¿Es mejor una gestión activa o pasiva en la inversión?

Detectar cuál es el formato de inversión más rentable dependerá del perfil del usuario y de su determinación para gestionar sus ahorros
Por José Ignacio Recio 5 de julio de 2018
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Uno de los eternos dilemas para encarar una inversión es decidir si esta debe ser activa o, por el contrario, pasiva. Esta estrategia se emplea sobre todo en los fondos de inversión por su mayor capacidad para administrar una cartera de activos financieros por parte de las gestoras. El objetivo es elegir un modelo de inversión que replique un índice bursátil o esté basado en la decisión de los gestores para encontrar las mejores oportunidades de negocio generadas desde los mercados financieros. A continuación se dan las pistas para acertar.

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¿Cuál es la mejor gestión: activa o pasiva?

En principio no hay ninguna modalidad mejor o peor que otra, sino que dependerá del perfil del inversor y, sobre todo, del ciclo económico en el que se tienen que invertir los ahorros.

No obstante, hay algunas pistas que pueden decantar la balanza en uno u otro sentido, de cara a conseguir el objetivo que se plantean todos los inversores al formalizar estos productos: mejorar el retorno a su patrimonio personal o familiar. No en vano, las diferencias con respecto a su rentabilidad pueden situarse a partir del 3 %, en función de sus particularidades.

Comisiones: más altas en la gestión activa

Desde este escenario general, no faltan los analistas que se inclinan por una gestión pasiva como fórmula más eficaz para generar mayor rentabilidad en las operaciones. Aluden que casi siempre es más rentable replicar un índice de referencia que adaptarse a las circunstancias de los mercados financieros. Tiene la ventaja de que las comisiones de estos fondos son sensiblemente más bajas. Además, no habrá ninguna desviación sobre las fuentes de cotización. En consecuencia, constituye un modelo de gestión más transparente donde resulta más fácil prever los posibles beneficios o pérdidas en las operaciones.

Para que los inversores no alberguen ninguna clase de dudas sobre la elección de su modelo de gestión, la información será su principal herramienta de defensa.

Tanto en las fichas como en los folletos de los fondos deberá aparecer cómo será administrada la composición de la cartera, con las tarifas que aplican desde las gestoras, en concreto la comisión de gestión, que es la que cobran por los servicios prestados. Si se calcula en relación al patrimonio del fondo, tiene un tope máximo del 2,25 %. Es más frecuente que en la gestión activa se acerque a este límite, como consecuencia de la prestación de este servicio profesional, mientras que en la pasiva es muy habitual que esta tasa no supere niveles del 1 %, en especial si proceden de la renta fija. La diferencia entre ambos modelos varía entre medio y un punto porcentual.

En cualquier caso, los fondos de gestión activa son más caros que los pasivos, pero no será el principal factor para determinar su rentabilidad real, sino que dependerá de otros factores.

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Replicar un índice bursátil

Uno de los parámetros para determinar si la gestión activa puede ser más rentable que la pasiva se materializa a través del informe SPIVA (Standard & Poor’s Indices Versus Active Funds). En él se analiza el comportamiento de los fondos de gestión activa con respecto a sus índices de referencia, con un plazo de permanencia de entre uno y diez años. Pues bien, en el último estudio se pone de manifiesto que tan solo el 2 % de estos productos supera al Standard & Poor’s 500 a largo plazo, mientras que en España, el 18 % de los fondos de estas características consiguen batir al mercado.

De todas formas, casi siempre es muy rentable cambiar de fondo cuando las condiciones de los mercados financieros no son las mismas o se ha producido un cambio de tendencia en el activo financiero demandado. Será una ocasión más favorable para dar un golpe de timón y mejorar la rentabilidad del fondo, hasta el punto de que los propios gestores están en condiciones de aprovecharse de las ineficiencias y gestionar la volatilidad con mucha más eficacia que desde los modelos indexados o más estáticos.

Composición de las carteras

Uno de los ejemplos más claros se produce en un escenario bursátil que se perfila bajo una nueva tendencia bajista. Si el fondo elegido se gestionase de manera activa, podría variar las condiciones para mejorar su rendimiento. Así podría pasar de una distribución del 75 % de renta variable y 25 % fija a otra sensiblemente diferente y aprovecharse de la nueva coyuntura que van aportando los mercados o activos financieros. Esto está indicado para adecuarse a cambios de ciclos en la economía internacional.

Otra de las aportaciones de la gestión activa es que permite una mayor diversificación en la forma de entender la inversión, incluso para protegerse de su exposición a la bolsa porque, de este modo, pueden limitarse las pérdidas en las situaciones más desfavorables para los mercados financieros -o incluso obtener beneficios en estos escenarios tan adversos para los inversores-.

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