Los radiadores antiguos ocupan mayor espacio y son más pesados que los actuales, por lo que podemos llegar a accidentarnos si nos golpeamos fuertemente con ellos. Otra de sus desventajas estriba en que son ellos mismos, junto con los tubos que conforman el circuito de la calefacción, quienes permanecen calientes y desprenden el calor, en lugar soltarlo poco a poco desde un acumulador, por lo que si los tocamos cuando estén en funcionamiento podemos quemarnos. Además su rendimiento calorífico es menor que el de los radiadores actuales.
A pesar de las mencionadas desventajas, en ocasiones, aun cuándo se cambie la caldera, se suelen mantener los radiadores, en parte para ahorrar dinero, en parte para conseguir que con su aspecto rústico formen parte de la decoración de la casa.
Para poder mantener el radiador podemos fabricar un cubreradiador, aunque estaríamos ocultando su vistosa rusticidad. Una buena opción para resolver el problema consiste en empotrarlo dentro de la pared, tal y como puede apreciarse en la fotografía. De esta forma podremos mantener a la vista su aspecto sin correr el peligro de quemarnos o golpearnos, a la vez que reducimos el espacio que ocupan en la vivienda.