La desaparición de los manglares hace peligrar la supervivencia de comunidades costeras en Centroamérica y Asia

El característico bosque tropical de costa ha perdido una cuarta parte de su superficie mundial en los últimos 20 años
Por EROSKI Consumer 11 de agosto de 2003

La cada vez más abusiva acción del hombre, ejemplificada especialmente en la extracción indiscriminada de madera preciosa y en la acuicultura del langostino, está haciendo peligrar la supervivencia de las comunidades costeras de buena parte de Centroamérica y de Asia, principalmente Indochina. Los manglares, el característico bosque tropical de costa, han sufrido en los últimos veinte años un descenso en su superficie mundial de prácticamente una cuarta parte. Tailandia, el mayor productor de camarón tropical, ha perdido el 67% de sus manglares; Ecuador, un 20%; Honduras, un 50%; y, en La India y Bangladesh, la acuicultura y sus resultados han forzado grandes migraciones.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el tamaño de estos bosques costeros había disminuido de 19,8 millones de hectáreas en 1980 a menos de 15 millones en 2000, aunque en la última década el ritmo de destrucción ha bajado del 1,7% anual de 1980 a 1990, al 1% anual entre 1991 y 2000. Antes de la llegada de la acuicultura y la extracción intensiva de madera, el crecimiento demográfico de las comunidades de la costa había provocado una destrucción de menor impacto, al derivar estos espacios para crear infraestructuras de comunicaciones o producir arroz y sal.

Los manglares crecen en los litorales tropicales y subtropicales. Además de proteger las costas de la erosión producida por el viento, las olas y las corrientes de agua, en los manglares hay una variedad de mamíferos, reptiles, anfibios y aves, algunos en peligro de extinción. Estos bosques también le proporcionan nutrientes a la red alimentaria marina y frezaderos a una amplia variedad de peces y mariscos, incluidas algunas especies comerciales. Además, los manglares ofrecen una serie de productos madereros y de otros tipos, como carbón, forrajes, material para techos, miel y medicamentos, entre otros.

Diversas organizaciones ecologistas internacionales, como Greenpeace, han alertado del fuerte impacto que está teniendo para la supervivencia del manglar la industria del camarón, considerada en estos momentos como la mayor amenaza. El cultivo de langostinos requiere la destrucción de los manglares para construir estanques, advierten los ecologistas. Explican que para la cría industrial del langostino se emplean ingentes cantidades de productos químicos (fertilizantes, plaguicidas, antibióticos, etc.), que dan lugar a contaminaciones de los recursos hídricos locales.

La elevada extracción de agua dulce que necesita su crianza y la introducción de especies tratadas genéticamente acaban por destruir las propias infraestructuras de la industria camaronera, que tiene que buscar nuevos emplazamientos, aseguran los ecologistas. La destrucción y la «herencia» de extensos terrenos yermos, son moneda común a los pocos años.

El resultado final son amplias zonas devastadas por la acción antrópica, en áreas donde además se registra una alta concentración de población. El problema, además de la destrucción del manglar, es que las costas quedan desprovistas de sus mecanismos de defensa ante las adversidades climáticas y pierden toda la riqueza biológica que proporcionaba alimento a economías sociales de amplia base autárquica, señalan los conservacionistas.

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