Hace ahora 90 años de la constitución del Parque Nacional de los Picos de Europa, el primero de los creados en España y el de mayor número de grandes vertebrados. Los tres macizos de los Picos de Europa y las cabeceras de los ríos Cares, Sella y Deva integran un territorio de 64.600 hectáreas, donde se asientan 12 pueblos de León, seis de Asturias y dos de Cantabria. Sólo la situación en que se encuentra uno de sus habitantes, el urogallo, ensombrece el excelente estado que presenta el enclave.
El 22 de Julio de 1918 se declaró Parque Nacional de la Montaña de Covadonga a un paraje montañoso, dentro del cual quedaban incluidos los núcleos habitados de Covadonga (Asturias) y Caín (León). El parque pasó a denominarse de los Picos de Europa en 1995, cuando se amplió a los tres macizos de los Picos y las cabeceras de los ríos, englobando una rica variedad de flora y fauna y 20 poblaciones, donde habitan 1.264 habitantes, según datos del director del parque, Rodrigo Suárez.
La ubicación geográfica, las diferencias de altitud -desde los 75 metros sobre el nivel del mar de Peñamellera Baja hasta los 2.646 en Torrecerredo- y las peculiares formaciones geológicas hacen que en este espacio confluyan desde los ambientes alpino y subalpino al bosque atlántico y microclimas mediterráneos. Entre la fauna, destaca el rebeco, el oso, el lobo, el urogallo, e incluso el quebrantahuesos, cada vez más asiduo en el parque, aunque no nidificante. «Hay censadas 212 especies de vertebrados. En general tenemos poblaciones en buen estado, si bien en el caso del urogallo, se registra aquí el acusado declive, común al resto de la región», detalla Suárez.
Menos de 200
«En la Cordillera había 582 machos de urogallo censados en 1982, y tal vez no queden en la actualidad 200. La situación es muy difícil e influyen distintos factores», argumenta el responsable de Picos. «Están bajando sus recursos tróficos porque los bosques se van cerrando, desaparecen los claros, donde abundaban los arándanos, aumenta el venado que compite por las arandaneras y el jabalí, que depreda las puestas, que están al nivel del suelo». «De momento hemos empezado a hacer desbroces para fomentar las arandaneras, poniendo vallados señalizados para que no se dañe en los días de niebla, porque vuela muy bajo. Está en vigor un plan nacional de cría, con objeto de poner en marcha una población reproductora, con centros en Ladines (Asturias) y Valsemana (León)», explica.
El quebrantahuesos, por su parte, crió hasta los años 60 y desapareció por la abundancia de venenos y de los disparos. Afortunadamente ha crecido mucho la responsabilidad de la gente. «Ahora hay presencia habitual de ejemplares que vienen desde Pirineos. Cada vez aparecen más adultos y subadultos», comenta Suárez.
Por lo que se refiere al lobo, reapareció cuando habían cambiado las costumbres ganaderas. Ahora hay que hacer compatible la ganadería extensiva con la presencia del animal, consiguiendo sistemas para disminuir su presión, mediante cercados eléctricos y otras iniciativas.
Del rebeco hay una población de unos 5.000 ejemplares, pero la epidemia de sarna afecta ya al 60% del parque y está disminuyendo los efectivos. Respecto al oso, el parque está en la zona oriental, la de menos población, pero es habitual su presencia.
Desaparición de la caza
El futuro del parque implica la desaparición total de la caza, aún legal en parte del territorio. «Debemos negociar con quienes tienen derechos cinegéticos: hay que buscar alternativas, pero la caza debe quedar prohibida en el parque. Así lo exige también la homologación internacional», afirma Suárez.
Para el director, el nivel de furtivismo ha ido decreciendo a medida que florece entre la gente el respeto a la naturaleza. «La guardería del parque está pendiente, pero también hay que destacar el papel del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil)», apunta.
