La facturación del Comercio Justo español superará este año los 1.000 millones de pesetas

Esta actividad cuenta ya en España con 31 asociaciones, 100 profesionales, 1.500 voluntarios y 62 puntos de venta
Por EROSKI Consumer 26 de diciembre de 2001

A pesar de que el Comercio Justo español (CJ), todavía está lejos de la madurez de otros países europeos, comienza a experimentar un lento pero sostenido crecimiento como demuestra el hecho de que este año sus ventas superarán los 1.000 millones de pesetas, cuando en 1993 rondaban apenas los 16 millones. En la actualidad, en España existen 31 asociaciones, 100 profesionales, 1.500 voluntarios, y 62 puntos de venta permanentes (en 1995 eran sólo 3), todos ellos dedicados a este tipo de comercio.

El Comercio Justo no es otra cosa que pagar «lo que corresponde, establecer una relación comercial equitativa». En general, los productos «justos» tienen fama de ser muy caros, cosa que es verdad cuando se trata de alimentos pero de ningún modo cuando son productos artesanales.

Así lo señala Fernando Contreras, jefe del área de Distribución de Intermón Oxfam, una de las organizaciones no gubernamentales españolas con mayor tradición en ese ámbito. Y lo recalca Pablo Cabrera, presidente de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ), que apunta una doble receta preventiva frente a la fiebre compradora que nos invade. Primero, «pensárselo dos veces antes de ir a gastar las más de 100.000 pesetas que cada español desembolsará en promedio estas navidades». Y segundo, «elaborar una lista de las compras realmente necesarias y derivar algunas a las tiendas de Comercio Justo».

Etiqueta de garantía

El CJ se ha demostrado ya como una eficaz herramienta de cooperación, pero en España tiene aún bastantes asignaturas pendientes. La primera, la expansión de su incipiente entrada en los circuitos comerciales habituales, donde podría llegar al gran público e impulsar un auténtico «círculo beneficioso»: más concienciación, más compras, más productores del Sur favorecidos, más desarrollo en sus comunidades, más y mejor producción…

El segundo gran reto, en el que ya trabaja la Coordinadora Estatal, es la fijación de una «etiqueta de garantía social» que identifique los productos ante el consumidor y suceda al «Justo Aquí» que ahora avala a las tiendas. El tema es complejo y va despacio, reconoce Contreras, porque precisa de «receptividad por parte de las empresas». Pero «es una línea de avance y se va a tener que imponer», remacha.

Confusión y pereza

Cabrera añade por su parte otros dos desafíos. Uno, desmontar la «mentira de que el Comercio Justo es más caro», cuando sólo los artículos de alimentación tienen un precio «un poco más» alto; «acércate a comprar artesanía a cualquier zona comercial, y comprobarás que la nuestra es más barata», advierte. Y otro, la «vaguería» del posible consumidor, que se aferra al argumento de las «pocas tiendas de CJ para no desplazarse», cuando sólo necesitaría hacerlo de vez en cuando; o sea, como hace ahora a otros comercios.

Para remediar aquella confusión y esta pereza, las ONG que se dedican al Comercio Justo (entre ellas Intermón, Ideas y Alternativa 3 suman el 70% de la facturación, pero no desmerecen Emaús-Erein, Equimercado, Hirugarren Mundua ta Bakea-Paz y Tercer Mundo, Mercadeco, Setem, Sodepaz, Solidaridad Internacional, etcétera) no han dejado de acudir a las nuevas tecnologías. Tanto en el ámbito sensibilizador, a través de la propia web de la Coordinadora Estatal (www.e-comerciojusto.org), como en el puramente comercial.

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