Por qué nos creemos las noticias falsas o fake news

En un mundo donde los bulos y las fake news campan a sus anchas, la desinformación tiene a nuestro cerebro como aliado. La mente es propensa a compartir sin reflexionar informaciones que tocan su lado más emocional
Por Adrián Cordellat 5 de mayo de 2025
creer fake news
Imagen: Gustavo Fring
El pasado mes de septiembre, en plena precampaña electora estadounidense, el Partido Republicano, con Donald Trump a la cabeza, se encargó de difundir una noticia: los inmigrantes haitianos se estaban comiendo las mascotas de sus vecinos de Springfield (Ohio). El bulo se propagó como la pólvora y, aunque posteriormente fue desmentido por los medios de comunicación, sirvió para apuntalar una de las ideas clave de su campaña: el rechazo al inmigrante. En los últimos años, especialmente en las redes sociales, se ha puesto de moda el concepto de “callo solar”. Según quienes lo divulgan, que cuentan con miles y miles de seguidores, exponerse al sol sin protección hace que la piel cree que ese callo, lo que evitará quemaduras en el futuro. Estos son solo dos ejemplos recientes de un fenómeno, el de la desinformación, que no es nuevo y que, como se ha visto, no se ciñe solo al ámbito político.

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Desinformación y emociones

Ninguna esfera informativa está libre de fake news y algunas de estas noticias falsas pueden poner en peligro la vida de miles de personas, como el bulo del que hablamos. ¿Recordamos aquello de que la vacuna de la covid-19 llevaba un chip para controlarnos? ¿Quién no ha recibido alguna noticia en su móvil sobre terapias milagrosas para curar el cáncer?

Una pregunta queda flotando en el aire: ¿por qué nos creemos las noticias falsas?La desinformación es un activador emocional que utiliza nuestras emociones, como el miedo, la indignación o la ira”, responde Marc Amorós, periodista y autor del libro ‘Fake news: la verdad de las noticias falsas’.

Su opinión la comparte María Fernández, investigadora en ciencia cognitiva en la Universidad de Valencia. Diversos estudios en los que ha trabajado demuestran que la emoción modula mucho la propensión de las personas a compartir las noticias (sean falsas o no). “La carga emocional de una noticia puede activar circuitos relacionados con la gratificación instantánea, lo que nos lleva a compartirla sin reflexionar demasiado”, apunta.

El cerebro ahorra energía

Fernández recuerda que, en términos evolutivos, las emociones han ayudado al ser humano a reaccionar rápidamente ante amenazas o situaciones importantes. “Evolutivamente hemos desarrollado atajos cognitivos que nos permiten tomar decisiones rápidas. Muchas veces funcionan, pero otras no. Y estos atajos, que muchas veces vienen de la mano de la emoción, nos hacen vulnerables a la desinformación, ya que las noticias cargadas de emoción captan más rápido nuestra atención y se procesan con más facilidad que aquellas basadas en datos fríos y análisis racionales”.

En esto, apunta David Bueno, doctor en Biología y director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st de la Universidad de Barcelona, también tiene mucho que ver el hecho de que el cuerpo humano haya sido diseñado evolutivamente para ahorrar energía. Y el cerebro, que es el órgano que más energía consume, también. “Las emociones surgen de la amígdala, que consume muy poca energía. La reflexividad y la racionalidad, en cambio, surgen en la corteza prefrontal, que es la zona del cerebro —y de nuestro cuerpo— que más energía metabólica consume. Por lo tanto, ante una noticia lo lógico es que se prime la impulsividad, es una cuestión de supervivencia biológica, y las fake news se aprovechan de esto”, argumenta.

Sesgos cognitivos: qué son y ejemplos

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Imagen: Teona Swift

Los atajos cognitivos citados por la investigadora María Fernández, conocidos en psicología como atajos heurísticos, permiten al cerebro reducir la complejidad a la hora de tomar una decisión y evitan pensar mucho y gastar energía. Esos atajos, sin embargo, nos pueden llevar a cometer errores. Son los conocidos como sesgos cognitivos.

Todos tenemos esos sesgos, que en última instancia condicionan la manera en que nos informamos y procesamos la información. Estos son algunos de los más importantes y que más influencia tienen en el ámbito de la desinformación.

🧠​ Sesgo de confirmación

El cerebro tiene tendencia a creerse más aquellas noticias que refuerzan lo que ya pensamos, las que de alguna forma nos dan la razón. Así, por ejemplo, si somos votantes del partido político A, seremos más proclives a creernos noticias falsas que pongan en entredicho la integridad del líder del partido político B.

🧠​ Sesgo de grupo

Por inercia, damos más verosimilitud a las noticias de personas que entendemos que están en nuestra línea de pensamiento y muchas veces nos dejamos llevar por la opinión de su grupo, en lugar de por nuestros propios juicios. Por ejemplo, una persona escéptica a los avances científicos se creerá el bulo de que las vacunas provocan autismo, aunque esté vacunado.

🧠​ Sesgo de autoridad

Es más fácil que nuestro cerebro dé credibilidad a las informaciones de personas que consideramos referentes, aunque a lo mejor no tengan los conocimientos suficientes sobre el tema. Esto sucede de forma habitual entre seguidores de influencers en redes sociales, que muchas veces dan por buenos consejos erróneos sobre salud —como por ejemplo el bulo de que el agua no hidrata— , por el simple hecho de que los dicen personas que cuentan con miles de followers, lo que les reviste de un cierto halo de autoridad que, en realidad, no tienen.

🧠​ Sesgo de anclaje

Este atajo cognitivo nos hace darle más veracidad a la primera noticia que recibimos sobre un tema, aunque después recibamos otras informaciones que la contradigan con datos. Un ejemplo se produjo durante la dana en Valencia, cuando algunos informadores compartieron la noticia de que había más de 200 cadáveres en el aparcamiento de un centro comercial. En esa localización no se encontró ningún cuerpo, pero aquella noticia falsa ya puso en marcha una teoría de la conspiración en la que mucha gente, aún hoy, y pese a la evidencia en contra, sigue creyendo.

🧠​ Sesgo de la verdad ilusoria

Este atajo vendría a refrendar aquella frase que dice que una mentira repetida 100 veces acaba convirtiéndose en verdad. Los nazis, de hecho, hicieron uso de esta táctica para lograr que gran parte de la población alemana acabase justificando el exterminio judío.

Para Marc Amorós, los dos sesgos que tienen más impacto en el ámbito de las fake news serían el de confirmación y, especialmente, el de grupo. “La desinformación une a la gente, es un pegamento social entorno a unas creencias, lo que hace que las personas se sientan parte de un grupo, de una tribu”, afirma.

En ese sentido, el periodista considera que un ejemplo paradigmático es el trumpismo: “Sus fieles acaban funcionando como miembros de una secta. Primero se construye una realidad en la que creer —que no tiene por qué ser toda falsa— y una vez se ha creado esa realidad, lo que hay que hacer es evangelizar, y para eso el sistema desinformador se vale de falsos periodistas, nuevos medios digitales, redes sociales, influencers, youtubers, podcasters…”. Y esta proliferación de bulos ha ido de la mano de una progresiva radicalización de la sociedad.

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