Cada vez son más los consumidores que huyen de contaminantes y pesticidas. En su cesta de la compra apuestan por las hortalizas, las frutas, las verduras y las carnes ecológicas. Inmersos en la era «Bio» y bajo el lema «mens sana in corpore sano», exigen calidad y seguridad para los alimentos que toman día a día. No en vano, los ciudadanos europeos gastan ahora el doble en comida ecológica que a finales de los noventa, según un informe de la Comisión Europea.
Escándalos alimentarios de los últimos años, como el mal de las vacas locas, han provocado que los consumidores reclamen mejores controles sobre aditivos, colorantes y potenciadores de sabor de la industria alimentaria. La necesidad de ingerir alimentos sanos va introduciéndose en la conciencia de los europeos, lo que se traduce en una exigencia a las autoridades de un mayor control frente a productos como los transgénicos, así como en la búsqueda de medidas para hacer frente a los alarmantes niveles de obesidad que se dan entre los ciudadanos europeos, sobre todo en la población infantil.
Última posición europea
Los ciudadanos quieren saber de dónde proceden los productos que adquieren. A ello ayudará la nueva normativa comunitaria -que entrará en vigor a partir de mañana- y que obliga a todos los productos que hayan sido genéticamente modificados a advertirlo en su etiquetado. A partir de ahí serán los consumidores los que puedan elegir libremente si desean o no consumir productos transgénicos.
Las cifras hablan por sí solas: más de 8.000 millones de euros salen de los bolsillos de italianos, españoles, británicos, franceses y alemanes directos al mercado de los productos orgánicos. No obstante, son los alemanes los que más gastan, lo que le otorga el título de mayor mercado ecológico de Europa, con una media de gasto de 38 euros por habitante. Les siguen los británicos (28 euros) y franceses e italianos (25 euros). En nuestro país son pocos los que todavía se deciden a comprarlos y el gasto dista bastante del de nuestros vecinos europeos: cada español dedicó una media de 5 euros en adquirir este tipo de alimentos, lo que nos sitúa en la última posición europea en el consumo de estos productos.
Alimentación más sana
Según el Panel de Consumo Alimentario 2003, en España los alimentos orgánicos representan ya el 11 por ciento del consumo total de hortalizas y el 7 por ciento de las frutas frescas. Pero también los españoles se han vuelto más exigentes y demandan más carne certificada (el 14 por ciento del consumo de carne fresca) y leches enriquecidas (el 16 por ciento del consumo de leche).
Una tendencia hacia una alimentación más sana que, sin lugar a dudas, coincide con la de nuestros vecinos europeos, que en una encuesta recientemente realizada por la Comisión Europea aseguraban tener mayor confianza en las frutas y verduras que en la comida rápida y en los menús preparados por los restaurantes. Por otra parte, también revelaba que en caso de crisis alimentaria son pocos (sólo uno de cada diez ciudadanos) los que confían en que la industria alimentaria les diga la verdad en caso de crisis.
No obstante, y a pesar de que se van abriendo paso, existe un escollo importante para que se produzca el total despegue de los alimentos orgánicos: su precio. No en vano, resultan entre un 20 y un 30 por ciento más caros que la comida de producción intensiva, un porcentaje que se dispara en el caso de la carne ecológica. Todo un freno para la demanda y ante el cual un tercio de los consumidores vacilan a la hora de comprarlos y tan sólo una cuarta parte justifica su coste y considera que merece la pena pagar más.
Mayores costes
Los alimentos ecológicos son más caros porque los sistemas de producción son más lentos, las necesidades de mano de obra mayores y los materiales que se usan, más caros. Por ello, la Comisión Europea recomienda en su estudio que se reduzcan sus precios y que se informe a los consumidores de por qué pagan más por ellos. A pesar de todo, el debate sobre si estos alimentos tienen mayores beneficios sobre la salud que los convencionales sigue abierto en los mercados internacionales. Detractores y partidarios seguirán enfrentando posiciones.
Con el objetivo de mejorar la calidad, garantizar la seguridad y aumentar la productividad de los productos ecológicos en Europa, la Comisión financiará con 18 millones de euros el proyecto «QualityLowInputFood» que tratará de poner en el mercado alimentos mejores a precios asequibles. El primer paso del proyecto medirá qué productos se compran más y qué esperan de ellos los consumidores. Más decisiva será la segunda fase, en la que se compararán características como el valor nutricional, la caducidad, el sabor, así como los riesgos relacionados con la reducción de la fertilidad, los patógenos y las toxinas de los hongos entre los productos ecológicos y los tradicionales. Una investigación que puede resultar clave para acabar con el conflicto.