Los suelos arcillosos, junto con los arenosos y gredosos, están considerados suelos pesados por la dificultad que supone trabajarlos. Para distinguirlos visualmente, generalmente este tipo de suelos presentan colores oscuros, textura fina y grietas y estructura granular-densa en las capas más superficiales.
La composición química de estos suelos causa grandes retenciones de agua entre sus partículas, generando el consiguiente hinchamiento. Todo esto significa que este suelo húmedo tarda bastante tiempo en absorber el agua y secarse, lo que en tiempo de lluvias provoca la saturación y encharcamiento del terreno. La precariedad de su drenaje hace que se establezcan diferentes tipos de suelo arcillosos en función del grado de saturación de agua existente, y que puede durar desde 24 horas a una semana.
Por el contrario, en los meses más secos del año, si se riega de manera abundante, se produce una contracción de las partículas de arcilla y adquieren una dureza tal que convierte en imposible cualquier actividad dedicada al cultivo. En el caso de que se tenga plantado cualquier arbusto o planta en este tipo de suelo, es conveniente que en verano estén asiduamente regados.
Como los grandes problemas de este terreno son la textura y el drenaje, un método para mejorarlo consiste en cavar en la primera mitad del invierno con el fin de que las nieves vayan rompiendo el terreno y éste vaya adquiriendo una textura más grumosa.
En el caso de que se trate de una zona en la que durante la estación invernal no se produzcan heladas se llevarán a cabo los siguientes pasos:
-Cavar inmediatamente, después cubrir la zanja con una capa de sulfato cálcico que se encuentra en el yeso hortícola o la cal hidratada. La proporción ha de ser de entre medio kilo y un kilo por metro cuadrado. Estos productos van actuar mejorando la textura de un suelo, cuya estructura alcanzará un carácter grumoso.
-Esta capa se dejará a la intemperie durante las lluvias para que éstas laven la zanja introduciendo el sulfato cálcico.
-Luego es recomendable esperar al menos tres meses para incluir materia orgánica con la intención de abrir el suelo, evitar que se formen grandes terrones, y así mejorar el drenaje y la aireación.
-La materia orgánica más adecuada es cualquier tipo de compost, paja, serrín, turba o estiércol fermentado.
Si todo esto no ha funcionado, y el suelo continúa siendo demasiado duro para trabajarlo, la opción que queda reside en instalar un sistema de drenaje, que conste de una serie de tuberías de barro dispuestas en espiga.
Mejorar el suelo arenoso
Por otro lado, los suelos arenosos son aquellos que son sencillos de trabajar por la naturaleza ligera de sus componentes, entre los cuales el cristal de sílice es su principal elemento. Un tipo de suelo de estas características es un terreno que casi no retiene ni el agua ni los nutrientes que se le puedan aportar. En consecuencia, se trata de un suelo ligero, con dificultad para mantener la humedad del sustrato y en el que se suele producir un calentamiento durante los meses de primavera y verano.
Para preparar estos terrenos es aconsejable cavar y remover la tierra a poca profundidad un par de semanas antes de la siembra. Si se quiere enriquecer el suelo es fundamental añadir gran cantidad de materia orgánica, así se formará humus para retener la humedad que el suelo arenoso no es capaz de mantener y dosificar las necesidades de la planta en los períodos más secos del año.
De todas formas, las medidas tomadas deberían de ser suficientes para poder cultivar plantas, aunque la medida más conveniente se centra en limitarse a plantar las flores que se adecuan a este tipo de terreno.