Minusválidos físicos

La vida desde una silla de ruedas
Por EROSKI Consumer 11 de octubre de 2002

¿Se imagina la vida en una silla de ruedas? Acciones como ir al baño o levantarse de la cama se convierten en grandes pruebas que superar cada día. En función de la minusvalía física que padezca una persona, requiere ayuda para casi todo: para acostarse y levantarse, ducharse, sacar dinero en un cajero, ir al trabajo, salir de viaje, prepararse la comida o coger agua de la nevera. CONSUMER EROSKI ha pasado un día con una mujer que necesita una silla de ruedas y ha comprobado que todavía quedan muchos obstáculos para este colectivo.

La vida en una silla de ruedas

Mónica Moreno padece una minusvalía del 85% por lo que la silla de ruedas es parte de su vida. Según sus propias palabras “la silla soy yo y yo soy la silla. Vamos siempre juntas”. Cada momento del día está determinado por su relación con la silla de ruedas. Acude solamente a lugares por los que puede circular con facilidad y acceder a los servicios sin problemas, es decir, a lugares por los que su silla cabe.

Actualmente utiliza un modelo que cuesta entre 24.000 y 30.000 euros. “La Seguridad Social asume el coste de la silla, pero no el de las baterías ni las reparaciones. Y cada cuatro años se realiza un chequeo para determinar quién necesita una nueva. Si en ese tiempo la silla se estropea, somos nosotros quienes asumimos los costes de reparación. Por no hablar del tiempo de las reparaciones que nos quedamos sin vehículo de transporte”. Las baterías tienen un coste aproximado de 360 euros -se cambian cada dos años- y el precio de las reparaciones de una silla eléctrica oscila entre 300 y 600 euros. Pero la silla es una herramienta fundamental para su desarrollo como persona. Otro apoyo es el que recibe de su familia. Para levantarse por la mañana Mónica necesita la ayuda de su madre. Su enfermedad, una dolencia neuro-degenerativa, le permite dar pequeños pasos, pero necesita la ayuda de alguien para vestirse y acudir al aseo. Por ahora puede contar con la familia.

No tiene derecho a una pensión debido a la situación económica de su familia -por encima de los máximos requeridos- por lo que sus padres únicamente perciben una ayuda por hijo minusválido (380 euros al mes). “Si se solicita, Asuntos Sociales envía una persona que te ayuda a levantarte y a acostarte. Pero la hora de acostarte es a las nueve de la noche y el fin de semana no existe servicio. Esa misma persona te ayuda a ducharte ¡una vez a la semana!”. Así pues, en su caso, su madre es quien asume todo el trabajo de ayudarla.

Después de un desayuno frugal, el autobús especial de la EMT (Empresa Municipal de Transporte de Valencia) la recoge para acudir a la Escuela para Adultos donde cursa segundo de secundaria.

Antes de esto, Mónica Moreno ha realizado “un montón de cursos del INEM y profesionales”, y estuvo un año y medio trabajando en una empresa consignataria del Puerto de Valencia. Ahora quiere prepararse y estudiar la diplomatura de Trabajo Social, en la especialidad de Integración Social. El motivo es obvio, pero esconde una crítica: “los organismos que gestionan las ayudas para minusválidos tienen buena voluntad, pero no se enteran de nada. La mayor parte de las veces me informo de las novedades, ayudas o subvenciones por los compañeros o por el trabajo que hacen las diferentes asociaciones de minusválidos. Así que mi objetivo es estudiar e integrarme en equipos que conozcan los problemas reales y den soluciones reales”.

Transporte público

Transporte público

En la adaptación de los servicios de transporte público a los colectivos de movilidad reducida también queda mucho trabajo por hacer. Mónica utiliza el servicio público cada día para acudir a su Escuela Para Adultos. Para llegar a este centro solicita el servicio de la Empresa Municipal de Transporte de Valencia destinado a minusválidos. El autobús adaptado la recoge en casa a las 8:30 y a las 12:45 pasa a por ella a la escuela para devolverla a casa. Eso en teoría. Mónica reconoce que cada vez la gente sale más, “pero el servicio es el mismo, por lo que se producen muchos retrasos”. Eso lo pudimos comprobar ese mismo día por la tarde. Mónica solicitó el servicio de la EMT para las 16:00 y no pasaron a por ella hasta las 16:45.

Otros transportes públicos como el tren o el taxi han mejorado sus servicios, pero todavía no están a la altura de las necesidades de este colectivo. Según la información facilitada por COCEMFE (Confederación Española de Coordinadoras de Enfermos Minusválidos Físicos) de Valencia, en los trenes españoles sólo existen plazas reservadas para minusválidos en el Euromed (costa mediterránea) y en el Alaris (Madrid-Valencia). Estas plazas suponen dos espacios vacíos donde la persona con silla de ruedas puede anclar su aparato. Si viajan más de dos personas minusválidas, deben ocupar asientos tradicionales y permanecer durante el viaje con las sillas plegadas y sin capacidad ninguna de movilidad.

Aunque el verdadero problema para viajar en tren es poder subirse a ellos. COCEMFE Valencia ha recogido en un documento algunas críticas de los minusválidos basadas en sus propias experiencias. Así, según este informe, las estaciones de cercanías de Renfe “carecen de plataforma para bajar del tren, ya que hay tres escalones, y tienen barreras en la propia estación”. Los ejemplos son notorios: en la estación de Catarroja, población cercana a Valencia, no se puede acceder a los andenes porque se hace a través de un paso subterráneo que sólo dispone de escaleras.

En cuanto a los taxis, hay compañías que cuentan con algunas unidades adaptadas, pero no parecen suficientes. “Y algunos taxistas no te paran cuando te ven en silla”. Aún así, Mónica justifica a estos trabajadores porque reconoce que adaptar un vehículo para su uso con minusválidos es muy caro y no hay demasiadas ayudas.

Si un minusválido se desplaza con su vehículo tampoco encuentra respeto hacia las plazas de aparcamiento reservadas. En la escuela de Mónica, por su parte, se han preocupado de solicitar una plaza de aparcamiento reservada a minusválidos justo en la puerta de entrada y todos los accesos están adaptados. Mónica confirma que “desde el principio, en la escuela me preguntaron por lo que podría necesitar y poco a poco van solucionando los problemas”.

La calle: obras, zanjas y más cosas

La calle: obras, zanjas y más cosas

Los problemas no son sólo de accesibilidad. Las obras en las ciudades suponen uno de los grandes inconvenientes para un minusválido. Para Mónica lo peor es “cuando en un paso de peatones hay rampa, puedes pasar perfectamente y cuando llegas al otro lado, descubres una zanja de medio metro y todo en obras. La salvación siempre son los garajes que cuentan con la acera rebajada”. Otro inconveniente son los excrementos caninos. “Tenemos que jugar con la silla para no recoger con las ruedas ningún “regalito”, porque luego es bastante desagradable”. Y todo por no hablar de quienes dejan el coche en un paso de peatones o aparcan sus vehículos en las plazas reservadas.

Algunos edificios públicos adaptados olvidan al cabo del tiempo el mantenimiento. Por ejemplo en L’Hemisfèric en Valencia, “el uso del ascensor se restringe a la persona con movilidad reducida, sin permitirse su uso a un acompañante y en otras, con motivo de alguna avería, ha estado sin servicio varias semanas. En la sala de proyección hay pocos espacios reservados para personas con sillas de ruedas”, según el informe antes citado.

Algunos “despistes” en el diseño de instalaciones también ponen difíciles las cosas. De nuevo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, los minusválidos a través de COCEMFE han denunciado que el acceso al Museo de la Ciencias Príncipe Felipe “es imposible desde el parking si se hace en vehículo propio, porque los botones del ascensor están demasiado elevados y es imposible retirar el vehículo, porque las máquinas de pago son inaccesibles y no hay una persona que atienda”. Además, este novedoso museo no cuenta con aseos adaptados.

Ir a visitar a un amigo a su casa también puede ser una “misión imposible”. Si los edificios públicos tienen carencias, los edificios privados todavía no asumen ciertas normas básicas. El escalón de entrada a los portales puede resultar infranqueable para un minusválido y, en muchas ocasiones, acceder al ascensor requiere otro tramo de escaleras. A Mónica le han llegado a decir que “no ponían rampa porque era antiestético”.

La familia de esta joven de 28 años de edad ya se ha cambiado una vez de residencia y posiblemente vuelvan a mudarse otra vez. Actualmente puede acceder sin dificultad tanto al timbre de su casa como al ascensor, pero teme que un día se vaya la luz y requiera la ayuda de familiares y vecinos para salvar el tramo de escaleras hasta su casa. En la nueva residencia familiar esperan que el acceso sea directo desde la calle hasta la vivienda.

Ocio y viajes

Como las clases acaban de comenzar, Mónica aprovecha las tardes para cientos de cosas. El día de la cita con CONSUMER EROSKI acude a un centro comercial a realizar unas compras. “Para los que vamos en silla de ruedas”, reconoce “los centros comerciales son los mejores sitios a donde ir. Todo está en llano, hay servicios adaptados para, las cafeterías tienen mesas en los vestíbulos, todo es más fácil que en el centro de la ciudad”. Pero también hay problemas. Los cajeros automáticos están demasiado elevados, los ascensores suelen ser escasos y no permiten giros de sillas, no todas las tiendas están adaptadas y los usuarios ocupan las plazas de aparcamiento reservadas porque son las más cercanas a las puertas.

Otros lugares que necesitan cierta modificación son los teatros y lugares de pública concurrencia. Mónica denuncia que los teatros de su ciudad le obligan a entrar siempre por la puerta de servicio y una vez dentro del teatro, obligatoriamente, debe ocupar una de las plazas reservadas pague la entrada que pague. A esto hay que añadir que junto a la plaza de minusválido no se puede colocar el acompañante, por lo que deben separarse durante el tiempo de la función. El informe elaborado por COCEMFE Valencia recoge dos de estos lugares de ocio. Por un lado en el Palau de la Música “las personas discapacitadas encuentran dificultades por la inexistencia de plazas de aparcamiento reservadas. En el caso del Palacio de Congresos a estas dificultades se añaden las deficiencias en la señalización de la ubicación de las plazas reservadas en el aparcamiento propio”.

En cuanto a los cines, uno de los lugares de esparcimiento más habituales, Mónica se queja de que “siempre nos colocan en la primera fila, porque en realidad lo que llaman adaptación es dejarte aparcado en ese lugar”. COCEMFE Valencia por su parte ha recogido la críticas de otros usuarios sobre la accesibilidad a los cines Kinépolis de reciente inauguración. Este complejo de ocio inaugurado en febrero de 2000 dispone de salas de proyección donde “no tienen el nivel de accesibilidad adaptado y tampoco disponen de espacios reservados a personas que utilicen sillas de ruedas ni asientos reservados para sus acompañantes”.

Cuando Mónica queda con sus amigos por la noche cambia su silla eléctrica por una de mano, pero requiere la ayuda de otra persona para que la empujen. Este cambio se produce, precisamente porque la silla tradicional es más fácil de plegar y más rápido de montar si se usa un taxi o el vehículo de algún amigo. En el lado positivo sí son conscientes de que en los locales nocturnos “cada vez hay más servicios para discapacitados, aunque su uso depende de la minusvalía de la propia persona”. Esto es así, porque en ciertas minusvalías la persona afectada puede necesitar ayuda para las acciones más íntimas.

Viajes

Las opciones se reducen para viajes o escapadas de fin de semana. Muchos establecimientos hoteleros no están adaptados o lo están insuficientemente. Por otro lado, una persona con movilidad reducida que quiera unas vacaciones independientes debe pagar a un acompañante para que le ayude en sus quehaceres. Mónica reconoce que cuando ha pasado algún fin de semana con su anterior pareja, también minusválida, han tenido que contratar a una persona “para que le ayudaran a levantarse, en su aseo personal y cosas habituales”. Rosa, amiga de Mónica, pagó a un acompañante para poder realizar su viaje de fin de Carrera a Grecia, ya que necesita ayuda muy especial. Actualmente, su pareja realiza todas las labores que ella le requiere, pero espera poder contar con una persona contratada que supla a su madre cuando vivan juntos, ya que “no es justo que tenga él que hacerse cargo de la casa, el trabajo y mi cuidado. Yo no quiero ser una carga para nadie”.

Vida laboral

La situación laboral de los minusválidos físicos es una de las asignaturas pendientes de los servicios sociales de la Administración Pública. El 32,1% de las personas con alguna discapacidad son activos lo que da una cifra de 429.375 personas. El nivel de desempleo en este colectivo alcanza el 25,8%, frente al 15,7% de la población en general, según datos facilitados por la Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos de España. Para tratar de solucionar este problema en 1997 se elaboró el “Plan de Acción para las personas con discapacidad 1997-2002”, realizado por Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y que contó con la participación de todas las Comunidades Autónomas, las grandes organizaciones de personas con discapacidad, sindicatos, organizaciones empresariales, y la Federación Española de Municipios y Provincias.

En él se recogían como objetivos prioritarios la promoción de la salud y la prevención de deficiencias, la asistencia sanitaria y rehabilitación integral, la integración escolar y la educación especial, la participación e integración en la vida económica y, finalmente, la integración comunitaria y vida autónoma. Para concretar estos objetivos se han desarrollado diversos planes. El presentado para este año 2002 incide en la necesidad de crear programas de educación especial, favorecer la participación de los trabajadores con discapacidad en los programas de empleo y formación y medidas de apoyo para la contratación de minusválidos en empresas, así como el apoyo al autoempleo.

Pero a Mónica todos estos programas no le han servido demasiado. “Del INEM sólo me han llamado 2 veces en varios años y para ofrecerme trabajos de mala calidad y peor pagados porque piensan que no puedes desarrollar un trabajo”. Del tema laboral Rosa, becaria en una consejería y licenciada en derecho, sí aporta su opinión: “la gente piensa que nos presentamos a cualquier trabajo y nosotros somos los primeros que sólo nos presentamos a puestos que podemos desarrollar. Si yo puedo manejar un ordenador y es lo que se pide de mí no tiene porqué haber ningún problema”. En este sentido, Rosa preferiría que no hubiera discriminación positiva y que se “cogiera a la gente por lo que vale, independientemente de su minusvalía o de cualquier otra etiqueta. Pero mientras las cosas no cambien tendremos que seguir reivindicando nuestros derechos”.

Percepciones erróneas

Mónica Moreno ha desarrollado siempre multitud de actividades. Además de acudir a clase y haber desempeñado trabajos variados, actualmente forma parte del grupo de teatro de la Asociación ASEM y sigue estudiando. Por eso señala ciertas actitudes que le molestan. “Cuando una vecina te ve por la calle siempre piensa que vas de paseo. Nunca te pregunta si vas al trabajo o a estudiar. La mayor parte de la gente piensa que tenemos una vida muy pobre y que nos apuntamos a cursillos para entretenernos. No entienden que tenemos los mismos problemas e inquietudes que el resto de personas. En mi caso, me gustaría encontrar un trabajo, como todos los jóvenes, y poder independizarme, como todos los jóvenes”. Otra equivocación es confundir minusválidos físico con minusválido psíquico. “Y eso ocurre muy a menudo”. De ese modo, personas con todas sus facultades mentales en perfecto uso son tratadas como si fueran niños “porque tienen dificultades de habla o dificultades en el aparato nervioso o psicomotor”.

Y luego están las miradas y el modo de denominación. Para Mónica que un niño le mire “no me ofende, porque mira con inocencia, con curiosidad. Es peor la mirada del padre que te observa con pena, pero no le explica a su hijo por qué estoy aquí. Hay otras miradas que duelen también y mucho más si un minusválido tiene pareja también con una silla y le ven en alguna actitud cariñosa”.

En cuanto a la denominación más correcta, Mónica cree que “no importa el término que se utilice, sino el tono. Está claro que no nos gusta inválido, pero en ocasiones, expresiones políticamente correctas duelen más, en función de cómo se digan”.

Tipos de discapacidades

En España, según la Base de Datos Estatal de Personas con Discapacidad, elaborada por IMSERSO, hay 3.528.221 personas con alguna discapacidad, lo que supone el 9% de la población. De ellas el 58% son mujeres y el 42% son hombres.

Física: 61,4%

Psíquica: 21,6%

Sensorial: 13,1%

Mixta: 1,5%

Otras: 2,4%

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