Entrevista

Isabel García, formadora de socorristas en Cruz Roja y socorrista en Fundación Estadio en Vitoria-Gasteiz

Ningún manguito suple los brazos de unos padres
Por María Huidobro González 8 de mayo de 2018
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Imagen: Fundación Estadio
Isabel García lo tiene claro: “Somos los ‘cortarrollos’ del verano”. Pero no le importa. Ella es socorrista de la Fundación Estadio en Vitoria-Gasteiz y formadora de socorristas en Cruz Roja. Sabe que en cualquier acción que para la gente sea divertida en la piscina, ella, como todos sus compañeros, ve un posible riesgo y trata de atajarlo. Por eso esta técnico de emergencias sanitarias insiste en la vigilancia constante de los padres sobre sus niños en las piscinas. Como apunta en la siguiente entrevista, “los socorristas estamos para vigilar la piscina, prevenir, informar y actuar si sucede alguna emergencia, pero no para cuidar a un hijo en concreto, porque entonces estaríamos descuidando al resto”.

¿Qué se exige hoy en día para ser socorrista de piscina?

El socorrista no tiene titulación más allá de un curso de primeros auxilios y un curso de socorrismo acuático en el que tienes que superar una serie de pruebas físicas. A veces también piden el de desfibrilador. Pero pronto se profesionalizará y exigirán en todas las comunidades una titulación de grado medio.

Pero tendrán que hacer algún curso de recuerdo de vez en cuando…

Cada dos años en la Cruz Roja se hacen cursos de reciclaje de conocimientos y se vuelven a pasar algunas pruebas para demostrar que uno sigue en forma, porque es un trabajo en el que no te puedes ni debes acomodar. En 10 horas se recuerdan los protocolos de primeros auxilios de RCP (reanimación cardiorrespiratoria) y de atención a una víctima y en piscina las técnicas básicas de rescate.

¿Es difícil sacarse la titulación?

Para alguien al que se le dé bien la natación no es complicado. Hay que controlar los estilos de natación básicos (crol, braza y espalda), desenvolverse bien y tener un mínimo de fondo físico y aeróbico. Otra cosa son las playas, donde las pruebas son más exigentes, y no es tan sencillo sacarla.

¿Se respeta la labor del socorrista?

En general, no mucho. Hay gente, por suerte, que nos respeta, son educados con nosotros y siguen nuestras recomendaciones. Pero hay muchos otros que no, que no hacen caso a los consejos y no quieren cumplir las normas. Y luego están los adolescentes, que no es que no respeten, sino que vienen a hacer todo al contrario para fastidiar.

¿Qué suelen atender un día cualquiera?

“Somos los ‘cortarrollos’ del verano. En cualquier acción que para la gente sea divertida, nosotros vemos un posible riesgo y tratamos de atajarlo”

Caídas, golpes, resbalones, cortes, mareos, contusiones, torceduras, esguinces, heridas, dolor muscular… Y en verano, más insolaciones. Por mi experiencia en Fundación Estadio, por fortuna, quitando algún susto, en general nuestras atenciones son por lo que sucede fuera del agua. También porque hacemos mucha labor preventiva y, además, hay bastante cultura en cuanto a aprendizaje de natación y se desenvuelven muy bien en el agua.

¿En qué consiste esa labor preventiva que desarrollan?

La palabra que define la prevención del socorrista es la proactividad. Continuamente estamos haciendo una evaluación de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. En una piscina los riesgos potenciales son conocidos, por lo que hacemos una evaluación constante para intentar anticiparnos a los posibles accidentes y evitar males mayores. Somos los “cortarrollos” del verano. En cualquier acción que para la gente sea divertida, nosotros vemos un posible riesgo y tratamos de atajarlo.

¿En el caso de los más pequeños?

“Los socorristas estamos para vigilar la piscina, prevenir, informar y actuar si sucede alguna emergencia, pero no para cuidar a un hijo en concreto, porque entonces estaríamos descuidando al resto”
Los niños siempre tienen que ir acompañados por un adulto responsable. Ya sean menores de siete años, como mayores que no dominen el medio acuático, son responsabilidad de sus padres o del adulto con el que estén. A veces, no se es consciente de que los pequeños requieren de una vigilancia constante, pues en cuestión de segundos puede pasar una tragedia. Y toda la responsabilidad no puede recaer en el socorrista. No podemos estar viendo a cada persona. Estamos vigilando la línea de agua, pero también los alrededores: la playa circundante, qué gente entra, quién sale, que no corran por el borde para evitar resbalones…

¿Los padres les ven como canguros o niñeras?

Algunos padres dejan a sus hijos y como ya estamos nosotros al cargo… Pero no. Siempre que veo un niño solo le pregunto la edad que tiene, y si tiene menos de 7 años, buscamos a sus padres. Y si hay que hablar con ellos, pues se habla para dejarlo claro. No pueden dejarles solos. A veces esto lleva a enfrentamientos, porque no lo entienden y te dicen que para qué estamos nosotros. Y contestamos que los socorristas estamos para vigilar la piscina, prevenir, informar y actuar si sucede alguna emergencia, pero no para cuidar a un hijo en concreto, porque entonces estaríamos descuidando al resto.

¿Cuál es su opinión acerca de usar colchonetas, flotadores o manguitos?

Muchas veces prohibimos en las piscinas las colchonetas y los flotadores. Y lo hacemos por espacio, pero principalmente por seguridad. Hay padres que creen que dejando a su hijo con un medio flotante ya es suficiente, pero no lo es, pues puede perderlo o se puede pinchar o deshinchar y si no tiene un buen dominio del medio acuático, puede ahogarse. Los manguitos están bien, pero nada suple los brazos de unos padres. No hay que dejarles solos. Puede ocurrir que vengan niños más mayores que empiecen a salpicar y a empujarse y que al más pequeño lo ahoguen o asusten. Los medios flotantes pueden ser peligrosos si nos confiamos.

¿A qué edad es recomendable que aprendan a nadar?

Desde los seis meses a los dos años, se hacen cursos de matronatación para la adaptación y familiarización al medio acuático. Hasta los cuatro hay otros para jugar e incluso en algunos también van los padres para que le quiten el miedo. Y la iniciación para desenvolverse bien en el agua puede empezar a los 4-5 años. Cuanto antes los hagan mejor, es una tranquilidad. Pero esto no quita para que los padres no estén encima y les dejen solos, porque muchas veces no son maduros y no siguen las normas, y el socorrista no puede estar de niñera de todos.

En 2017, según la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo, los ahogamientos en menores de tres años y adolescentes crecieron.

“Aparte de que molestan, con las zambullidas bruscas los adolescentes se están poniendo en riesgo y a los de alrededor”
Es normal que haya más accidentes en esa franja de edad: en niños por distracciones y desconocimiento, y en adolescentes, porque es una edad difícil. Por eso insisto en que con los más pequeños es primordial la vigilancia constante y tener cuidado. Además, las piscinas particulares deben estar valladas para que no tengan acceso directo y hay que tratar de recoger los juguetes que se dejan en los bordes, porque los niños de 2-3 años los ven y tratarán de cogerlos, y es fácil que caigan al agua. Y en el caso de los adolescentes, es la franja más conflictiva, pues quieren hacer alardes de valentía y hacen zambullidas bruscas en cualquier sitio y de cualquier forma, saltos peligrosos, carrerillas… Aparte de que molestan, se están poniendo en riesgo y a los de alrededor.

Las ahogadillas también son peligrosas.

Si veo que es un juego que no entraña peligro, les dejo jugar, pero si no me hace estar tranquila, les digo que por seguridad es mejor que no sigan. Porque al final se trata de ver quién puede más e igual te crees que el otro aguanta más o no lleva tanto rato y es fácil que se lleven sustos y que le cojan miedo al agua.

¿Qué hay de esperar a hacer la digestión?

“Es fundamental introducirse en el agua de manera paulatina, sobre todo si el agua está fría y se viene con calor”
Es importante tener en cuenta la hidrocución, más conocida como corte de digestión, porque está muy relacionada con las comidas copiosas. De ahí que se diga lo de esperar dos horas a que haga la digestión; pero no es lo ideal ni obligatorio. Este fenómeno se produce por un cambio brusco de temperatura y puede provocar que se interrumpan funciones vitales básicas. Por eso, es fundamental introducirse en el agua de manera paulatina, sobre todo si el agua está fría y se viene con calor, después de estar un rato tomando el sol o de jugar a frontenis, por ejemplo. Aquí entra en juego la ducha previa. Muchos piensan que insistimos en ello por higiene, para mantener la calidad del agua, pero sobre todo lo hacemos para prevenir la hidrocución. Es como lo que nos decían nuestras abuelas: mójate la nuca, las mulecas, la tripa…

¿En qué otras tareas preventivas inciden?

En la protección solar: que utilicen cremas solares, que estén a la sombra, usen gafas… También en que no se tiren de cabeza en lugares donde no se conoce el fondo, porque pueden provocarse un traumatismo grave. Siempre deben salir del agua si se sienten indispuestos con mareos, visión borrosa, calambres… y emplear chancletas, por evitar resbalones, clavarse algo o contagios por algún tipo de hongos.

Si vemos que alguien se está ahogando, ¿cómo habría que proceder?

La curva de Drinker relaciona el tiempo que una persona pasa en parada cardiorrespiratoria sin que reciba atención con la probabilidad de supervivencia sin lesiones graves. A los cuatro minutos esta probabilidad cae a la mitad. Por eso, hay que ser rápidos, mantener la calma y activar la cadena de supervivencia desde el segundo cero avisando al socorrista y llamando al 112. Mientras llega la ambulancia, se saca a la persona del medio acuático, se la valora y se le practica una atención básica e inicial.

¿Y si no hay socorrista?

Hay que tener mucho cuidado, porque puede ocurrir que haya dos víctimas en vez de una. Una persona que se está ahogando desarrolla una fuerza superior a la normal y es capaz de asirse a un clavo ardiendo. Lo ideal es que la saque una persona que conozca la técnica de cómo agarrar a una víctima, y si no, tirarse con un material flotante como los aros salvavidas que debe tener toda piscina para que pueda agarrarse.

¿Qué se tendría que hacer fuera?

“Animo a todas las personas a formarse en primeros auxilios y RCP básica, porque es primordial para que una persona pueda salir adelante”
Ya fuera del agua se valoraría cómo se encuentra. Habría que valorar el nivel de consciencia. Para ello primero, hay que hablarle en voz alta. Y si no responde, tocarle: si no tiene ningún traumatismo, agitarle; y si no, dándole un estímulo doloroso como un pellizco. Si no responde, estaría inconsciente y habría que valorar la respiración. Tumbado boca arriba y con la cabeza hacia atrás, habría que levantarle la barbilla y acercarle nuestra oreja a su boca nariz durante 10 segundos para ver si su pecho se eleva, si se oye un ruido de respiración y si se siente su aliento. Si respira, pero está inconsciente, tendríamos que ponerle en posición lateral de seguridad. Pero si no sentimos nada de eso, tendríamos que iniciar la maniobra de la RCP, con o sin desfibrilador, y no pararla hasta que venga la ayuda especializada o hasta que la persona se recupere o estemos exhausto. Animo a todas las personas a formarse en primeros auxilios y RCP básica, porque es primordial para que una persona pueda salir adelante.

¿Y si ha habido un conato de ahogamiento?

Puede pasar que aparentemente se haya superado el ahogamiento, pero hay que tener cuidado porque se puede darse un semiahogamiento o ahogamiento secundario con resultado de muerte. A las 24 horas puede ocurrir que la persona empiece a sentirse peor y surjan complicaciones, como disneas, dificultad respiratoria, esternones, edema pulmonar, etc. porque ha habido aspiración de agua. Así que si ha tragado agua, lo conveniente es remitirle al hospital, donde le hagan las pruebas pertinentes para descartar la afectación.

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