Navidad sin azúcar, ¿hasta qué punto es más sana?

Incluir versiones sin azúcar de productos tradicionales no siempre es sinónimo de alimentación saludable
Por Carlos Casabona Monterde 5 de diciembre de 2018

Img navidad sin azucarRecién comenzado diciembre y con las fiestas de Navidad a la vuelta de la esquina, toca abordar algo que en los últimos años es una tendencia imparable: turrones, mantecados, polvorones, roscones, hojaldrinas, alfajores y otros dulces navideños sin azúcar. ¿Son la solución para comer mejor en estas fechas? ¿Están igual de ricos que sus versiones tradicionales? Al no llevar azúcar, ¿se convierten en saludables? ¿Engordan menos o no lo hacen apenas? Veámoslo en el siguiente artículo.

La industria alimentaria está respondiendo con relativa rapidez al reto que supone reformular muchos productos donde el azúcar ocupaba una posición privilegiada, como primer o segundo componente, y con una presencia que rondaba entre el 40 % y el 70 %. Hoy ofrece nuevas versiones de cientos de productos, no solo los típicos navideños. Y lo hace etiquetándolos con leyendas y símbolos muy coloridos para que sean rápidamente vistos por el consumidor.

Uno de los aspectos clave de los nuevos productos en los que se sustituye el azúcar por edulcorantes sintéticos (como acesulfame-K, aspartamo, ciclamato, sucralosa o glucósidos de esteviol) es que su calidad nutricional no mejora por este cambio particular. ¿Por qué? Porque seguirán conteniendo harinas muy refinadas, grasas de mala calidad y casi el mismo número de calorías, ya que son productos de una densidad energética muy elevada (en poco volumen, mucha energía). Da prácticamente lo mismo que los edulcorantes no tengan poder calórico o lo tengan muy reducido: los productos a los que se añaden ya tienen calorías de sobra.

El azúcar no lo es todo

Pondremos un ejemplo para verlo claro. Un postre en el que presentemos frutos secos sin procesar (como almendras, avellanas o nueces), acompañados con unos trozos de fruta cortada en divertidos triángulos y colocados de manera atractiva en un plato, es una combinación imposible de superar por cualquier turrón o polvorón en el que se ha sustituido el azúcar por alguno o varios de los edulcorantes citados.

Para empezar, el sabor dulce de esos «nuevos» productos no contribuirá a educar el paladar de los niños, ni cambiará nuestras costumbres como adultos, para pasarnos a una alimentación más saludable sin hiperprocesados. Esto es, lleven azúcar o edulcorantes, los productos hiperprocesados no pueden considerarse al mismo nivel que los alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Jamás. Así, unas legumbres en conserva son alimentos procesados, pero no por ello resultan insanas sino que, muy al contrario, nos hacen ganar tiempo sin perder salud.

El peligro estriba en que, amparados en una presunta mejora nutricional de los cientos de productos navideños industriales, comamos incluso más que cuando comprábamos las versiones estándar o clásicas. Tampoco podemos fijarnos solo en si estos hiperprocesados llevan o no llevan azúcar. El problema no es tal o cual ingrediente, sino el conjunto de elementos constitutivos del producto, ya que esa ligazón o unión de ingredientes es la que provocará el punto de placer que los expertos saben encontrar al elaborar sus sabrosos -eso no lo podemos discutir- productos.

Lo mismo sucede con los roscones, muffins, magdalenas, cruasanes y bollería similar, incluidas las galletas. Ahora en muchos establecimientos ofertan bollería «integral», esto es, productos elaborados con harina que proviene del procesamiento del grano entero, aunque el poder calórico sea casi el mismo. Si bien ya sabemos que las calorías no son un factor primordial a la hora de alimentarnos de manera saludable (los frutos secos son en teoría muy calóricos y en la práctica resulta que no engordan, como señala el dietista-nutricionista Julio Basulto), en el caso de la bollería funciona distinto: estar elaborada con harina integral o sin gluten u horneada en un horno de leña ecológica no le imprime un sello de producto saludable, como si fueran fruta entera u hortalizas frescas.

En Navidad, apuesta por la sencillez

No nos queda otra solución que la sencillez y la lógica a la hora de alimentarnos bien: elegir productos sin procesar o poco procesados, y si nos apetece comer postres tradicionales navideños, porque toca, lleven o no azúcar, lleven o no grasas no saludables, lleven o no harinas integrales, tendremos que moderar nuestra ingesta.

Cabe recordar que los higos secos, las pasas o los orejones -productos también típicos de estas fechas- son alimentos saludables, como lo comenta Miguel A. Lurueña en este artículo, por lo que pueden formar parte de cualquier cena en estos familiares y emotivos días.

Antes de acabar, es preciso puntualizar que durante este mes de diciembre tenemos 14 días festivos o semifestivos, incluyendo los fines de semana. Esto quiere decir que, durante medio mes, vamos a tener la alegría y el ánimo suficiente para comer algo divertido y sabroso, aunque no sea muy saludable y tenga más calorías que una central térmica. En la consulta, los sanitarios oímos en muchas ocasiones que el niño y la familia comen muy sano entre semana, pero «por pecar un poco los días de fiesta no tiene por qué pasar nada». El problema es que, con el calendario en la mano, el concepto «de vez en cuando» se diluye, puesto que el número de días «pecaminosos» es igual al de los días de bondades nutricionales.

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