La epilepsia deja de ser un mal infantil y comienza a afectar cada vez más a los adultos

Los nuevos hábitos y la prolongación de las expectativas de vida hacen aumentar los casos entre personas de 40 años
Por EROSKI Consumer 2 de mayo de 2002

La epilepsia siempre ha sido una enfermedad relacionada con la población infantil, y así lo confirman las cifras, ya que el 75% de los casos aparece antes de los 15 años. Pero aspectos como los nuevos hábitos, la prolongación de las expectativas de vida, e incluso, los accidentes de circulación han dado la voz de alarma entre los profesionales médicos, quienes advierten de un preocupante aumento de casos de personas epilépticas a partir de los 40 años.

El jefe de sección de Neuropediatría del Hospital Infantil Virgen del Rocío de Sevilla, Manuel Nieto Barrera, afirma que en los últimos diez años se ha experimentado un incremento de casos en personas mayores, lo que supone entre el 10 ó 15% del total. «A medida que vamos prolongando la vida surgen nuevos problemas», afirma.

Asimismo, señala que se está asistiendo a la aparición de un segundo pico -entre 60 y 80 años- debido a la pérdida de calidad de vida, «ya que los órganos llevan mucho tiempo viviendo y se deterioran, provocando disturbios vasculares y déficit de irrigación cerebral que dan lugar a zonas isquémicas que irritan a las neuronas vecinas y les hacen descargar».

Las epilepsias más severas se dan en menores de entre 2 y 4 años, de entre 4 y 15 años son benignas o relativamente benignas y a partir de los 20 y 30 años las epilepsias se deben a un agente causal, como un tumor. En los niños, las causas son más específicas y son debidas a un trauma de parto, meningocefalitis o accidente, lo que supone la mitad de los niños epilépticos, ya que el resto se debe a causas genéticas. Entre los 15 y 20 años suelen aparecer las epilepsias más características, llamadas «las crisis del gran mal», con los síntomas más conocidos, como pérdida de conciencia brusca, caída al suelo, convulsiones, mordedura de lengua y espuma.

«Predecir quién va a ser epiléptico es muy difícil, porque la epilepsia no sigue las leyes mendelianas y es muy complejo determinar el porcentaje de los familiares, en casos de genética, que puedan padecerla, pero sí existe cierta predisposición», apunta Nieto Barrera.

La epilepsia es un trastorno entre las sustancias químicas excitadoras y las inhibidoras. No es una enfermedad concreta, sino un grupo de síndromes.

Para su tratamiento, en la primera crisis es aconsejable no medicar, excepto en determinadas circunstancias, ya que puede tener hasta un 30% de probabilidades de no repetirse y, por lo tanto, de que no sea necesario un tratamiento prolongado. Entre los años 60 y 90 se desconocían fármacos específicos para la epilepsia, pero en la actualidad ya existen diez fármacos. Con los medicamentos clásicos se curaban al 75% de los enfermos, y ahora la tasa alcanza el 80%, pero todavía existe un 20% de pacientes intratables o cuyo control es complicado.

Los médicos aconsejan que los enfermos con epilepsias realicen una vida normal y que tengan prevención en pequeñas cosas, como en el sueño. De hecho, la privación de sueño es uno de los factores desencadenantes más importante de epilepsia.

El reciente descubrimiento de un gen relacionado con una forma de epilepsia, por parte de científicos del Hospital Donostia de San Sebastián y del Instituto de Biomedicina de Valencia, ha abierto la puerta al desarrollo de nuevos tratamientos contra la enfermedad.

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