Naciones Unidas recuerda que los árboles son un «servicio de limpieza» natural de las ciudades

El último informe de este organismo sobre medio ambiente incluye a las grandes urbes entre los ecosistemas del planeta a tener en cuenta
Por EROSKI Consumer 19 de septiembre de 2002

Contaminación atmosférica, degradación del suelo, aguas sin depurar y fragmentación del hábitat son problemas comunes a todos los ecosistemas del planeta, si exceptuamos los de montaña y los polares, y también son características comunes de las ciudades. Sin embargo, éstas no suelen aparecer en los informes sobre el estado del medio ambiente que cada año elaboran distintos organismos internacionales, ya que el concepto de «ecosistemas urbanos» es nuevo y también controvertido para algunos. Pero lo cierto es que la Organización para las Naciones Unidas (ONU) tiene una definición para ellos: «Una comunidad biológica donde los humanos representan la especie dominante o clave y donde el medio ambiente edificado constituye el elemento que controla la estructura física del ecosistema». Así se recoge en el último informe realizado por este organismo, en colaboración con el Banco Mundial y el Instituto de Recursos Mundiales, que dedica un capítulo a estos ecosistemas «olvidados».

Si bien las urbes no son el paradigma de lo que la gente suele incluir bajo el concepto de medio ambiente, siempre más enfocado a la naturaleza, las implicaciones ambientales que tienen las ciudades y el auge del concepto de desarrollo sostenible han llevado a incluirlas en la lista de ecosistemas del planeta. No en vano, los ecosistemas urbanos cubren actualmente cerca de un 4% de la superficie de la Tierra -más de 471 millones de hectáreas, lo que supone cuatro veces más que los ecosistemas de agua dulce, por ejemplo- y en ellos tienen sus lugares de residencia 2.700 millones de personas, una cifra ésta última que, según el Fondo de Población de la ONU, podría dispararse en 2030 a 5.100 millones de personas. Pero igual de importante que el número de personas que viven en ellas es su extensión, pues muchas veces las áreas urbanas no están delineadas, sino que se mezclan con los suburbios y las áreas rurales, pero la conversión del terreno ya se ha dado, aunque luego la densidad de población sea baja.

Asimismo, los ecosistemas urbanos figuran entre los espacios más importantes del planeta en materia de bienestar humano, productividad e impacto ecológico.

Así, los ecosistemas urbanos, a diferencia de los naturales, se encuentran altamente alterados por la construcción de edificios, calles, caminos, estacionamientos y otras estructuras arquitectónicas artificiales que forman una cubierta del suelo prácticamente impenetrable. Pero también las ciudades contienen ecosistemas naturales y seminaturales -prados y parques, bosques, tierras cultivadas, humedales, lagos, arroyos-, aunque esa vegetación en algunas áreas pueda estar también muy alterada, que se convierten en los «pulmones» de las grandes urbes y aportan un amplio rango de bienes y servicios.

Los espacios verdes en las ciudades, así como los lagos y arroyos, disminuyen significativamente la temperatura (que puede ser entre 0,6 y 1,3 grados centígrados más elevada que en las zonas rurales) y, por lo tanto, reducen el consumo de energía y la contaminación atmosférica. Para ilustrar cómo funciona la vegetación en este capítulo, baste decir que un árbol grande por sí solo tiene la capacidad de transpirar hasta 450 litros de agua por día, consumiendo 1.000 megajulios de energía calórica para impulsar el proceso de evaporación. Pero los árboles y bosques eliminan también dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono, ozono y otras partículas. Por ejemplo, se calcula que los árboles de Chicago (Estados Unidos) eliminan 5.575 toneladas de contaminantes atmosféricos por año, un «servicio de limpieza» que el estudio de la ONU cifra para esa ciudad en 9 millones de dólares. Pero los árboles no sólo mejoran la calidad del aire y regulan la temperatura, sino que también suponen un eficaz remedio contra los altos niveles de ruido que predominan en las ciudades. Un cinturón de 30 metros de árboles altos, combinado con superficies suaves, puede contribuir a reducir los niveles de ruido en un 50%.

Pero lo cierto es que cada vez hay menos zonas verdes en las ciudades y éstas crecen a un ritmo de 160.000 personas al día, con el consiguiente aumento en el uso de recursos naturales y en la generación de desperdicios. Se calcula que una ciudad con una población de un millón de habitantes en Europa requiere cada día un promedio de 11.500 toneladas de combustibles fósiles, 320.000 toneladas de agua y 2.000 toneladas de alimentos, la mayoría de los cuáles se producen fuera de la ciudad, por lo que además habría que sumar, por ejemplo, el consumo de energía que hizo posible el transporte. Esto es el consumo, ¿pero qué genera cada día la ciudad? Nada menos que 300.000 toneladas de aguas residuales, 25.000 toneladas de dióxido de carbono y 1.600 toneladas de residuos sólidos.

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