Cómo optimizar tus inversiones en cuatro pasos

La adecuada planificación en la inversión de los ahorros permite aumentar los beneficios y generar un rendimiento mínimo todos los años
Por José Ignacio Recio 27 de octubre de 2015
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Combinar rentabilidad y seguridad no es una característica muy habitual entre los productos bancarios destinados a la inversión. No obstante, una serie de pautas permiten rentabilizar los ahorros sin riesgos y que el saldo esté cada vez más saneado. Para lograrlo, no hace falta ser experto en los mercados financieros. Tan solo con un poco de sentido común, y la ejecución de los consejos que se exponen en este artículo, bastará para conseguir ese objetivo de forma clara y sencilla.

Aumentar los ahorros en cuatro pasos

En el actual escenario económico ya no basta con invertir los ahorros sin una estrategia definida, sino que es necesario optimizar su rendimiento. El objetivo es lograr cada año un incremento en el saldo bancario, como consecuencia de la inversión de los ahorros, y cuando menos en torno al 3% o 5% anual, haciendo frente al deterioro generado en la rentabilidad en los productos de renta fija (depósitos, pagarés bancarios…).

Una estrategia planificada permite cumplir este fin, pero no sin dificultades. La primera clave es acertar en el modelo de inversión en función de las características que presenten los mercados financieros. Y es que no todos los productos para la inversión son aptos para un determinado ciclo económico y anticiparse a estos movimientos implica amplias plusvalías.

1. Inversiones: definir la permanencia

Las inversiones deben plantearse con un periodo de permanencia lo bastante amplio como para que los ahorros puedan revalorizarse ajenos a los movimientos coyunturales o especulativos. Esta pauta es muy importante en los productos destinados al medio o largo plazo: entre dos y cinco años será un periodo prudente para mejorar los márgenes de rentabilidad.

En este sentido, será muy importante que los ahorradores definan su estrategia y qué cantidad están dispuestos a invertir, para así delimitar los plazos de permanencia. De esta forma, se evitarán más de un susto y hasta seguro que una pésima operación a través de las ventas realizadas en el mercado, y como consecuencia del movimiento coyuntural de los activos financieros objeto de la inversión en cualquier producto: Bolsa, fondos, operaciones a crédito, etc.

2. Inversiones con flexibilidad

La clave es tratar de suscribir productos financieros de gran liquidez que, ante un escenario adverso, permitan cerrar posiciones con prontitud o, al menos, dirigirlas a otros productos con mejores perspectivas para los próximos años.

En este sentido, la herramienta más idónea es la rapidez en las actuaciones. Esto se consigue con información, experiencia y un poco de asesoramiento por parte de los profesionales, ya que son ellos quienes conocen a la perfección cómo operar en los mercados.

En otro escalón, habrá que decantarse por modelos altamente adaptables a cada situación y a los procesos de los mercados financieros. Una de las propuestas que mejor cumplen con este fin son los fondos de inversión flexibles, tanto en la renta fija como en la variable. Cumplirán con el objetivo de optimizar la inversión y alejarla de riesgos innecesarios.

3. Limitar los productos más sofisticados

Será imprescindible aprender de los errores del pasado y evitar todo tipo de operaciones que conlleve excesivos riesgos o que estén basados en productos de los que se desconoce cómo funcionan.

Los productos con alto riesgo no ofrecen ninguna rentabilidad garantizada y sus peligros son enormes, por lo que no compensa su contratación.

Por lo que respecta a la inversión en Bolsa, siempre está presente la tentación de comprar acciones de valores especulativos, muy poco líquidos y con mucha volatilidad. Sin embargo, estas inversiones son poco responsables. No habrá más remedio que abstenerse de realizar estas operaciones, si se desean optimizar las inversiones.

4. Anteponer la seguridad al riesgo

Siempre será preferible optar por productos o modelos de inversión no expuestos en exceso a los riesgos de los mercados. No hay que apuntar muy alto, ni buscar porcentajes de rendimiento muy elevados. Una rentabilidad en torno al 5% anual puede ser un buen punto de partida para desarrollar la cartera de inversión.

En todos los productos para la inversión (fondos, ETF y Bolsa) siempre hay propuestas más agresivas que otras. Si se seleccionan los activos financieros más seguros, los motivos para preocuparse serán menores, y lo que es más importante, con las mismas expectativas de revalorizarse y que, incluso, a través de los dividendos pueden generar un rendimiento fijo todos los años de hasta el 8%.

¿Cómo solucionar los errores?

Nada sube y baja eternamente en los mercados financieros, pero si la inversión que se ha realizado se desarrolla bajo la segunda tendencia, creará un grave problema al ahorrador. Pero también en esta situación podrá optimizarse la inversión, a través de una actuación rápida que detenga de forma radical este movimiento.

Sobre todo, y si la coyuntura es en especial delicada, habrá que cerrar las operaciones (vender). Para evitar que las pérdidas no sean inasumibles, los inversores en Bolsa pueden aplicar una orden de limitación de pérdidas, las conocidas como stop loss, que les protegerán de los movimientos bajistas al vender las acciones solo con un 3%, 4% o 5% de minusvalías, en función del nivel que pueda soportarse.

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