Los perros pueden aprender palabras de la misma forma que los niños pequeños, según una investigación alemana

Estos animales, al igual que los bebés, son capaces de relacionar un objeto con una palabra mediante un proceso cognitivo de asociación rápida
Por EROSKI Consumer 11 de junio de 2004

En los primeros años de vida, los niños amplían progresivamente su vocabulario gracias a una habilidad innata para formar rápidamente hipótesis sobre el significado de una nueva palabra cuando por primera vez aparece vinculada a un objeto. Esa habilidad para relacionar rápidamente un objeto con una palabra se basa en un proceso de discriminación por exclusión que los especialistas en aprendizaje del lenguaje llaman «fast mapping». Un estudio de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leizpig (Alemania), demuestra ahora que los perros pueden ampliar el número de palabras que entienden a través de ese mismo proceso cognitivo de asociación rápida. Quien ha contribuido a demostrarlo es Rico, un border collie de 9 años que puede reconocer 200 palabras, un vocabulario comparable al de algunos chimpancés, delfines y loros entrenados.

Para verificar que Rico reconoce por su nombre numerosos objetos, en su mayoría muñecos y pelotas con las que juega habitualmente, los investigadores alemanes hicieron un experimento. En una habitación colocaron diversos objetos elegidos al azar de esa colección de 200 juguetes. En otra sala aguardaban el perro y su propietario. Cuando a instancias de un científico el dueño del animal nombraba un objeto, Rico se dirigía a la primera habitación para buscarlo, cogerlo con sus fauces y llevarlo a su amo. Acertó 37 de 40.

Superada esa prueba, los investigadores quisieron averiguar cómo aprendía nuevas palabras. Con ese fin colocaron en una habitación un nuevo juguete entre siete que eran familiares para Rico. Luego, desde la otra sala, se pedía al perro que trajera el nuevo juguete utilizando una palabra que nunca había oído, por ejemplo «calcetín». El experimento se realizó diez veces con diferentes objetos. Rico acertó en siete ocasiones. Aparentemente asumió, como hacen los niños, que las nuevas palabras hacían referencia a objetos que carecían de nombre para él.

Un mes después, sin que Rico hubiera tenido más contacto con los nuevos objetos que conoció cuatro semanas antes, se repitió el experimento con alguna variación. En cada prueba, uno de esos nuevos objetos, por ejemplo un calcetín, era colocado en una habitación junto a cuatro que eran conocidos por Rico y otros cuatro completamente desconocidos. El border collie acertó en tres de las seis sesiones, lo que significaba que había memorizado las palabras que aprendió un mes antes. Esto no implica que Rico tenga un grado de comprensión del lenguaje como un niño pequeño, sino una capacidad semejante para asociar objetos y sonidos porque perros y niños pueden usar el mismo método de aprendizaje.

A la luz del experimento, los científicos alemanes proponen que habilidades lingüísticas aparentemente complejas, hasta ahora sólo observadas en niños, pueden estar reguladas por estructuras cognitivas mucho más simples que existen en otras especies. De hecho, piensan que ciertos aspectos de la comprensión del habla evolucionaron antes, y de forma independiente, que el lenguaje humano.

Paul Bloom, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Yale (EE.UU.), sugiere que esta capacidad de asociación rápida para aprender nuevas palabras existe en los perros porque son animales domésticos que se han especializado en interpretar las intenciones comunicativas de las personas.

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