La reciente Cumbre del Clima de Durban (Sudáfrica), la COP 17, ha devuelto a la actualidad mediática el cambio climático. Los países siguen sin ponerse de acuerdo para enfrentarse a este problema, que no solo afecta al medio ambiente, sino también a la economía y la salud de todos los habitantes del planeta. Los gobiernos son los máximos responsables de tomar medidas, pero no son los únicos que pueden y deben comprometerse contra el cambio climático. Los consumidores pueden aplicar en su vida cotidiana diversas acciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y, de paso, mejorar el medio ambiente.
No derrochar energía y utilizar renovables
El consumo de energía proveniente de combustibles fósiles supone la emisión de los GEI implicados en el cambio climático. El ahorro de energía sin mermar el confort se puede lograr de muchas maneras: hacer un uso razonable de la calefacción y el aire acondicionado, aislar bien la vivienda, comprar aparatos eficientes (bombillas de bajo consumo, electrodomésticos de clase A o superior), anular los electrodomésticos con stand-by y, en general, cualquier sistema eléctrico que no se utilice, utilizar contadores inteligentes para conocer en tiempo real el consumo energético, hacer uso de una empresa de servicios energéticos (ESE) para mejorar la eficiencia y reducir el consumo de energía en los edificios, etc.
El uso de energías renovables en casa evita la emisión de GEI y el gasto en combustibles fósilesEl uso de energías renovables en casa evita la emisión de GEI y el gasto en combustibles fósiles, a la vez que supone a los consumidores un ahorro de las facturas de las compañías energéticas. Las posibilidades son muy diversas: desde grandes paneles fotovoltaicos de techo a pequeños cargadores solares para cargar pilas reutilizables o el móvil, paneles solares térmicos para calentar el agua o biocombustibles para el automóvil.
Desplazarse de forma sostenible
El transporte y su consumo de energía es otro de los grandes emisores de GEI. Los consumidores pueden apostar por un modelo de movilidad más sostenible: utilizar cualquier tipo de transporte público y exigir que haya más y sea más ecológico, si se necesita el vehículo privado, elegir un modelo menos contaminante, realizar una conducción eficiente o compartir el coche y el parking.
Siempre que sea posible, se puede ir a pie o en bicicleta, ya sea privada o pública, convencional o eléctrica, incluso para ir a trabajar. Si se prefiere, se puede combinar con transporte público. También destaca la opción de no desplazarse, gracias al teletrabajo, o realizar los viajes de manera más ecológica para reducir las emisiones de GEI.
Reducir, reutilizar y reciclar
La necesidad de nuevas materias primas para crear productos y su proceso de extracción, transporte, elaboración y gasto energético genera gran cantidad de GEI. Los consumidores pueden disminuir estas emisiones con las famosas tres erres:
- Reducir: comprar lo imprescindible, evitar los productos de usar y tirar y priorizar los reciclados y reciclables.
- Reutilizar: aprovechar al máximo la vida útil de los productos, darles un nuevo servicio y compartir e intercambiar bienes de consumo.
- Reciclar: recoger de forma selectiva los residuos para llevarlos a los contenedores de reciclaje correspondientes. Dos datos: por cada tonelada reciclada de envases ligeros, se evita la emisión de dos toneladas de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales GEI, o por cada kilo de papel y cartón reciclado se evitan 900 gramos de CO2. Incluso la materia orgánica se puede reciclar, tanto para compostar en casa como para valorizar en plantas de biogás.
Seguir una dieta baja en carbono
Los consumidores pueden seguir una alimentación que suponga la menor emisión de GEI posible. La dieta baja en carbono evita los productos que necesitan más energía o más recursos naturales, que se transportan desde lejos o que requieren un complejo envasado y empaquetado. No abusar de la carne y adquirir productos frescos, de temporada, locales, no envasados ni procesados, incluso producidos por el propio consumidor en pequeños huertos urbanos, es la base de esta dieta anti-cambio climático.
Los productos con etiquetas de huella de carbono (informan de cuánto CO2 se ha emitido desde su creación hasta su transformación en residuo) pueden ayudar a que el consumidor compare los datos y seleccione el de menor huella.
Combatir la pérdida de bosques
Los bosques actúan como «sumideros de carbono», ya que retienen el CO2. Los consumidores pueden asumir diversas acciones para reducir la deforestación y mejorar el estado de los bosques: evitar situaciones de riesgo que puedan provocar incendios, plantar árboles, comprar productos de madera o papel certificados con el sello FSC, etc.
Compensar emisiones de CO2
El Protocolo de Kyoto estableció unos objetivos para reducir la emisiones de CO2, uno de los principales causantes del cambio climático. En caso de no alcanzarlos, creó los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), un sistema para compensar las emisiones mediante la inversión en proyectos de tecnología limpia en países en desarrollo. Diversas iniciativas en Internet permiten a los consumidores calcular y compensar sus emisiones y aprender a reducirlas.
Exigir y reclamar a las instituciones y empresas
Los consumidores, con sus hábitos de compra, pueden marcar a las empresas el rumbo hacia productos con una menor incidencia en el cambio climático. Como ciudadanos, pueden exigir y reclamar a las instituciones más información y educación ambiental, la puesta en acción de políticas medioambientales contra este problema y cauces de participación social. Si no se quiere hacer de forma individual, se puede participar en alguna organización ecologista. Además de en casa, los consumidores pueden ser más ecológicos en su trabajo y exigir a sus empresas que interioricen criterios de calidad ambiental. Y como padres, pueden reclamar en los colegios que se asuman iniciativas ecológicas a través de la Agenda 21 Escolar.
Se podría pensar que la acción de un consumidor poco o nada puede hacer por un problema tan grande y global como el cambio climático. Sin embargo, un pequeño gesto realizado a diario por millones de consumidores puede tener un efecto considerable. Una bombilla puede parecer insignificante, pero si todos los consumidores del mundo sustituyeran las incandescentes por bombillas de bajo consumo, la caída del uso mundial de electricidad permitiría el cierre de más de 270 centrales eléctricas de carbón de 500 megavatios (MW), según datos del Instituto norteamericano de Políticas de la Tierra.