potenciar la enseñanza de prácticas saludables.
Tal y como destaca el director de la Fundación EROSKI y de la Escuela de Alimentación EROSKI, Alejandro Martínez Berriochoa, «la alimentación saludable debe ser un esfuerzo colectivo. Necesitamos familias informadas, educadores comprometidos y políticas públicas que faciliten la adopción de hábitos saludables desde la infancia». Estas son las conclusiones:
Los pequeños en el supermercado…
Una encuesta realizada por un centro de innovación de Estados Unidos en 2017 reveló que 16,4 millones de estadounidenses, alrededor del 7 % de la población, creían que la leche con chocolate procedía de las vacas marrones. Esta realidad, aunque posiblemente suene exagerada para la población española, sirve para explicar la necesidad de una buena educación alimentaria. Y qué mejor escuela que ir a la compra con los padres y las madres.
“¿De dónde proceden los alimentos?”, “Con este presupuesto, ¿cuántos productos podemos comprar?”. Aprender sobre estas y otras cuestiones, como ser responsables con el medio ambiente y elegir comida de proximidad o temporada, o saber diseñar un menú saludable y equilibrado, es uno de los beneficios de llevar a los niños a la compra.
De la encuesta realizada por la Fundación EROSKI se desprende que vamos en la buena dirección, ya que la mayoría de los hogares con niños realizan la lista de la compra teniendo en cuenta la opinión de los pequeños. En concreto, en el 87 % de los hogares con menores de 8 a 12 años se elabora una lista de la compra, y en el 92 % de los casos se tiene en cuenta la opinión de los niños y niñas al confeccionarla. Además, casi todos menores acompañan a sus padres a hacer la compra, ya sea siempre (45 %) o en ocasiones (52 %).
…y en la cocina
Cuando hablamos de niños pequeños no siempre es fácil que prueben nuevos alimentos, pero animarles a participar en la preparación del menú va a hacer que descubran nuevos sabores y alimentos. El hecho de que los cocinen ellos mismos hará que sean más proclives a probarlos, algo clave para introducirles el concepto de una alimentación saludable y equilibrada.
Meter las manos en los fogones es algo que gusta a casi la mayoría de los pequeños de 8 a 12 años, según se desprende de la encuesta. En concreto, el 82 % afirma colaborar en casa a la hora de cocinar, ya sea siempre (19 %) o a veces (63 %). Por comunidades autónomas, en Navarra y La Rioja es donde colaboran más (86 %), mientras que en País Vasco y Cantabria es donde menos lo hacen (76 %).

Cinco comidas diarias
Hasta ahora siempre se ha hablado de la importancia de tomar cinco comidas al día: desayuno, tentempié de media mañana, comida, merienda y cena (es decir, tres comidas principales y dos aportes extra). Y esto es algo que cumplen la gran mayoría de los encuestados, tal y como revela la encuesta. De ella también se desprende que la cultura de cada región influye en algunas comidas, como la media mañana y la merienda. Por ejemplo, en el País Vasco un alto porcentaje de niños y niñas meriendan al salir de la escuela.
Sin embargo, las nuevas tendencias en alimentación, cada vez más extendidas entre las familias, empiezan a cuestionarse la importancia del desayuno y la necesidad de realizar cinco comidas diarias. Y esto también se observa en los datos de la encuesta. En concreto, un 10,26 % se salta la merienda y un 5,99 %, el desayuno. Además, estas son las comidas que con más frecuencia realizan solos, sin compañía del adulto. Comer solo a esta edad no es recomendable, ya que suelen sustituir la compañía humana por la de los dispositivos electrónicos.
En otros estudios, como ALADINO 2023, realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) con 12.678 escolares de 6 a 9 años de toda España, la cifra de los menores que no desayunan todos los días es aún mayor: 3 de cada 10 escolares no lo hacen. Saltarse la primera comida del día puede estar relacionado con un aumento de peso, ya que incrementa el picoteo entre horas y el consumo de alimentos poco recomendables.
Pantallas como compañeras de mesa
Otro aspecto que se ve cada vez más en las familias es el uso de las pantallas durante las comidas. Más de la mitad de los niños y niñas ve la televisión mientras come y un tercio dice comer con el móvil, la tableta o la videoconsola. El 66 % de los menores afirma ver la televisión mientras come, y un 33 % dice que utiliza el móvil, la tableta o la videoconsola durante las comidas. “Son demasiados niños los que comen distraídos. Si no se está al 100 % concentrado en la comida, probablemente se esté perdiendo algo importante y con seguridad no desarrolle unos correctos hábitos para el futuro”, explica Alejandro Martínez Berriochoa.
No solamente esta encuesta destaca lo perjudicial de comer acompañado de los dispositivos electrónicos. Numerosos estudios han corroborado que esta práctica es perjudicial. Uno de ellos, publicado en el International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, llevó a cabo un análisis en niños de entre 10 y 12 años en ocho países europeos, entre ellos España. Según los datos obtenidos, las probabilidades de tener sobrepeso son mayores en los niños que almuerzan y cenan viendo la televisión y otros dispositivos comparado con los que no lo hacen.
Por otro lado, la Encuesta Nutricional y de Hábitos de Alimentación de la Población Española (ENPE 2015), efectuada a 6.800 personas y promovida por la Fundación EROSKI, concluyó que la duración de las comidas, la compañía y las actividades que se realizan mientras se come impactan en los hábitos alimentarios.
El agua, la bebida mayoritaria
El 94 % de los niños y niñas dice consumir agua como bebida principal en sus comidas. Es la mejor opción según los nutricionistas. Sin embargo, un porcentaje significativo también acompaña sus comidas con zumos (27 %), refrescos con gas (19 %) u otras bebidas (22 %). Esto, sin duda, ensombrece en cierta parte el resultado favorable de la preferencia por el agua, ya que el gran problema es que la quinta parte de los encuestados combina habitualmente el agua con bebidas cuyo consumo recomendado es únicamente ocasional.

“La principal fuente de la ingesta de azúcar y calorías en los niños, según datos oficiales, son las bebidas dulces. Sin olvidar que al final estos productos de consumo ocasional, para momentos concretos, terminan siendo consumidos a diario”, añade Alejandro Martínez Berriochoa.
A este respecto, el Estudio ALADINO 2023 ya reveló que un 3,8 % de los escolares toma refrescos con azúcar más de tres días a la semana. Además, este consumo está relacionado con las familias más desfavorecidas, ya que, al vincular estos hábitos alimentarios con el nivel de renta, se observó que en aquellos hogares con rentas más bajas el porcentaje de niños y niñas que beben refrescos con azúcar se multiplica por más de ocho (7,8 % frente a 0,9 %).
Más habitual de lo recomendado
En la cúspide de la pirámide alimentaria se encuentran todos aquellos alimentos que hay que consumir en pequeñas cantidades y muy ocasionalmente. Hablamos de una amplia variedad de productos que tienen en común muchas calorías y un alto contenido en sal, azúcares añadidos, grasas saturadas o grasas trans. Todo aquello que hay que evitar, pero que, sin embargo, es la tentación de los más pequeños.

El 92 % de los menores encuestados indicó que consume semanalmente hamburguesas, perritos, pizzas y/o patatas fritas, y el 15 % lo hace tres o más veces por semana. Los dulces también son frecuentes en la alimentación de casi todos los menores. El 93 % come semanalmente bollería, galletas y/o chuches, y el 44 % lo hace tres o más veces por semana.
Lo mismo pasa con las bebidas de consumo ocasional, que son más frecuentes en la dieta infantil de lo recomendado. Y la encuesta lo corrobora. El 81 % de los niños y niñas bebe semanalmente refrescos o zumos, y el 40 % lo hace tres o más veces por semana.
Además, el 14 % toma bebidas energéticas de forma semanal. El caso de estas últimas es todavía más preocupante. Según un informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), el consumo de bebidas energéticas puede provocar “riesgos gastrovasculares y hematológicos, neurológicos y psicocomportamentales” en los más pequeños.
La idea de mejorar y los referentes
La buena noticia que se puede desprender tras esta confesión es que prácticamente la mitad de los niños y niñas, concretamente el 45 %, cree que deberían cambiar algunos de sus hábitos alimentarios, como comer más fruta y menos ultraprocesados, además de beber más agua. Esto es algo que el director de la Fundación EROSKI y de la Escuela de Alimentación EROSKI considera un dato esperanzador. “Sobre todo indica que aún se está a tiempo para mejorar, ya que cuando son más mayores, en la adolescencia, comienza a ser más difícil cambiar los hábitos”, señala Martínez Berriochoa.
Los principales referentes para los niños de estas edades, también en lo concerniente a hábitos, son los padres y madres para un 90 %, muy por delante de los profesores de la escuela (5 %), que ocuparían el segundo lugar. Famosos e influencers en redes sociales quedan mucho más atrás en estas edades. Sin embargo, uno de cada 10 pide a sus padres comidas o bebidas que ven en televisión o a través de las redes. El Estudio AESAN 2022 sobre las percepciones en alimentación de adolescentes de 12 a 14 años corrobora las conclusiones de la encuesta de la Fundación EROSKI. Este trabajo concluyó que los escolares consideran que la familia es el agente más influyente para llevar una vida saludable.
El hambre y las emociones
La alimentación emocional o comer como un mecanismo para hacer frente a las emociones, ya sean negativas, positivas o las generadas por el estrés, está asociada a un patrón dietético poco saludable y a un aumento de peso. Cuando los niños y niñas comen para aliviar sus sentimientos negativos, su comida tiende a ser alta en calorías (dulces, bollería o ultraprocesados). Además, son muchos los estudios que han demostrado que la alimentación emocional está vinculada con el desarrollo de trastornos alimentarios posteriores, como bulimia o atracones.

Una investigación reciente publicada en Journal of Nutrition Education and Behavior, que analiza la vulnerabilidad de los adolescentes a la alimentación emocional, concluyó que era más aprendida que heredada y desveló que ciertas prácticas que utilizan los padres, como recompensar o castigar con comida, influyen considerablemente en la relación futura que los jóvenes tendrán con la alimentación.
Tal y como demuestra la encuesta de la Fundación EROSKI, los estados emocionales, tanto los positivos como los negativos, afectan al nivel y calidad de la ingesta de los menores. Prácticamente la mitad de los encuestados manifestó comer más cantidad de comida cuando están contentos y menos cuando están tristes, enfadados o estresados. En relación con el tipo de alimentos que consumen cuando las emociones mandan, un gran porcentaje alegó comer dulces —como chucherías, galletas o chocolate— y pasta.
Saber controlar las emociones y entender la relación con la forma que tienen de alimentarse es fundamental a la hora de adquirir unos hábitos saludables con la comida. Es, sin duda, la asignatura pendiente. Comiendo bien también se sentirán bien.