Anestesia: una técnica para cada necesidad

En una intervención quirúrgica, la anestesia escogida dependerá de la condición previa del paciente y de la propia cirugía
Por Teresa Romanillos 7 de enero de 2013
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Imagen: severo7

La anestesia es el uso de medicamentos para evitar la sensación de dolor u otra percepción durante una intervención quirúrgica u otros procedimientos que podrían ser dolorosos. Los diferentes tipos de anestesia, administrados como inyección o mediante la inhalación de gases, afectan al sistema nervioso en varias formas al bloquear los impulsos nerviosos y, en consecuencia, el dolor. En este artículo se describen los distintos tipos de anestesia que existen y para qué técnicas son apropiadas. Además, se explican el porqué del temor a la cirugía y a la anestesia que, a pesar de que en la actualidad son muy seguras, conllevan algún riesgo relacionado con la propia intervención y con el estado físico previo del paciente.

Tipos de anestesia

Hay distintos tipos de anestesia que pueden agruparse en tres categorías: general, regional y local.

  • En la anestesia general, la persona permanece inconsciente («dormida») durante la intervención, sin que pueda moverse y sin sufrir dolor ni recuerdos de la intervención. Es un proceso que se consigue con un número variable de fármacos. Algunos se inyectan por vía intravenosa y otros se inhalan en forma de gas.

    El riesgo de muerte causado por la anestesia es de un caso por cada 200.000 procesos, muy inferior al riesgo de sufrir un accidente de tráfico grave
    Durante el procedimiento se emplean técnicas para mantener la respiración de forma artificial: se introduce un dispositivo, que suele ser un tubo endotraqueal, que se conecta a un asistente a la respiración. También se utilizan potentes relajantes musculares que impiden cualquier movimiento y facilitan la respiración asistida. Una vez finalizada la operación, se revierte el efecto de la medicación y el paciente recobra la conciencia y el control de sus funciones vitales.

    Este tipo de anestesia se reserva para intervenciones de relativa seriedad -o porque en el centro donde se efectúa el procedimiento no se pueden utilizar otras técnicas- y, después, el paciente suele permanecer después en el hospital.

  • En la anestesia regional se actúa solo en una zona concreta del cuerpo; se inyectan los fármacos cerca de los nervios que reciben la sensibilidad de dicha zona. La persona permanece despierta, o con una sedación ligera que le mantiene relajado, y sin sensación de dolor.

    Hay diversas técnicas que dependen de la zona que se intervenga. Las más empleadas son la epidural y la espinal (raquianestesia), en las cuales el anestésico se inyecta en el canal medular y se anula la sensibilidad de la parte baja del cuerpo. En otras ocasiones se insensibiliza solo una extremidad mediante anestesia loco-regional, con la administración del fármaco en la raíz de la extremidad, en la zona del plexo nervioso que la sensibiliza.

    Según el tipo de cirugía que se practique, la persona puede volver a su domicilio después de haber permanecido un tiempo en observación.

  • Cuando se pretende insensibilizar una zona más reducida y concreta se recurre a la anestesia local. En este caso, el anestésico se aplica de manera directa en forma de inyección, aerosol o pomada. Los efectos anestésicos duran poco, por lo que se suele utilizar en procedimientos ambulatorios que no necesitan permanecer en observación ni ingreso en un centro hospitalario.

Otra forma de anestesia es la sedación, en la que se induce un sueño suave. Se emplea en cirugías cortas o asociada a otras anestesias como la epidural, a fin de que el paciente se mantenga relajado.

Temor a la anestesia: los riesgos reales

Gran parte de la inquietud que muchas personas sienten ante una intervención quirúrgica es debida a la anestesia. A pesar de que, hoy en día, es muy segura, tanto la cirugía como las técnicas anestésicas conllevan algún tipo de riesgo, que depende del tipo de intervención y del estado físico previo del paciente. No obstante, se estima que uno de cada 100 pacientes sufre efectos adversos que son potencialmente graves y que suele solucionar el anestesista. Por fortuna, los problemas importantes son excepcionales, aunque tengan una gran repercusión social. Se calcula que el riesgo de muerte causada de manera directa por la anestesia es de un caso por cada 200.000 procesos, bastante inferior al riesgo de sufrir un accidente de tráfico grave.

El riesgo anestésico depende de: la cirugía, la edad, la presencia de enfermedades asociadas (diabetes, asma, cardiopatías), la obesidad y los malos hábitos (tabaco, alcohol).

La anestesia general es la que puede conllevar problemas más serios. Durante el proceso pueden surgir complicaciones respiratorias y cardíacas que, por norma general, son solventados por el propio anestesista que siempre permanece atento al paciente. También pueden producirse, de forma poco frecuente, problemas neurológicos como accidentes cerebrovasculares. En los ancianos, una de las complicaciones es la confusión mental, que suele ser transitoria.

Los riesgos de la anestesia local y regional abarcan sangrado e infección, debilidad temporal en el área que recibió la anestesia o, de forma más rara, daño neurológico prolongado.

La anestesia local suele administrarse por la misma persona que realiza la intervención, como ocurre con el dentista. Los otros tipos de anestesia son administrados por el anestesista que está siempre presente antes, durante y después de la operación, a fin de garantizar la seguridad del paciente.

Para evitar problemas, es muy importante informar al anestesista sobre enfermedades y operaciones previas, sobre todo, si se ha sufrido algún problema relacionado con anterioridad. También es primordial la información sobre alergias, tanto a medicinas como a materiales, y si toma medicación habitual. Si en los días previos a la intervención se ha padecido algún tipo de problema de salud (resfriado incluido), es mejor comunicarlo con algunas horas de antelación con el objeto de que se valore el posible riesgo. Por otra parte, hay que recordar que se debe permanecer sin comer ni beber en las horas previas a la intervención.

Una técnica anestésica apropiada para cada caso
  • En niños se recurre con frecuencia a la anestesia general, dado que es difícil que se mantengan tranquilos y colaboradores.
  • En algunos tipos de cirugía se puede elegir entre varias opciones. En el caso de una hernia inguinal, se puede operar bajo anestesia local, espinal o general.
  • Con frecuencia se combina más de una técnica en cada intervención (como una epidural con sedación).
  • Si la cirugía se realiza mediante laparoscopia, se recurre a una anestesia general o bien regional.
  • En oftalmología se utiliza casi siempre la anestesia local que, a menudo, se complementa con una sedación suave.
  • Para intervenciones de traumatología se prefiere la anestesia local, la regional o la epidural, también combinadas con sedación.
  • Las vasectomías se practican con local y la cirugía de próstata con intradural. La ligadura de trompas puede precisar una anestesia general o bien locoregional. En los partos se recurre a la epidural.
  • En cirugía estética, la técnica depende de la intervención. En las liposucciones se utiliza anestesia local o bien epidural y para el aumento de pecho se opta por una anestesia local o general. En las intervenciones sobre la cara (nariz, pómulos, párpados, orejas, etc.) suele utilizarse anestesia local, aunque en algunos casos se recurre a la general. En las técnicas de rejuvenecimiento facial, el tipo de anestesia (general, local o sedación) depende de la magnitud del procedimiento.
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