Estimular el habla

Los padres desempeñan un papel fundamental en el desarrollo del lenguaje oral de los hijos
Por Marta Vázquez-Reina 28 de mayo de 2010
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Imagen: eyeliam

Desde los primeros balbuceos hasta la pronunciación de una frase completa hay un largo camino. Padres y educadores deben intervenir para propiciar la correcta adquisición del lenguaje en las primeras edades, ya que es una de las principales bases en las que se asentarán los aprendizajes posteriores de los niños. Proporcionarles un modelo lingüístico adecuado a su madurez, fomentar juegos y actividades verbales y trabajar los aspectos prelingüísticos, como la respiración y la audición, son algunas propuestas de los especialistas para estimular el desarrollo del habla en los más pequeños.

«Papá» y «mamá» son, a menudo, las dos primeras palabras que aprenden a pronunciar los bebés con pocos meses de edad. A partir de entonces, se inicia el largo y complejo proceso de desarrollo y adquisición del lenguaje, que culmina en torno a los cinco o seis años. Para que el aprendizaje durante este periodo progrese de forma adecuada, se requiere un alto grado de motivación y estimulación por parte de padres y docentes, que deben trabajar sobre los diferentes aspectos que intervienen en el avance de la capacidad lingüística.

Etapa prelingüística

Antes de pretender que el niño hable, hay que trabajar aspectos preverbales, como la audición, la respiración o la motricidad labiolingual, puesto que sin ellos el desarrollo del lenguaje puede quedar limitado.

La capacidad de escucha juega un papel fundamental en la adquisición del habla

  • Audición: la capacidad de escucha juega un papel fundamental en la adquisición del habla. Para estimularla en los primeros años, los especialistas recomiendan actividades de discriminación auditiva, como tareas de imitación de voces de animales (guau, miau, cuá-cuá) o de ruidos provocados por personas o por la naturaleza (sisear, ulular del viento), reconocimiento de sonidos ambientales (cerrar una puerta, arrugar un papel, un timbre), de instrumentos musicales o de acciones como tocar las palmas, silbar, chasquear los dedos o toser.
  • Respiración: el niño debe aprender a respirar de forma adecuada y a acompasar el ritmo con la emisión de sonidos. Se puede trabajar con ellos mediante juegos de imitación respiratoria que les enseñen a inspirar y espirar, así como con tareas de soplo (sobre objetos pesados y ligeros para que observen qué ocurre o soplar una vela o molinillo).
  • Motricidad labiolingual: es esencial para conseguir una buena articulación de los sonidos. Algunas actividades para desarrollarla que proponen los expertos consisten en jugar a sacar y meter la lengua y realizar movimientos con ella, apretar y aflojar los labios, sonreír o ejercitar la mandíbula al abrir y cerrar de forma repetida la boca o mascar.

    Cuando empieza a hablar

    En torno a los 18 y 24 meses, el niño puede disponer ya de un lenguaje limitado, pero comprensible

    En torno a los 18 y 24 meses, el niño puede disponer ya de un lenguaje limitado, pero comprensible, que ampliará de forma paulatina en los siguientes años. Durante esta etapa, los padres juegan un papel fundamental, son el modelo principal en el que se basarán sus hijos para aprender a hablar. Los especialistas aconsejan atender los siguientes aspectos:

  • Hablar de forma clara y correcta: los niños aprenden a hablar por imitación, reproducen el modelo adulto hasta que construyen el suyo propio. Al dirigirse a ellos, hay que utilizar articulaciones claras y frases sencillas, adecuadas a su nivel de madurez y sin distorsionar las palabras, ya que pueden percibirlas como correctas cuando no lo son. Utilizar un lenguaje infantilizado puede evitar un adecuado desarrollo lingüístico.
  • Corregir sin interrumpir: en un principio, es más importante insistir en la capacidad de comunicación e interacción del niño con los demás, que en la correcta articulación de las palabras de forma exclusiva. Hay que evitar interrumpir la conversación del pequeño para corregir las pronunciaciones incorrectas, ya que esto puede obstaculizar las iniciativas espontáneas para comunicarse. El modo adecuado de corregir es proporcionarle en la conversación el modelo verbal correcto para que lo imite en otras ocasiones.

    Es habitual que los padres se adelanten a las respuestas de sus hijos

  • Dejarle hablar: «¿Cuántos añitos tienes? Tiene tres». Es habitual que los padres se adelanten a las respuestas de sus hijos, pero de este modo, prescinden de importantes ocasiones que favorecen el desarrollo comunicativo del niño. Hay que atender también a sus peguntas, aunque interrumpan, porque son manifestaciones espontáneas del lenguaje que ayudan a su adquisición.
  • Nuevo vocabulario: cualquier momento es bueno para integrar nuevos términos en el vocabulario del niño. Los adultos pueden enseñar palabras con acciones cotidianas. Narrar y verbalizar qué se hace en cada ocasión, jugar a describir objetos o partes del cuerpo, cantar canciones y contar cuentos son algunos de los recursos más efectivos con los pequeños.
    El lenguaje, base del aprendizaje

    José Luis Gallego Ortega, logopeda y doctor en Pedagogía de la Universidad de Granada, en su artículo “La atención temprana del lenguaje oral: un requisito previo al aprendizaje lectoescritor”, afirma que “el aprendizaje de la lengua materna, junto con un rápido desarrollo psicomotor, son las dos adquisiciones más importantes que los pequeños conquistan en los primeros años de vida. A partir de ellas, se establecen bases sólidas que permiten nuevos y más complejos aprendizajes”.

    Por este motivo, este especialista recomienda que se tenga especial atención al desarrollo del habla en los niños. “Multitud de trabajos insisten en la conveniencia de abordar el lenguaje desde perspectivas preventivas y estimuladoras, no sólo rehabilitadoras”, apunta Gallego, quien recalca que “el lenguaje oral es un aspecto preliminar necesario para acceder a la mayoría de las actividades que implica la escolaridad”.

    La atención temprana es el camino idóneo para facilitar los intercambios comunicativos de los más pequeños con su entorno. Sin forzar su propio ritmo evolutivo, los padres y docentes pueden llevar a cabo un conjunto de acciones encaminadas a desarrollar las habilidades fonológicas, fonéticas, morfosintácticas, semánticas y pragmáticas necesarias para comunicarse. “No debe consistir en una aplicación masiva e indiscriminada de estímulos sensoriales y lingüísticos”, advierte Gallego, “sino en una estimulación adecuada al niño que se dirige, pensada para prevenir o aminorar los posibles déficits del lenguaje”.

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