Estados Unidos registra la desaparición de millones de abejas sin dejar rastro

Los científicos desconocen la causa de un fenómeno que ha mermado un 25% los enjambres del país
Por EROSKI Consumer 29 de marzo de 2007

Los apicultores de Estados Unidos asisten con asombro a la misteriosa desaparición de millones de abejas en todo el país. Hasta tal punto llega la preocupación, que el Congreso debatirá la crítica situación de un insecto clave para la agricultura estadounidense.

Fue poco después de las navidades cuando los apicultores del Estado de Florida notaron que muchas de las abejas habían desaparecido. El síndrome, que los expertos han bautizado como «Problema del Colapso de las Colonias» (CCD), ha mermado desde entonces en un 25% los enjambres del país. «Hemos perdido más de medio millón de colonias, con una población de alrededor de 50.000 abejas», dijo Daniel Weaver, presidente de la Federación Estadounidense de Apicultores. El mal afecta a unos 30 de los 50 Estados del país, apuntó.

Resulta llamativo que en muchos casos no se encuentran los restos de las abejas muertas. «Históricamente, cuando algo afecta a los enjambres hay muchos insectos muertos», explicó May Berenbaum, una profesora de entomología de la Universidad de Illinois, que añadió que «en muchas de estas misteriosas desapariciones no hay cuerpos». A ello se suma el hecho de que las abejas obreras se dan a la fuga dejando a la reina atrás, en un comportamiento nada habitual en esta especie.

Weaver aseguró que nunca se habían enfrentado a una situación similar. Este apicultor, como muchos de los 1.200 miembros de su organización, confiaba en que el problema desapareciese con la llegada de la primavera boreal, cuando los enjambres se encuentran a rebosar. Sin embargo, la situación «todavía es crítica», aseguró Weaver, quien dijo que aún sigue recibiendo informaciones de abejas desaparecidas o muertas.

Los científicos barajan todo tipo de hipótesis, entre ellas la de que algún pesticida haya provocado daños neurológicos a las abejas y alterado su sentido de la orientación, lo que les impediría encontrar el camino para regresar a sus colmenas, indicó la profesora Berenbaum. Otros culpan a la sequía e incluso a las ondas de los teléfonos celulares, pero lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta cuál es la verdadera causa.

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