Abuelos que viven en familia

Tres generaciones compartiendo la casa familiar resulta un modo de convivencia que a menudo se convierte en fuente de conflictos
Por Blanca Álvarez Barco 3 de octubre de 2005

Una enfermedad que imposibilita a la persona mayor, la viudedad o dificultades económicas propias o de sus hijos son actualmente las principales causas que favorecen que tres generaciones -abuelos-padres-hijos- convivan bajo el mismo techo. Un modelo de estructura familiar en clara tendencia a la baja, que en ocasiones se convierte en una fuente de conflictos para la familia, ya que limita la independencia e intimidad de las dos generaciones de adultos, pero que también puede enriquecer a todos los miembros del núcleo familiar cuando la decisión es aceptada por la mayoría.

Fenómeno con tendencia a la baja

Los hábitos de convivencia familiar han cambiado mucho en los últimos años y cada vez son menos los abuelos que forman parte de la familia. El, hasta hace pocos años, habitual modelo de familia en el que convivían tres generaciones escasea, ya que la sociedad cambia rápidamente. La considerable mejora en la esperanza y calidad de vida de las personas mayores, unida a los cambios que ha supuesto para la estructura familiar la masiva incorporación de la mujer al trabajo, han dado paso a un nuevo tipo de relación padres-hijos-nietos, según señalan los expertos, como Teresa Sancho, de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

En la actualidad una de cada cuatro personas mayores vive sola en España y “en la mayor parte de las ocasiones la soledad responde a una decisión propia”, indica. Los datos del Informe de las Personas Mayores en España 2004, elaborado por el Observatorio de Personas Mayores del Imserso, así lo indican. El estudio refleja una tendencia creciente en los mayores a vivir en solitario, sin tener que ir a casa de hijos o familiares (opinión que comparten éstos), “y esto hasta la franja de edad de los 90 o más años”, como indica Lourdes Pérez Ortiz, profesora de Sociología y una de las autoras del citado informe.

Este estudio pone de manifiesto el progresivo envejecimiento de la población española, con más de 7,2 millones de personas mayores (un 17% de la población), el 65% mujeres. Una cifra que se prevé vaya en aumento y que para el año 2050 habrá superado los 16 millones de personas mayores, según la proyección del Instituto Nacional de Estadística. Teniendo en cuenta los datos de Naciones Unidas, España será, tras Japón, el país más envejecido del mundo para esa fecha. Pero, a pesar de su vejez, sólo una enfermedad que imposibilite al anciano vivir solo, la escasez de recursos económicos y, en ocasiones, la viudedad (sólo el 48% de los viudos mayores de 65 años vive solo), hará que las personas mayores se aparten de su domicilio y vayan a vivir con alguno de sus hijos. “Porque la gran mayoría de los mayores de 65 años en España desea guardar celosamente su independencia y no quiere vivir en común con la generación siguiente”, se asegura en el informe. Sólo en el 10% de los hogares españoles viven personas de tres e incluso más generaciones y las causas se acercan más al retraso de la emancipación y el elevado paro juvenil que a las necesidades de dependencia de las personas mayores respecto a sus hijos.

Así, todos los que pueden optan por lo que los expertos- como Teresa Sancho- denominan intimidad a distancia, “ya que les permite estar en contacto diario con sus hijos y familiares más queridos, pero sin tener que desplazarse y dejar su domicilio habitual”. ¿Qué ha propiciado este cambio de modelo familiar en apenas treinta años?

Una fuente de conflictos

La imagen de la abuela cosiendo junto al fuego, unos nietos escuchando sus cuentos y otros correteando por el salón mientras la madre prepara la cena en la cocina es una imagen del pasado. Entre otras cosas, como dice la experta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, porque “en las casas actuales no hay el espacio suficiente para poder vivir de este modo”. La convivencia nunca es fácil y si, además, cinco o seis personas deben compartir menos de 80 metros cuadrados, puede convertirse en un infierno. A ello hay que sumar, según Sancho, la desaparición de la escena hogareña de las mujeres, que se han incorporado de manera masiva al trabajo de puertas afuera de la casa y que representan el 80% de los cuidadores de ancianos, frente al 20% de los hombres que se ocupan de sus mayores en España.

La convivencia con los abuelos en un espacio reducido suele provocar roces, que a menudo se trasladan a la pareja de adultos que alojan al anciano en casa al ver cómo su intimidad e independencia decrece a medida que la persona mayor “va tomando confianza”, señala la psicóloga Marcia Rodríguez. La tolerancia hacia los mayores depende, además, en gran medida, de la relación de parentesco que exista con el anciano, ya que resulta mucho más fácil ceder si se trata de los padres que si se trata de vivir con los suegros. Tampoco deben perderse de vista las condiciones de salud de la persona mayor que se traslada a vivir con sus hijos o hijas, pues resulta más complicado “soportar la situación” si el anciano padece una enfermedad, especialmente si ésta le hace permanecer inválido y necesitar la continua presencia de otra persona para ocuparse de él. Respecto a esta cuestión, la mayor parte de los mayores de 65 años estima, independientemente de su sexo, que debe ser la familia ayudada por la Administración quien se ocupe de su cuidado, según el Informe elaborado por el Imserso.

Cuando el abuelo se muda a casa, surgen a menudo conflictos que tienen su base en los nietos. A menudo padres y abuelos tienen concepciones diferentes respecto a la educación de los nietos o nietas, por lo que pueden surgir malentendidos, recelos y sospechas que crean malestar y vician las relaciones. En este sentido, la psicóloga Rosario Castaño explica que muchos ancianos que viven con sus hijos y nietos sienten que se les despoja de su dignidad y no se les trata con la deferencia que merecerían por su edad. Así, Teresa Sancho explica que los mayores pueden entender la convivencia en familia de las siguientes maneras:

  • Pérdida de poder: Dejan de tener su espacio de poder y de tomar decisiones sobre su propia vida y sobre las de los demás. En ocasiones pasan a ser “gobernados” por sus hijos o hijas, en lugar de ser una referencia para éstos, que son quienes marcan ya las pautas de comportamiento en la casa.
  • Pérdida de independencia: Los mayores están acostumbrados a una independencia que pierden, por lo menos en parte, al vivir en casa de sus hijos. La mudanza conlleva la adaptación a unas normas que en ocasiones pueden resultarles incómodas.
  • Pérdida de espacio propio: Por lo general, en la casa de los hijos no existe espacio suficiente como para que el anciano pueda disponer de habitación propia, que muchas veces debe compartir con alguno de sus nietos, por lo que pierde intimidad.

    También los hijos pueden sufrir las consecuencias de la convivencia:

  • Pérdida de intimidad de la pareja.
  • Pérdida de independencia: Convivir con el abuelo no permite hacer escapadas o excursiones familiares si el anciano necesita cuidados especiales. Además, los mayores suelen tener tendencia a controlar la vida de sus hijos y, en ocasiones, a tratarlos como si aún fueran niños (control de horarios, llamadas telefónicas?).
  • Trabajo extra si el anciano está enfermo.
  • Sentimiento de culpa: En ocasiones los hijos se sienten culpables por no tener la paciencia para soportar las “manías” de sus mayores.
  • Celos de sus hijos: Muchos abuelos juegan más con sus nietos de lo que lo hicieron nunca con sus hijos. La mayoría de los mayores ya está jubilado y tiene más tiempo para disfrutar de la familia durante la vejez.

    Pero a pesar de los inevitables conflictos, también existen numerosas ventajas en la convivencia intergeneracional y el apoyo familiar a las personas mayores en España destaca en Europa por ser uno de los más notorios, según el informe del Imserso Las Personas Mayores en España 2004, un fenómeno que no puede decirse que esté en extinción, según refiere Teresa Sancho desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. No obstante, en su opinión tampoco hay que mitificar la convivencia con los abuelos y ésta sólo será positiva “siempre que responda a una decisión asumida y aceptada por todas las personas que van a convivir”.

    Ventajas

    La presencia continua del abuelo o abuela en casa también implica una serie ventajas para la familia que les acoge. Los ancianos tienen una gran capacidad de adaptarse a las nuevas situaciones, y además su experiencia vital les hace poseedores de un poso de sabiduría que puede ser de gran utilidad para resolver las situaciones que se plantean a diario en una familia y que a los más jóvenes pueden parecer irresolubles. Asimismo, las personas mayores prestan una gran ayuda en casa en los hogares en que ambos padres trabajan con horarios difíciles de ajustar a los ritmos de los más pequeños.

    Además, el compartir la vida con sus hijos y nietos hace sentirse útil de nuevo a la persona mayor. Les prestan una ayuda que les sirve también para liberarse de su complejo de culpa, pues aunque la convivencia sea buena y no genere más conflictos de los habituales en una familia, muchos mayores sienten su presencia como una carga para sus hijos y contribuir al cuidado de los nietos, por ejemplo, les hace sentir menos culpables.

    Pero quienes más disfrutan de la presencia del abuelo en casa son los niños “Para los más pequeños, los abuelos son insustituibles”, señala Teresa Sancho, de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Los abuelos se convertirán en transmisores de experiencias y conocimientos de un tiempo pasado, que al niño casi resulta leyenda. Los pequeños que tienen la fortuna de convivir con sus abuelos apreciarán con el paso de los años la importancia que tiene para su vida la relación que mantuvieron con ellos. Para los abuelos o abuelas supone un modo de disfrutar de los niños, porque al afecto natural que sienten por los hijos de sus hijos se une la posibilidad de tener una relación que no está condicionada por la obligación y la responsabilidad de criarlos.

    Las psicólogas expertas consultadoa para la elaboración de este reportaje explican que son muchas las ventajas que para un niño tiene la convivencia con su abuelo o abuela:

  • Son transmisores de valores: Su experiencia vital les hace reconocer los valores más importantes de la vida, por encima de las satisfacciones momentáneas.
  • Sirven de puente intergeneracional: Les cuentan cómo eran sus padres de pequeños y a través de estas historias los nietos además de satisfacer su curiosidad comprenden el significado de la vida. También son capaces de limar asperezas entre padres e hijos, convirtiéndose en mediadores entre ambas generaciones.
  • Les acercan al conocimiento de la historia reciente: Las anécdotas y relatos de su vida son para los niños una posibilidad de acercarse al pasado y la historia de su país, que aprenden como si se tratara de una aventura.
  • Ayudan a los niños en los deberes escolares: Muchos abuelos utilizan su experiencia laboral para aconsejar y ayudar a los más pequeños de la casa. Esto es, además, beneficioso para ellos, que se mantienen activos intelectualmente.
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