Plaga de medusas

En los últimos años se ha triplicado su presencia en las costas así como el riesgo de picaduras
Por Azucena García 7 de septiembre de 2005

Aunque no hay evidencias científicas, el aumento de la temperatura del mar parecer ser una de las principales causas de la multiplicación de las medusas. Su llegada a las costas es tres veces mayor que la registrada hace apenas una década y las picaduras en los bañistas son cada vez más graves. Los oceanógrafos advierten de que un mordisco de esta especie puede llegar a causar la muerte, ya que sus tentáculos albergan veneno. Y es que cada año arriban al Mediterráneo medusas más peligrosas, aunque tampoco la costa cantábrica se libra de su presencia. Los grupos ecologistas defienden que el hábitat natural de las medusas es el agua y, por lo tanto, no se las se puede expulsar de este medio, pero la plaga de medusas, cada vez más frecuente, va camino de convertirse en un importante problema para los bañistas.

Causas de la aglomeración

Las medusas, consideradas uno de los principales enemigos de los bañistas, aparecen masivamente en verano. Es precisamente este incremento de los termómetros el que favorece la llegada de las medusas, cuya aglomeración da lugar a las plagas, atraídas por el calor. “De momento sólo hay hipótesis, pero se trata de un fenómeno que se da a nivel global puesto que en los mares hay muchas medusas”, explica Francesc Pagès, biólogo investigador del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC). “Tenemos una visión del mar muy costera, pero el mar es muy extenso y las medusas son de por sí muy abundantes”, añade.

Causas de la aglomeración

Según Pagès, el aumento de las temperaturas como fruto del calentamiento global adelanta además el ciclo de vida de las medusas, aunque también la pesca desmesurada (sobrepesca), que supone la captura y desaparición de las especies que se alimentan de medusas, como las tortugas marinas, contribuyendo así a su reproducción. El resto de factores que explican el aumento de su número en las costas, son el exceso de nutrientes (nitratos de los fertilizantes utilizados para la agricultura) vertidos al mar, del que algunas especies de medusas, afirma Pagès, saben sacar provecho, y el aumento de la temperatura ambiente, con primaveras muy secas. “Cuando llovía más, había mucha agua continental que iba al mar, con lo que bajaba la salinidad -explica Pagès-. Las medusas no toleran la salinidad baja y se frenaban en la frontera natural creada entre el agua del mar y el de lluvia. Ahora llueve menos y ese frente salino ha menguado, por lo que ha aumentado la cantidad de medusas”.

Por último, alejadas de la costa, las medusas también pueden ser arrastradas hacia las playas por las corrientes superficiales que generan los vientos de mar a tierra. Cuando el agua costera tiene una temperatura similar a la de mar abierto, las corrientes pueden llevar a las medusas hasta la costa en pocos días. En estos casos, el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona recomienda, ante un gran número de medusas en aguas costeras, cerrar la playa al menos durante 24 horas, sacar del agua tantas medusas como sea posible, así como los tentáculos y los fragmentos flotantes rotos por la acción de las olas -ya que continúan activos-, no pasear por la playa en el rompiente de las olas y permanecer fuera del agua.

Consecuencias

Ante los recientes cambios y la llegada de un mayor número de medusas a los arenales, los grupos ecologistas han alertado sobre el cambio climático y el desequilibrio ecológico del mundo marino que provoca “la mano del hombre”. Según Greenpeace, impulsor de la Campaña de Océanos, en el mar habitan unas 178.000 especies, desde el plancton microscópico a las grandes ballenas, “si bien la exploración de zonas profundas puede revelar miles más en el futuro”, amenazadas por el impacto de la sobrepesca, el cambio climático o la contaminación, que favorecen a su vez la llegada de medusas. “Aunque los océanos cubren más de dos tercios de la superficie del planeta, es evidente que no son una fuente inagotable de recursos, por lo que -aseguran estos ecologistas-, de no poner en marcha reformas urgentes, sufriremos trágicas consecuencias tanto para el medio marino como para las personas que dependen de la conservación del ecosistema”.

Por su parte, Francesc Pagès, confirma que la tendencia no va a cambiar. “Si se sigue este camino, en el futuro habrá más medusas y la biomasa de peces se transformará en biomasa de gelatina, puesto que cada año se acercan hasta la costa un mayor número de ejemplares, además de especies cada vez más peligrosas”. Subraya además que en los últimos cinco años llegaba una especie que no picaba, pero desde hace un par de años se ha notado un incremento de otra especie de medusa que pica más. “Es impredecible saber qué tipo de medusa llegará el próximo año, porque se calcula que hay como una docena de especies grandes y cientos de especies pequeñas”.

Es impredecible saber qué tipo de medusa llegará el próximo año, porque se calcula que hay como una docena de especies grandes y cientos de especies pequeñas

En esta línea, Pagès recalca que las medusas más peligrosas se encuentran en las costas australianas y que éstas no están tan lejos como pudiera parecer, porque cada vez se van extendiendo más a través del Canal de Suez, por donde pueden penetrar especies de países exóticos. “De hecho -alerta-, se están convirtiendo en un importante problema en la costa de Israel, y ya se están extendiendo también por Grecia”. El experto considera que las autoridades no tendrán conciencia del problema hasta que no llegue aquí. “Las medusas son venenosas y pueden llegar a causar la muerte. En Australia ya hay más muertes por picadura de medusa que por ataques de tiburón

Las medusas son venenosas y pueden llegar a causar la muerte. En Australia ya hay más muertes por picadura de medusa que por ataques de tiburón

“, manifiesta el biólogo, para recordar que, al fin y al cabo, “las medusas viven en su medio, que es el agua, en el que llevan más de seiscientos millones de años y somos nosotros quienes hemos invadido su medio”.

Cómo actuar ante una picadura de medusa

Desde el grupo ecologista Oceana Europa, su vicepresidente, Xabier Pastor, insiste en que las plagas de medusas no sólo afectan a la costa mediterránea, sino que cada vez son también más frecuentes en las zonas frías, donde se repite el exceso de pesca que contribuye al incremento de las medusas. A su juicio, esta situación es un síntoma del momento tan delicado por el que atraviesa el mar, que al favorecer la formación de plagas de medusas, favorece también el aumento de las picaduras.

Las medusas son transparentes y gelatinosas, compuestas en un 95% por moléculas de agua, se camuflan perfectamente en el agua y tienen gran facilidad para flotar. La mayoría carece de ojos, orejas y cerebro, pero posee un sistema de caza muy eficaz, con tentáculos que les permiten comer tanto plancton como pequeños peces, a los que anestesian hasta la muerte con el veneno de estos tentáculos. Digieren a sus presas a tal velocidad que pueden comer hasta 200 ejemplares diarios de pequeño tamaño y hartarse de plancton en el Mar Menor, en el sureste de la península Ibérica, donde, según el Instituto Español de Oceanografía, se aprecia un gradiente de mayor producción de plancton asociado a la profundidad y la distancia a la costa.

Son capaces de nadar a una velocidad de hasta 55 metros por hora, aunque prefieren dejarse arrastrar por las corrientes y lo normal es que ocupen una densidad de 10 metros cúbicos, con tentáculos que llegan a alargarse hasta los cinco metros. “Las más frecuentes pueden alcanzar los 70 centímetros de diámetro y un metro de longitud”, precisa Francesc Pagès.

La mitología griega les ha dotado de una magnífica leyenda, según la cual Medusa era una divinidad cuyos cabellos fueron convertidos en serpientes, capaces de petrificar a quienes los miraban, y aunque sus picaduras no petrifiquen a las víctimas, sí producen un intenso dolor como consecuencia del veneno que inyectan. Cuando esto ocurre, el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona recomienda:

  • No frotar la zona afectada ni con arena ni con la toalla.
  • No limpiar la zona de la picadura con agua dulce, usar siempre agua salada.
  • Aplicar frío sobre la zona afectada durante 15 minutos usando una bolsa de plástico que contenga hielo.
  • Nunca aplicar hielo directamente a no ser que sea de agua marina y si el dolor perdura hay que aplicar de nuevo la bolsa de hielo durante otro cuarto de hora.
  • Extraer cualquier resto de tentáculo que permanezca adherido a la piel, teniendo cuidado con los dedos.

Por último, si pese a seguir estos consejos el estado de la víctima empeora progresivamente y se detectan complicaciones respiratorias, convulsiones o alteraciones cardíacas, ha de ser llevada inmediatamente al hospital para que le traten de estas afecciones. “Además, las personas que han sido picadas una vez están sensibilizadas, con lo que una segunda picadura puede producir una reacción más severa”, advierte el Instituto.

Se recomienda además identificar la especie de medusa que ha ocasionado la picadura y aplicar el tratamiento médico correspondiente, pudiendo ser éste una solución saturada de sulfato de magnesio en una solución de cloruro sódico, en el caso de la medusa ‘Pelagia noctiluca’; una solución acuosa concentrada 1:1 de bicarbonato sódico, para la ‘Chrysaora hysoscella’; una solución saturada de sulfato magnésico en una solución de cloruro sódico, para la ‘Rhizostoma pulmo y la Cotylorhiza tuberculata’; y un chorrito de vinagre, para la ‘Physalia physalis’. Todos estos tipos de medusas son fácilmente identificables por los puestos de socorro que se encuentran en las playas y serán ellos los que apliquen los primeros cuidados y quienes aconsejen el tratamiento a seguir.

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