Tíbet.
Desciende de los dogos del Tíbet. En algún momento llegaron al hospicio de San Bernardo y fueron adoptados por los monjes, se supone que en los siglos X u XI. Fueron adiestrados para el salvamento de montañeros extraviados. El legendario Barry consiguió salvar 40 vidas el siglo pasado. Cabeza maciza, hombros musculosos, dorso y lomo anchos y en disposición horizontal, cola alta.
Anaranjado, caoba manchado, rojo manchado o blanco con parches de colores por el cuerpo; de un blanco brillante en la cara, blanco en el hocico, cuello, pecho, patas (delanteras sobre todo), pies y extremo final de la cola; negro en su cara y orejas.
Pelo denso, corto y terso, con un subpelo abundante, adosado y liso. Ligeros faldones en los muslos. El pelo de la cola es más largo y espeso.
Los machos deben medir al menos 70 cm, y las hembras 65 cm mínimo.
Peso:
Más de 50 Kg, llegando incluso a los 90 Kg
El San Bernardo necesita copiosas comidas. Requiere, también, un aseo cuidadoso, con especial cuidado en la boca y los ojos. Hay que tener en cuenta que es propenso a los problemas circulatorios. Existen líneas con predisposición a la displasia de cadera y a los problemas oculares. Por otra parte, se trata de un perro muy cómodo de adiestrar y de fácil convivencia.
El San Bernardo es un perro que se adapta a su propia apariencia: bonachón y pacífico. Es, en efecto, reflexivo, manso y afectuoso. Muy leal y devoto de sus dueños, especialmente con los niños, por los que siente adoración. Se adapta con facilidad a las exigencias del entrenador, aunque, en ocasiones, puede mostrarse algo terco. Ha sido educado para tareas de rescate, por su fino olfato, que es capaz de detectar a una persona enterrada bajo la nieve.
Buen compañero para los niños.