Los síntomas del estrés en los niños

El estrés infantil se manifiesta con reacciones físicas y emocionales, ya que los pequeños son incapaces de expresar su malestar con palabras
Por Blanca Álvarez Barco 7 de diciembre de 2011
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Imagen: clairity

El exceso de ansiedad en un niño puede parecer insignificante para un adulto, que lo puede interpretar como una racha de mal comportamiento, ofuscación o enfermedad física. Por ello, a menudo, ocurre que la situación se encara mal o se deja estar. En general, solo se acude a la ayuda de un profesional cuando el estrés es ya un cuadro clínico que provoca síntomas. ¿Pero cuáles son esos síntomas? ¿Cómo reconocer los indicios del estrés infantil?

Los síntomas habituales de estrés infantil

En general, los niños no son conscientes de que soportan una situación estresante y, por ello, no saben expresar el malestar que sienten. Es entonces cuando desarrollan síntomas que pueden alertar a padres y profesores. Muchos pequeños se quejan de dolores de cabeza, dolor abdominal, depresión, lloros por cualquier circunstancia, e incluso, irritabilidad. Su conducta en clase también cambiará, así como su rendimiento, que será más lento. Los principales síntomas de estrés infantil pueden resumirse en los siguientes:

  • Síntomas físicos. Los más importantes son dolor de cabeza, molestia estomacal, problemas para dormir, pesadillas, una mayor tendencia a mojar la cama o una clara disminución de apetito.
  • Síntomas emocionales. Ansiedad, preocupaciones, incapacidad de relajarse, miedo a la oscuridad, a estar solo o a la muerte; aferrarse al adulto, rabia, llanto o gimoteo, incapacidad para controlar sus emociones, comportamiento agresivo, regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores del desarrollo, o ser reacio a participar en actividades familiares o escolares.

También pueden derivar en estrés los trastornos de ansiedad iniciados en la infancia o la adolescencia. Los más importantes, como señalan los psicólogos, son:

  • Trastorno de ansiedad de separación. El niño lo siente al separarse de una persona a quien está vinculado. Se desarrolla cuando debe desplazarse (ir a una excursión, a jugar a casa de un amigo o al colegio) o cuando son los padres quienes se desplazan. El trastorno incluye ideas angustiosas, como la sensación de que ocurrirá algo que impedirá volver a ver a los seres queridos.
  • Trastorno de evitación. El niño evita de manera excesiva el contacto con personas desconocidas, lo que interfiere en sus relaciones sociales. Se registra a la vez una intensificación del contacto con personas conocidas (familia y amigos íntimos). Son niños inseguros, tímidos y poco asertivos (no dicen lo que realmente piensan o sienten).
  • Trastorno por ansiedad excesiva. Es una preocupación injustificada, provocada por un temor anticipatorio. Ocurre cuando el niño se preocupa de manera angustiosa por exámenes futuros, visitas al médico, cumplir con sus obligaciones, tener accidentes… Pueden registrarse trastornos del sueño y sensación de inquietud o tensión. En general, este trastorno se asocia a fobias específicas (fobia escolar, fobia social…).
  • Trastorno por estrés postraumático. Es un trastorno debilitante habitual tras haber vivido un suceso aterrador, que hace que la persona tenga pensamientos y recuerdos persistentes y con miedo de la experiencia. En los niños, a menudo, se transforma en un trastorno crónico.
  • Trastorno adaptativo. Es la dificultad de adaptarse a nuevas situaciones e implica cambios de comportamiento. El niño cambia su pauta de actuación debido a un cambio externo, como la separación de los padres, un cambio de colegio, el traslado a un barrio diferente o, incluso, el cambio de actividad laboral de uno de los progenitores.
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