La paleodieta: alimentarse como el hombre primitivo

La dieta paleolítica, que se ha puesto de moda entre los deportistas, es rica en falsas promesas y supone un riesgo para la salud
Por Julio Basulto 2 de octubre de 2012
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En el año 2002 se publicó el libro “La dieta paleolítica” y en 2005, “Paleodieta para deportistas”. Tan solo cinco años después, el doctor Gerard E. Mullin detallaba en la revista científica Nutrition in Clinical Practice que una de las dietas prescritas de forma habitual por los terapeutas alternativos era la “paleodieta”. La dieta sigue hoy de moda, sobre todo entre deportistas, pese a que está desaconsejada por la mayor organización mundial de profesionales de la alimentación y la nutrición, la Academia de Nutrición y Dietética (antigua Asociación Americana de Dietética). El siguiente reportaje explica en qué se basa la paleodieta y desglosa cuáles son sus falsas promesas, junto con diez consejos prácticos para detectar y mantener alejadas las “dieta milagro”.

¿En qué se basa la dieta paleolítica?

La propuesta de dieta omite que la esperanza de vida durante el paleolítico no pasaba de los 20 años

«La dieta paleolítica» (también llamada «paleodieta», «dieta del hombre de las cavernas» o «dieta de la edad de piedra») propone consumir de forma exclusiva los alimentos que tomaban nuestros antepasados, los cazadores-recolectores del paleolítico. Según su autor, estos alimentos daban a nuestros ancestros «una salud vibrante, cuerpos delgados y ausencia de enfermedades crónicas». Se omite que la esperanza de vida durante el paleolítico no pasaba de los 20 años y que el sedentarismo era impensable.

En cualquier caso, el libro incluye las «reglas básicas» para seguir esta pauta alimenticia. Entre ellas:

  • Comer todas las carnes magras, pescados y mariscos que se pueda.
  • Comer todas las frutas y verduras no feculentas que se pueda.
  • Nada de cereales.
  • Nada de legumbres.
  • Nada de productos lácteos.
  • Ningún alimento procesado.

El libro también promueve el consumo frecuente de «carne roja, asaduras y carne de animales de caza». Las recomendaciones para deportistas son similares: se les aconseja cantidades ilimitadas de carne magra, aves, pescados, fruta fresca y vegetales, y se prohíben los cereales, los lácteos, determinadas frutas y verduras, las legumbres y los alimentos procesados.

Son unas «reglas» contrarias a lo propuesto por la totalidad de las autoridades sanitarias o entidades de referencia en nutrición humana y dietética, incluidas las especializadas en nutrición deportiva. La última encuesta dietética española (estudio Enide) revela que se debe disminuir la actual ingesta de cárnicos, promover la ingesta de cereales integrales y legumbres y potenciar el consumo de lácteos desnatados. Conviene disminuir la ingesta de alimentos procesados, pero no es en absoluto recomendable prohibirlos de forma tajante.

¿Qué promete la paleodieta?

La lista de promesas de la paleodieta es larguísima, ya que garantiza disminuciones en el apetito, mejoras en el colesterol y en los triglicéridos, pérdidas exitosas de peso («sin hacer ningún cambio en tus hábitos de ejercicio») y mejoras en el rendimiento deportivo. También asegura ser eficaz para prevenir o tratar la diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular, la hipertensión, los cálculos renales, la osteoporosis, el asma, la enfermedad celíaca, la dermatitis herpetiforme, la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple, el cáncer, los problemas digestivos y hasta el acné.

El libro está lleno de falsos mitos. La densidad energética de frutas y hortalizas es muy baja, así que prohibir la ingesta de cereales y legumbres (uno de los «pilares» de la dieta) supondrá ingerir grandes cantidades de proteínas animales para cubrir las demandas energéticas del cuerpo. Ello afectará de forma negativa a las reservas musculares de energía (glucógeno muscular), lo que puede perjudicar el rendimiento deportivo en atletas y aumentar el riesgo de lesión.

Es una dieta hiperproteica, cara para el bolsillo, pero también cara para la salud

El propio autor señala en su libro que «el elemento más importante de la paleodieta es el elevado consumo de proteína, casi cuatro veces mayor que la recomendada oficialmente». Se trata, sin duda, de una dieta hiperproteica, cara para el bolsillo, pero también cara para la salud. El más reciente consenso de la FESNAD-SEEDO señala, a este respecto, que «las dietas hiperproteicas pueden incrementar a muy largo plazo el riesgo de mortalidad total y cardiovascular, sobre todo cuando la proteína es de origen animal».

Los seguidores de la paleodieta afirman que está «respaldada por miles de estudios clínicos de nutrición». Pese a ello, el Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas no halló en 2011 ningún estudio que sustentase sus quiméricas promesas. Tampoco los halló el equipo de US News & World Report. El GREP-AEDN considera que esta dieta «es totalmente desaconsejable, tanto para atletas como para la población general». Este grupo elabora en estos momentos un documento de postura al respecto, que se publicará en breve en su página web.

En resumen, seguir esta dieta puede compararse a subirse a un avión cuyo piloto utiliza un sistema de vuelo que contradice a todas las normas básicas de aviación.

Diez consejos para detectar y mantener alejadas las dietas milagro

La Alianza de Ciencias de los Alimentos y de la Nutrición (Food and Nutrition Science Alliance), que engloba a siete sociedades profesionales científicas de referencia, enumera diez banderas rojas que permiten identificar a la junk science (ciencia basura) en relación con la nutrición humana y dietética. Vale la pena revisarlas ante planteamientos como la paleodieta (las cumple todas) o ante cualquier otra dieta que haga promesas difíciles de creer:

  1. Recomendaciones que prometen un éxito rápido.
  2. Advertencias alarmistas de peligro sobre un determinado producto (como “el pan engorda”) o régimen (como “la dieta occidental ‘produce’ cáncer”).
  3. Declaraciones que suenan demasiado buenas como para ser ciertas.
  4. Conclusiones simplistas extraídas de un estudio científico complejo.
  5. Recomendaciones basadas en un único estudio.
  6. Afirmaciones refutadas por organizaciones científicas de gran reputación.
  7. Listas de alimentos buenos y malos.
  8. Recomendaciones encaminadas a la venta de un producto.
  9. Recomendaciones basadas en estudios sin revisión por pares.
  10. Recomendaciones a partir de estudios que ignoran diferencias entre individuos o grupos.
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