Manías y rarezas

La propia manera de actuar casi nunca es percibida por uno mismo como rara
Por Clara Fraile 6 de noviembre de 2003

¿Se lava continuamente las manos? ¿Tiene una preocupación excesiva por la suciedad? ¿Comprueba una y otra vez que ha cerrado el gas antes de salir de casa? Todas estas son actitudes que algunos profesionales califican de meras rarezas y manías, mientras que para otros alcanzan la categoría de patologías. ¿Dónde está el límite? Diferentes expertos aseguran que cuando una persona comienza a repetir acciones rutinarias de manera obsesiva, la manía puede transformase en una patología que debe ser tratada por un especialista. Aunque la lista es casi interminable, las manías más habituales están relacionadas con la limpieza, el orden y la propia seguridad.

Animales de costumbres

Puede que usted ni siquiera sea consciente de que, tal vez, siempre comienza a leer el periódico de atrás hacia delante o de que hace zapping continuamente y no puede ver la televisión sin tener el mando a distancia pegado a los dedos. A lo mejor cambia de itinerario para ir a los sitios o, por el contrario, le gusta repetir cada paso que da. ¿Acaso es de quienes miran debajo de la cama antes de acostarse? ¿o es una de esas personas que se pasan la vida contando pasos y baldosas o memorizando matrículas de coches…? Incluso si no se reconoce en ninguna de estas facetas, al menos no podrá negar que sí tiene una forma preferida para realizar las acciones más habituales.

“Los perros y los gatos tienen rutinas de vida; pues igual nos sucede a los humanos. Al fin y al cabo también somos animales de hábitos”, afirma Marta Díaz García, doctora en Psicología y profesora titular de Terapia de Conducta de la UNED. Para ella, el mero hecho de que el hombre descienda de los primates explicaría, por ejemplo, que “todos tengamos un lugar favorito en el salón para ver la tele y que cuando nos sentamos en él sepamos ya exactamente dónde poner los pies”.

“Cualquier comportamiento que sea infrecuente y hasta cierto punto extravagante puede ser considerado raro, sin que deba hablarse de enfermedad”, asegura el director del Centro de Salud Mental Sector IA del Servicio Navarro de Salud, Fabricio de Potestad Menéndez, mientras se refiere a la originalidad como elemento sustancial de la creatividad.

Pero por original, excéntrica o extravagante que sea, la manera de actuar propia casi nunca es percibida por uno mismo como rara. “No se define la rareza por la persona que la tiene, sino por las personas que se desenvuelven en su entorno”, remacha Díaz García.

Y si hablamos de manía en su acepción profana, según de Menéndez, nos estaríamos refiriendo a una preocupación caprichosa y desmedida por una cuestión concreta que, sin que sea patológica, entrañaría “cierta rigidez psíquica”. Tanto para el psiquiatra como para la psicóloga consultados, la lista de manías sería interminable; unas responden a personalidades obsesivas, otras a motivaciones inconscientes, algunas a patrones culturales de comportamiento y buena parte de ellas no se sabe muy bien a qué.

Manías frecuentes

Este tipo de rituales, pequeñas obsesiones o manías que tenemos todos no suponen mayor problema, a no ser que se conviertan en una enfermedad. La profesora de Terapia de Conducta de la UNED, que cree que es difícil asociar las manías a un patrón de comportamiento, reconoce tener la costumbre de revisar siempre las llaves de la luz, el agua y el gas antes de salir de casa.

El ejemplo expuesto por la psicóloga nos sirve para entender cuándo una manía, entendida en su acepción popular, puede convertirse en un trastorno obsesivo compulsivo: “Es normal que una persona que tiene el hábito de comprobar que no se deja la llave del gas abierta o las luces encendidas al salir de casa lo ‘chequee’ una vez antes de cerrar la puerta de su casa, y que si no lo ha hecho, o no está segura, se vuelva y lo revise para quedarse tranquila. Sin embargo, cuando alguien necesita hacer esto mismo 5 ó 6 veces para salir de dudas y ya no le importa ni siquiera llegar tarde por repetir la rutina una y otra vez, la manía habrá comenzado a interferir en su vida y se habrá convertido en algo patológico”.

Este tipo de conductas rituales y repetitivas que llamamos manías no suelen tener una finalidad, sin embargo, el mero hecho de ponerlas en práctica aplaca la ansiedad de quien las ejecuta. Hay tantas manías como personas maniáticas, pero podemos ver cuáles son las manías más comunes y cómo la mayoría pueden clasificarse dentro de algunos de los apartados que se enumeran a continuación:

  • Manías referidas a la limpieza, la higiene y la escrupulosidad que se relacionan con la sensación de vulnerabilidad:
    • Aversión hacia las propias secreciones del cuerpo.
    • Aseo individual extremo con lavado repetitivo de las manos o los dientes.
    • Arreglo personal de modo ritual.
    • Preocupación excesiva por la suciedad y los microbios.
    • Desagrado exagerado hacia la contaminación ambiental con la puesta en práctica de rutinas para eliminar contaminantes.
    • Inquietud por la posibilidad de ponerse enfermo que lleva a tomar exageradas medidas para evitar el contagio.
    • Desasosiego por pensar continuamente que personas cercanas pueden contraer una enfermedad.
    • Obsesión por la higiene doméstica.
    • Necesidad de lavar y limpiar.
  • Manías que conciernen al orden:
    • Cada cosa en su sitio y un lugar para cada cosa. El orden se convierte en algo fundamental en la vida y el mero hecho de que alguien desordene, por ejemplo, unos CDs organizados alfabéticamente puede desencadenar un conflicto.
    • Colocación de objetos simétrica y milimétricamente.
    • Preocupación por contar o numerar todo.
  • Rituales repetitivos de comprobación que atañen a la seguridad:
    • Necesidad de confirmar que puertas, ventanas y cerraduras de casa o de los coches están cerradas. Lo mismo con las luces, los grifos, el gas etc.
    • Preocupación constante y necesidad de constatar que no pasa ni pasará nada malo.

Además de todas estas peculiares costumbres que se ejecutan de forma reiterada, existen otras muchas que se relacionan con el empeño de alcanzar el perfeccionismo en el trabajo. Según la psicoterapeuta Díaz García, este tipo de manías afecta sobre todo al sexo masculino ya que su origen se apoyaría en la necesidad de obtener éxito profesional. Y no es que existan manías masculinas y femeninas pero “la manía de limpieza es más frecuente en la mujer; el perfeccionismo, en el hombre, aunque la incorporación social y laboral de la mujer, en igualdad de condiciones que el hombre, está cambiando este patrón cultural”, opina Fabricio de Potestad.

En este mismo capítulo podrían entrar los caprichos y antojos arbitrarios; los miedos producidos por un peligro real, imaginario o, incluso, inconsciente, así como las supersticiones.

Factores determinantes

El tener más o menos particularidades se relaciona con la capacidad de adaptación, según Díaz García. También son determinantes la edad y el lugar que se ocupa dentro de la sociedad. Para esta psicóloga es evidente que la convivencia nos obliga a ser más flexibles y a ceder ante los demás, por ello suelen tener unos hábitos de vida más rigurosos las personas que viven solas.

“Los ancianos se permiten tener más manías porque tienen menos que perder. Para las personas mayores el coste de mantener sus rarezas es relativamente bajo, nada comparable con el que supone para quienes tienen que conservar un trabajo o compartir la vivienda con la familia. Sucede lo mismo con quienes ostentan un elevado rango de poder. Así, cualquier persona sería tachada de grosera por hacer o decir cosas que a Camilo José Cela se le han permitido por su genialidad”. De nuevo, el hecho de que el hombre descienda del mono revelaría para Díaz García la necesidad que sentimos de “delimitar, imponer y poner de manifiesto nuestro dominio sobre el otro”.

En este sentido, el psiquiatra jefe de Servicio de Salud Mental del Servicio Navarro de Salud considera que “las rarezas son relativamente frecuentes y forman parte, en este mundo igualitarista, de una estrategia psicológica de originalidad o, cuando menos, de preservación de la individualidad. Es, de alguna manera, una respuesta contra la uniformidad”. Para el doctor de Potestad “la excentricidad no es locura, es rareza estadística” y “la extravagancia puede ser dulce e ingeniosa, a veces”.

En cuanto a la manía patológica, según este psiquiatra, se presenta con mayor frecuencia entre las personas con una edad comprendida entre los 25 y los 45 años y es independiente del nivel cultural. Para él, “las manías ‘con minúsculas’ o ‘normales’ son más frecuentes entre las personas más supersticiosas, primarias e incultas”. Por mucho que se hable de rarezas, exigencias, manías, supersticiones y rituales de toreros, actores, cantantes y deportistas famosos el psiquiatra navarro es rotundo: “a mayor racionalidad, salvo patología, menor presencia de manías”.

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