Imitar al Sol para crear una fuente de energía segura, limpia, barata e inagotable. Es el objetivo del proyecto ITER, un consorcio internacional en el que participa España a través de la Unión Europea (UE). Sus responsables han aprobado un presupuesto de 15.000 millones de euros que hará posible la puesta en marcha, en 2019, del primer reactor de fusión nuclear experimental del mundo. Sin embargo, sus críticos destacan su elevado coste y cuestionan su seguridad.
ITER, un proyecto de 15.000 millones de euros
La UE, EE.UU., Rusia, Corea del Sur, India, Japón y China han dado el visto bueno al presupuesto para poner en marcha, a finales de 2019, el primer reactor de fusión nuclear del mundo. El proyecto ITER (de las siglas en inglés “Reactor Internacional Termonuclear Experimental” y también “camino” en latín) pretende construir una instalación experimental que “abra el camino” a una nueva generación de centrales basadas en esta tecnología, mucho más limpia y económica que las actuales instalaciones, basadas en la fisión nuclear.
Sin embargo, el camino es tortuoso y sobre todo, caro. Los siete socios del proyecto ITER han aprobado el presupuesto para los próximos diez años, que multiplica por tres el previsto en 2006: se ha pasado de 5.600 millones de euros a los actuales 15.000 millones.
Se ha pasado de 5.600 millones de euros a los actuales 15.000 millones
La primera prueba de fusión se pretende realizar en noviembre de 2019 y no en 2018 como se había estimado. El recinto de Cadarache ya luce grandes vallas electrificadas y otras medidas de seguridad. Junto al reactor se construirá un complejo de 32 edificios auxiliares. Su explotación se alargará durante veinte años, y después, se desactivará y desmantelará, una fase que podría alargarse hasta 40 años. Si tuviera éxito, todavía faltarían pasos importantes y mucho tiempo hasta la llegada de reactores comerciales de fusión nuclear (no se prevé antes de 2050).
La decisión sobre su lugar de ubicación también ha resultado complicada. La primera idea de construir un reactor de fusión nuclear se remonta a 1985. La entonces Unión Soviética y EE.UU. acordaron desarrollar un proyecto conjunto, y al año siguiente se formaba el consorcio. En 2002 comenzaba el debate sobre su emplazamiento, y fue Cadarache, a unos 70 kilómetros de Marsella, la elegida. La candidata francesa dejaba atrás a Rokkasho-Mura (Japón), Clarington (Canadá) y Vandellós (España).
Cómo funciona el ITER
El ITER se basa en un tokamak (siglas rusas que significan “cámara toroidal y bobina magnética”), una vasija de reactor en forma de aro en el que se calienta un gas en forma de plasma (el cuarto estado de la materia), a temperaturas cercanas a los 100 millones de grados. El plasma se confina en el reactor gracias a unos fuertes campos magnéticos producidos por enormes imanes superconductores.
Los científicos han demostrado que el proceso de fusión controlada funciona. La primera prueba práctica se logró en 1997 en el reactor JET en Culham, Reino Unido. Sin embargo, se necesitaron 23 megavatios (MW) para producir 16. Con el ITER se espera generar 500 MW por 50 invertidos, con un gramo de tritio.
Con el ITER se espera generar 500 MW por 50 invertidos, con un gramo de tritio
Otra posibilidad es la del “reactor híbrido de fisión/fusión”, que “reproduciría” materiales fisionables como el uranio 233 (a partir del torio) o el plutonio 239 (a partir del uranio). Estos materiales podrían utilizarse para generar más electricidad mediante la fisión, o ser extraídos para utilizarse en otros reactores o en armas nucleares. Sin embargo, el reactor híbrido también combinaría los inconvenientes de cada uno de estos procesos.
Posibles inconvenientes del proyecto
Los defensores del ITER subrayan que es una tecnología segura y limpia. Los productos de la reacción no intervienen en el proceso, y ante cualquier accidente, el reactor dejaría de funcionar. Según Carlos Alejaldre, director general adjunto del ITER, no produce gases de efecto invernadero, involucrados en el cambio climático. Asimismo, no creará residuos como los de las actuales centrales nucleares sino “restos de material activado de media y baja actividad” no peligrosos. En su opinión, el impacto medioambiental del ITER es mínimo: “las energías interiores en el reactor no tendrán suficiente potencia para romper el confinamiento”.
Greenpeace, Ecologistas en Acción, World Information Service on Energy / Nuclear Information and Resource Service (WISE/NIRS) y el Grup de Cientifics y Tècnics per un Futur No Nuclear, han publicado el informe “El ITER, un agujero negro en la economía energética” que cuestiona el proyecto y su seguridad, y recuerda que tiene que hacer frente a tres problemas ambientales: la manipulación de cantidades respetables de tritio (material radiactivo), la radiactividad inducida en la estructura del reactor y los residuos radiactivos generados.
Los peores isótopos tardarán unos 200.000 años en descomponerse
Frente a esta tecnología, los responsables del informe apuntan a las energías renovables y al alto potencial de ahorro y eficiencia energética. El informe indica qué se podría hacer con el presupuesto del proyecto: edificios con sistemas más eficientes que en 20 años ahorrarían más de 24 mil millones de euros, cocinas solares para 90 millones de hogares y electricidad con paneles solares a más de 40 millones de hogares en países en desarrollo, etc.
Otro informe de la oficina española del WISE indica los problemas que tendrán todas las etapas de la vida operativa del reactor. Su emplazamiento en Cadarache ha supuesto un impacto ambiental: su ubicación era antes un bosque, y se han tenido que realizar explosiones para cimentar el edificio del reactor sobre roca y realizar excavaciones. Cuando se finalice, será preciso transportar los combustibles de un modo regular. Aunque la reacción principal puede ser muy limpia, las interacciones del tritio y la cámara donde se produce la reacción pueden presentar múltiples efectos colaterales.
El informe del WISE detalla el coste de desmantelar el ITER. En primer lugar, se retirará el tritio radiactivo y el polvo activado (entre 5 y 8 años). El proyecto contempla una segunda fase -periodo de latencia- de unos 25 años, hasta asegurar exposiciones aceptables a la radiactividad. Como es previsible que la normativa se vuelva más estricta, la última y tercera fase, el desmantelamiento final del reactor, se encarecerá en gran medida y supondrá un mínimo de seis años. En total, el informe estima entre 36 y 39 años para cerrar de forma definitiva el ITER, y unas 40.000 toneladas de metales radiactivos procedentes del desmantelamiento del reactor y de cualquier maquinaria radiactiva asociada que se deberán gestionar y almacenar. Según el informe, el desmantelamiento necesitará varios miles de millones de euros más que las cifras estimadas en el proyecto.