Inteligencia Sexual

Una vida sexual sana contribuye a un mejor desarrollo personal
Por Tatiana Escárraga 7 de junio de 2004

La búsqueda de la plenitud sexual es un camino no tan difícil de explorar. Al menos eso es lo que proponen Sheree Conrad y Michael Milburn, dos psicólogos estadounidenses que han introducido el concepto de la inteligencia sexual; una facultad que se puede potenciar si se dejan atrás los falsos mitos sobre el sexo, si se profundiza en las necesidades íntimas y si se está dispuesto a abrirse a los demás. Algunos psicólogos y sexólogos españoles no comparten el concepto por considerarlo sólo una etiqueta, pero aún así están de acuerdo en la mayoría de sus premisas. La idea, y en ello coinciden todos, es sentar las bases para una vida sexual sana que también contribuya al desarrollo del individuo como persona, sobre todo en estos tiempos que muchos consideran “de falsa libertad sexual”.

Vida sexual frustante

Los dos psicólogos estadounidenses cuyo trabajo se publicó en España en 2002 llegaron a la conclusión de que a pesar de ser consideradas inteligentes, muchas personas, sin embargo, están inmersas en una vida sexual poco satisfactoria o frustrante en la mayoría de las ocasiones. A través de un test de elaboración propia con el que evaluaron a 500 personas, incluidos adolescentes, amas de casa o jubilados, entre otros, Conrad y Milburn desarrollaron una serie de perfiles que en mayor o menor medida determinan cuán satisfecha puede estar una persona con su vida entre las sábanas.

El estudio permitió saber, por ejemplo, que en Estados Unidos un 42% de los entrevistados carece de deseo sexual, que un 57% no puede tener un orgasmo y casi un tercio reconoció que a veces el sexo no le resultaba placentero. Además, las disfunciones sexuales no tienen prácticamente nada que ver con la edad: A la mitad de las mujeres de entre 18 y 29 años el coito les resulta doloroso y al 33% de los hombres de la misma edad les cuesta mantener una erección. Otros más son considerados eyaculadores precoces. Algunas encuestas realizadas en España, dicen los expertos, reflejan resultados parecidos: a pesar de que el sexo es una parte importante de la vida de las personas también es una fuente de estrés y angustia.

Ya que la sexualidad es inherente a nuestras vidas, la idea que proponen Conrad y Milburn es la búsqueda de una sabiduría que ellos llaman inteligencia sexual y que no es más que una fórmula, desprovista de convencionalismos, que permita una mayor plenitud en los asuntos de alcoba. Lo primero, dicen, es aprender a deshacerse de los estereotipos culturales, pues la mayoría de las informaciones que recibimos vienen distorsionadas por los medios de comunicación y a través de éstos, además, se fomentan falsas creencias que pueden convertir nuestra vida sexual en un auténtico desastre. A ello se suma el entorno familiar en el que hemos crecido y los mensajes que provenían de nuestras convicciones religiosas, que en algunos casos convierten el sexo en algo sucio y pecaminoso.

Para Manuel Manzano, médico sexólogo y sexoanalista, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología, la inteligencia sexual que proponen Conrad y Milburn está estrechamente vinculada al concepto de inteligencia emocional que en su momento también se hiciera famoso gracias a la publicación de un libro. “El valor de la sexualidad- dice Manzano- empieza desde que uno nace y en ello tienen mucha influencia la educación y los medios de comunicación”.

Manzano dice trabajar el sexo-análisis, un campo todavía no desarrollado en España que trata de llegar a las raíces de cómo un individuo empezó a tomar contacto con su sexualidad y el valor que en la actualidad le da a ésta. “En un principio el sexo sólo tenía una función reproductiva y después pasó a tener una función hedonista. Pero también existe una función psicoafectiva que es necesario explorar. Yo creo que la clave para una vida sexual satisfactoria está en un trabajo personal, de introspección. Y a veces se necesita ayuda en este campo”, afirma.

Información distorsionada

José Luis Sánchez D’Cueto y Lorenzo, psicólogo del Instituto Andaluz de Psicología y Sexología de Sevilla, reconoce que en España no se utiliza el concepto de inteligencia sexual. Pero si se exploran sus premisas, dice, se encuentran similitudes importantes con lo que los sexólogos llaman la búsqueda de una vida sexual plena y sana. Sánchez D’Cueto da una importancia vital al conocimiento, y en ello coincide con los psicólogos estadounidenses Conrad y Milburn. “Es muy importante tener información, pero no la que nos viene distorsionada. Cuanto más se sabe es mejor, pero ese conocimiento tiene que provenir del ámbito científico y de las experiencias de otros”, señala.

Lo paradójico es que en estos tiempos en los que la información está al alcance de cualquiera, los mensajes, por lo general, no se ajustan a la realidad. En sexualidad, dice el psicólogo Sánchez D’Cueto, “hay mucho mito”. “Los treintañeros han sido educados en la ausencia de información. Sin embargo, ahora los chavales tienen más mitos porque se creen cualquier disparate que ven reflejado en algunos medios de comunicación. A mí todavía hay chicos que me preguntan si un embarazo puede producirse con ropa o a través del coito anal. Otro punto importante es que estamos condicionados por la pornografía y constantemente se nos bombardea con la idea de que hay que aguantar mucho durante el acto sexual o que siempre hay que tener ganas”, señala este especialista.

En ese sentido, los psicólogos estadounidenses autores del estudio recomiendan desprenderse para siempre de los bulos mediáticos que, a su juicio, son: “que todos los demás tienen más y mejores relaciones sexuales, que nuestro cuerpo no es perfecto, que todos los problemas quedan resueltos si se logra acceder a un sexo de película, o que si es necesario el sexo se puede lograr por la fuerza”.

En lo que respecta a la religión, estos investigadores llegaron a la conclusión de que los protestantes, judíos o ateos obtuvieron en su test una puntuación mucho más alta que los católicos, los protestantes fundamentalistas y los musulmanes. “Es que la religión tal como la hemos vivido fomenta los mitos y el miedo. Al menos en lo que respecta a los católicos, esta corriente siempre ha sido erotofóbica (rechazo al erotismo) y ha cultivado la culpa. Está demostrado que algunas disfunciones como el vaginismo tienen que ver con creencias religiosas de carácter católico”, señala el psicólogo Sánchez -D’Cueto.

Búsqueda de las necesidades íntimas

Una vez superadas las cuestiones culturales, Conrad y Milburn recomiendan sumergirse en las necesidades íntimas, averiguar qué cosas nos atraen y nos afectan sexualmente. Sobre todo, dicen, es importante ser honestos con uno mismo. “Consciencia del yo sexual secreto”, llaman a esta fase. Ese “yo sexual”, explican, puede verse afectado por situaciones desagradables del pasado o por los mismo mitos que se difunden a través de los medios de comunicación.

“En la actualidad se relaciona mucho la vida intelectual con la vida emocional, son dos aspectos que no se pueden disociar como antes se pensaba. Esto ya lo trabajó Freud. Él habló de que la energía que mueve nuestro cerebro es sexual y algunas experiencias desagradables del pasado en esta materia generan disfunciones. El deseo sexual circula por nuestro cerebro y cuando está reprimido merma la creatividad y la imaginación. Cuando éste circula libremente, en cambio, se despiertan la intuición, la creatividad y la imaginación”, comenta Enrique Saracho, psicólogo y sexólogo, director del Centro de Desarrollo de Salud Comunitaria Hazgarri S.L., con sede en Vitoria.

Saracho no comparte el concepto estadounidense de inteligencia sexual, pues considera que se trata de viejas teorías que ahora se presentan como nuevas, y para ello pone como ejemplo las premisas de Freud. Para este especialista, vivimos en una sociedad de consumo en la que se controla la sexualidad de la población a través de ciertos valores y creencias. Si antes se hablaba del sexo como algo pecaminoso, dice Saracho, ahora es casi “una exigencia atlética de alto rendimiento”. La sexualidad, añade, “se centra más en lo genital y se carga de una exigencia de éxito”.

En ese sentido, la millonaria industria de la pornografía, según Saracho, hace que se merme la capacidad de seducción o de conquista. “Al darnos el producto hecho nos quita la posibilidad de un encuentro sexual sano”. Es imperiosa, insiste este psicólogo, la necesidad de hacer una lectura crítica de nuestras formas de vida, nuestros valores y todo lo que nos rodea. Frente a los mensajes cotidianos con los que se nos bombardea en materia de sexo, hay que levantar la voz de alarma, sobre todo ente los jóvenes. Dice Saracho que a pesar de que se imparten clases de educación sexual en los colegios, las niñas no conocen su cuerpo y aunque disponen de toda la información necesaria, a algunas ponerse un tampón les sigue suponiendo un grave conflicto. Además, ante el sexo siguen teniendo la actitud de estar frente a algo sucio y desagradable.

Aún así, hablar de inteligencia sexual a Saracho le parece “reduccionista”, pues las premisas de los dos psicólogos estadounidenses parecen “verdades parciales que hacemos absolutas”. “Es que hacer más el amor no supone ser más inteligente. El desarrollo psicológico integra muchas cosas, sobre todo la capacidad de relación. A veces una sexualidad satisfactoria no va unida al concepto de pareja. A mí me parece que disociamos lo que es una relación afectiva. Y muchas veces nos encontramos con vínculos de pareja deteriorados en los que hay relaciones sexuales que más bien dejan un vacío”.

Teóricamente, explica Saracho, existe más libertad sexual pero se tienen más inhibiciones y las relaciones sexuales son muy frustrantes. “Y tendríamos que alertar sobre esa falta de libertad sexual. Todavía hay muchas dificultades para hablar de sexo. Entre las amistades lo trivializamos o lo volvemos una patología. Yo creo que lo importante es reflexionar sobre la vida sexual y ver lo satisfechos que estamos. En nuestros tiempos decir la verdad sobre ello parece como estar haciendo el ridículo. Me parece que jugamos a una farsa”, señala.

Para el profesor Félix López, profesor de psicología de la sexualidad de la Universidad de Salamanca, las posibilidades, en cuanto a libertad sexual, son mucho mayores. López no ve el panorama tan negro como Saracho, y cree que, pese a todo, se ha avanzado muchísimo con relación a otros años. “Vivimos tiempos infinitamente mejores que en el pasado. Yo creo que no hay que tener una visión apocalíptica. De hecho, ahora las mujeres tienen capacidad de elección, inclusive pueden elegir tener relaciones sexuales en cualquier momento del ciclo y las parejas ahora pueden definir el número de hijos y tienen muy claro que divertirse y pasarlo bien en la cama es un objetivo. Eso no ocurría hace treinta años”.

López es un gran crítico del concepto de inteligencia sexual de Conrad y Milburn. “Se trata de una copia de la inteligencia emocional. Ya en ese concepto se habla de habilidades interpersonales de lo que no se excluye el campo sexual. Me parece que eso de la inteligencia sexual es un aprovechamiento comercial del asunto. Ya en otros estudios se habla de la incapacidad de comunicación, de las falsas creencias y de la falta de información”, señala López. En lo que sí está de acuerdo este profesor de la Universidad de Salamanca es en la necesidad de tener mejor y buena información, en conocerse a uno mismo y en cultivar los hábitos para relacionarse bien. En ese sentido, cobran un papel de extrema importancia la familia y la escuela, pues es ahí donde se tienen que anular los mitos y se tiene que garantizar una correcta y eficaz información.

El último punto de la teoría de Conrad y Milburn es la necesidad de abrirse al otro. Se necesita aprender a escuchar al otro y conocer su yo sexual. Es importante hablar de sexo con la pareja y sobre todo, hacerle partícipe de sus temores, deseos y expectativas en materia sexual. Eso sí, también conviene tener en cuenta, según explica el profesor López, “que no hay una sola manera de vivir la sexualidad. La sexualidad pertenece al reino de la libertad y en ella caben diferentes biografías sexuales”.

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