Hacer frente a la jubilación no siempre es tarea fácil. Llegar a los 65 años o someterse a una prejubilación a partir de los 55 puede suponer un difícil momento que en muchas ocasiones produce depresión y estrés. El jubilado, dicen los expertos, experimenta al principio momentos de euforia, pero después puede caer en estados depresivos que se acentúan en función de las circunstancias personales. Aún así, el panorama para un pensionista no tiene por qué ser frustrante. Como elementos positivos algunos geriatras señalan la disponibilidad de un tiempo precioso para realizar actividades que antes eran impensables.
Cambio vital considerable
Para Eduardo Rodríguez Rovira, el presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores, CEOMA, la jubilación es una de las crisis vitales más importantes a las que se enfrentan los individuos. En el espectro de la vejez, explica Rodríguez, hay muchas clases de mayores: los que se toman este momento como una liberación y los que caen en terribles decepciones que incluso llegan a provocarles la muerte. Existen, añade, otras personas mayores que por sus circunstancias laborales (artistas, intelectuales) no se jubilan nunca y se mantienen activos casi hasta el final de sus días.
Según Valentín Martínez-Otero, doctor en psicología y psicopedagogía, adscrito al Colegio de Psicólogos de Madrid, puede decirse que, en general, la jubilación supone “un cambio vital considerable”. Se trata de una situación de crisis que, en su opinión, puede tener una vertiente positiva y otra negativa. Más tiempo libre, oportunidad para descansar y dedicarse a actividades placenteras aparecen en el apartado de elementos positivos. Al otro lado de la balanza se hallan la pérdida de relaciones sociales, de reconocimiento y la disminución del salario, entre otros.
“En materia de salud bajan hasta las defensas. Pero no le ocurre a todos. El que tiene dinero juega al golf y se lo pasa estupendamente. Pero si te jubilas con pocos ingresos económicos, viudo y sin hijos o con ellos fuera de la ciudad te empiezas a enfrentar a la soledad”, opina Eduardo Rodríguez Rovira.
El período de jubilación, según el psicólogo Martínez-Otero, coincide a menudo con una etapa de la vida en la que el individuo puede estar más debilitado. Ello conlleva situaciones predepresivas o depresivas que pueden requerir atención profesional. El estrés en la mayoría de los casos obedece a la precaria situación económica a la que se ven abocados muchos jubilados que requieren ayuda de la administración.
La psicóloga Almudena López, profesora ayudante de la facultad de ciencias de la salud de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, explica que en el proceso psicológico que conlleva una jubilación aparece una pérdida del rol profesional. Y cuando éste supone más del 75% del tiempo del individuo, y se suma a la disminución de ingresos económicos, nos encontramos ante consecuencias negativas que repercutirán en el estado de ánimo del jubilado. Ello no quiere decir necesariamente, aclara López, que los pensionistas se enfrenten siempre a situaciones poco agradables. A veces se pueden asumir otros roles que refuercen la personalidad y la autoestima, como por ejemplo el papel de abuelos.
Mitos sobre los mayores
“Yo creo que cada persona se jubila como ha vivido. Es absurdo que una persona como yo, que nunca ha hecho gimnasia la vaya a hacer ahora a marchas forzadas. Es absurdo hacer cosas a las que no estoy acostumbrada. Lo terrible, en cambio, es dejar de hacer cosas que antes podía, como por ejemplo leer. Pero la vejez es ley de vida y hay que aceptarla con el mejor humor posible”, comenta Marisa Viñes, presidenta de la asociación Abuelos en Marcha (Abumar), con sede en Madrid.
Viñes cree, como los psicólogos Martínez-Otero y López, que la jubilación no es fácil de asumir pero que depende en buena medida de las circunstancias de la persona. Uno de los aspectos positivos que Viñes encuentra a la jubilación es la posibilidad de asociarse en organizaciones diseñadas para mayores que ayudan en cierta forma a mitigar el vacío que puede dejar el convertirse en pensionista. “Antes era difícil asociarse, ahora no. Ya no necesitamos permiso para hacerlo y es una buena opción”, añade la presidenta de Abumar.
En ese sentido Almudena López señala la importancia de dejar atrás el mito tan extendido de que todas las personas mayores quieren lo mismo. Por lo general, dice, se diseñan actividades muy uniformes, sin tener en cuenta que en este segmento de la población hay una gran heterogeneidad. “Que los programas para jubilados consten de los mismos puntos es un error. A unos les puede encantar hacer un viaje con el Imserso y a otros les puede parecer un horror”, dice la psicóloga López.
No obstante, entre los profesionales se trata de cambiar esa mentalidad y por eso son cada vez más diversas las ofertas para los jubilados. “Hay que acabar con la idea de que los mayores no pueden aprender o que no les gusta la tecnología. Ahora ya hay aulas de internet para mayores”, señala López. “Hay que procurar que los ancianos participen y tengan actividad corporal y mental suficiente. No deben ser considerados como niños, sino como personas de gran experiencia y sabiduría. Se deben respetar las aficiones de los ancianos, animarles a que organicen su tiempo y brindarles oportunidades de relación y disfrute. La labor de psicólogos, psicopedagogos y educadores puede ser muy positiva en esta etapa de la vida”, añade Valentín Martínez-Otero.
La presidenta de Abumar recomienda mantenerse activo y procurar, de la manera que mejor le favorezca al individuo, integrarse en la sociedad. “Y creo que se debe contemplar la posibilidad de ir al psicólogo, sobre todo a partir de los 50 años. A mí me parece que a esa edad es cuando llega la verdadera crisis”, añade.
Para enfrentarse a la jubilación, dicen los expertos, lo mejor es tratar de separar esta etapa de la vida de la pérdida de autoestima. Pero en ello no sólo juega un papel importante la actitud del jubilado sino de las personas que le rodean. “Cuanto más apoyo social tienen estas personas más positiva será la jubilación. O por lo menos disminuyen las consecuencias negativas. No es lo mismo el que se jubila sin redes sociales de apoyo emocional -familiares y amigos-, que el que lo hace rodeado de estos estímulos”, opina la psicóloga López.
Según Isidoro Ruipérez, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, hay jubilados de ciertas capas sociales, como por ejemplo en las zonas rurales, que están poco informados sobre el panorama que les espera. “Creo que se da muy poca información sobre la vejez y es importante, sobre todo en esos ámbitos, que la gente aprenda a envejecer”, señala Ruipérez. Para este especialista, el parámetro establecido a partir del cual se empieza a hablar de vejez son los 65 años, pero los cambios importantes en el individuo se dan a partir de los 80.
Crisis en el matrimonio
Uno de los aspectos en los que más se nota la jubilación es en el matrimonio. Éste se ve afectado por el cambio de rol de uno de sus miembros en el momento de dejar su vida laboral activa. Por lo general, lo que ocurre es que la pareja se ve obligada a compartir un tiempo que antes no tenía. Si la mujer estaba en casa permanentemente y de repente su marido también lo está, las cosas pueden complicarse. Pero ello depende de la actitud que asuman ambos. “Todo trascurre en función de cómo se organicen. Las personas autónomas se organizan creativamente y se encuentran bien. Las personas muy dependientes y que viven el trabajo como única fuente de satisfacción son los que peor se adaptan con una posible incidencia negativa en la pareja: discusiones, celos, etc.”, opina el psicólogo Martínez-Otero.
Una persona que antes dedicaba la mayor parte de su tiempo al trabajo se ve, de la noche a la mañana con demasiado tiempo libre y no sabe qué hacer. De allí se genera una situación de estrés que hace más vulnerable al individuo. Entonces, costumbres, actividades? que antes no suponían un problema ahora comienzan a serlo. “Por eso la recomendación en el caso de las parejas pasa por buscar unas fuentes de refuerzo. La otra persona tiene que establecer patrones de comportamiento nuevos, porque ahora tendrá que relacionarse más tiempo con su pareja. Lo ideal es que los dos encuentren objetivos comunes, que le den un significado a su nueva relación y que satisfaga a los dos”, señala la psicóloga Almudena López.
“Si durante el matrimonio la pareja ha estado unida es bastante probable que las cosas marchen. Cuando el marido se queda en casa muchas veces donde más se producen desencuentros es en la cocina, pero siempre hay que intentar mantenerse ocupado”, señala Viñes.
En el camino hacia la jubilación, dice la psicóloga López, debe existir un proceso individual de aceptación del nuevo rol. “Lo negativo siempre es la sensación de haber perdido un papel social, de convertirse en invisible; pero este es un riesgo que hay que asumir con naturalidad. Es importante intentar cuidarse más porque de lo contrario pueden aparecer problemas de salud”, añade el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.