La mitad de los niños españoles se muerde las uñas, un hábito que perdura después de la infancia

Según los odontólogos, esta manía llega a generar pequeños traumatismos y lesiones moderadas que perjudican a la dentadura
Por EROSKI Consumer 15 de junio de 2004

Morderse o comerse las uñas, un hábito que los médicos denominan onicofagia, se ha convertido en una de las patologías más frecuentes en la actualidad. Sobre todo entre los niños -un 50% la padecen-, que empiezan a sufrir este trastorno a partir de los tres años, cuando alcanzan la suficiente coordinación psicomotriz como para manejar sus propios movimientos. «Los más pequeños suelen empezar chupándose el dedo y, cuando adquieren la costumbre, continúan con las uñas», destaca el psicólogo Cristóbal Escota. Problemas en el colegio, inestabilidad en el ámbito familiar, falta de atención o el simple aburrimiento son las principales causas que conducen a los niños a esta insana manía.

Pero el problema es que en muchos casos este hábito perdura de forma compulsiva después de la infancia. Así lo aseguran los psicólogos, que calculan que uno de cada cuatro universitarios y un 10% de los adultos mayores de 35 años continúan con esta costumbre. «Si la persona no ha encontrado otros mecanismos para descargar su angustia o contrarrestar su malestar, continuará con esta mala costumbre», comenta la psicóloga Rosa Moreno.

Esta manía, además de ser antiestética, causa un mal efecto en las relaciones sociales y llega a afectar incluso al día a día. Así, las personas que se comen las uñas tienen serias dificultades para realizar movimientos que requieren un largo mínimo de uña, como recoger una moneda del suelo o separar cinta adhesiva.

Sin embargo, las consecuencias más graves tienen lugar en el plano físico, en dientes, encías y en la propia piel. «La gente no es consciente de los efectos que puede provocar a nivel odontológico. Por ejemplo, comerse las uñas de forma reiterada causa un desgaste de los bordes de los dientes, en especial de los incisivos centrales y laterales», afirma Lucas Bermudo, presidente del Colegio de Odontólogos de Málaga. Según este experto, la onicofagia puede llegar incluso a generar pequeños traumatismos y lesiones moderadas que perjudican a la dentadura.

Las uñas y la piel que las rodea son las otras grandes perjudicadas por este vicio que, en muchos casos, acaba desencadenando pequeñas infecciones por bacterias, u hongos cuando la uña entra en contacto con la flora bucal, así como dolorosos padrastros o verrugas en los labios.

Remedios

Untarse las uñas con esmaltes de sabor amargo, restregarse picante, ponerse tiritas en los dedos o colocarse postizos son algunos remedios caseros contra la onicofagia. Según los especialistas, este tipo de soluciones sólo ofrecen resultados a corto plazo, por lo que recomiendan pedir ayuda psicológica para tratar lo que subyace a esa conducta: la ansiedad. En el caso de los niños, los expertos proponen llamar su atención, pero sin castigarles ni darle demasiada importancia. «Lo más adecuado cuando son muy pequeños es desviar su atención e intentar sustituirle el placer que encuentran en mordisquearse las uñas ofreciéndoles otra cosa de su interés», aconseja María José Zoilo, psicóloga clínica.

Cuando se trata de erradicar esta mala costumbre en adultos, los psicólogos plantean otro tipo de soluciones, como tener siempre a mano un corta uñas y una lima para momentos de tentación, utilizar algún objeto antiestrés, o seguir métodos como el llamado de autoregistros, con tasas de éxito de hasta el 80%.

Este último método tiene como objetivo que el sujeto cobre conciencia de los momentos en que se muerde las uñas y los registre en una especie de diario donde anote las circunstancias que provocan ese acto. Una vez reconocidos los momentos de debilidad, los psicólogos aconsejan aprender acciones físicamente incompatibles con el hecho de morderse las uñas, con el fin de realizarlas cuando se produzca la tentación.

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