Aunque el uso de las gafas de sol está muy extendido durante todo el año, sobre todo en la práctica de deportes de invierno como el esquí o el montañismo, la adquisición de este tipo de complementos suele realizarse con la llegada del buen tiempo, ya que entonces es cuando con mayor frecuencia comienzan a utilizarse.
La mayoría de las personas recurren a las gafas de sol para lograr comodidad ocular ante el exceso de luz solar. En algunos casos se eligen las lentes únicamente por razones de estética y moda. Pero hay que tener en cuenta que las gafas no son un elemento meramente decorativo, sino que su principal función consiste en proteger los ojos de los rayos ultravioletas (UVA y UVB) y así evitar posibles lesiones oculares.
Esta clase de radiación puede actuar hasta en días con poco sol, incluso nublados, provocando enfermedades como la fotoqueratitis y fotoconjuntivitis. Las gafas también deben defender la vista de los rayos infrarrojos que pueden originar quemaduras en la córnea y de la radiación visible que llega a causar daños en la retina, deslumbramiento…
Por todas estas razones al comprar unas gafas de sol el consumidor debe interesarse por su calidad filtrante y protectora. Los cristales deben bloquear del 99 al 100% de las radiaciones ultravioletas. Esta información sobre el porcentaje aparecerá en el etiquetado o en el folleto informativo, junto con el nombre y la dirección del fabricante y otros datos de interés.
El elemento principal de la lente es el filtro polarizado. Su misión consiste en impedir el paso a cantidades desiguales de las distintas radiaciones y deja penetrar tan sólo la luz útil. Gracias a este componente no se modifican negativamente los colores y contrastes. Por consiguiente, cada persona escogerá el tipo de gafa con el filtro específico y adecuado al uso que se le pretenda dar.
En cualquier caso, existen cinco categorías de filtros para todas las lentes oftalmológicas según el grado de filtración. Estas llevan una numeración desde 0 para la luminosidad solar muy baja, siendo las únicas aconsejadas para la conducción nocturna, hasta 4, que es la más oscura o fuerte. Además, los filtros se pueden dividir según sus características en:
– Fotocromáticos: se oscurecen con el sol y se aclaran en la oscuridad.
– Isocromáticos: son de un solo color y reducen significativamente la radiación UVA.
– Antirreflejos y polarizados: disminuyen considerablemente el resplandor, los reflejos y deslumbramientos. El inconveniente de estas lentes es que la polarización tiene poco efecto sobre la capacidad de absorber rayos UV.
Un filtro solar mal elegido o gafas sin filtro, también llamadas «de falsa protección», son altamente dañinas para la salud del ojo. Con estas gafas se restringe la cantidad de luz que llega al ojo, como consecuencia, la pupila se dilata más y la radiación que le llega es mayor.
Con respecto al color de la lente, el usuario, normalmente, tiene la convicción de que el cristal oscuro proporciona una mayor protección. Esto no tiene porque ser así, ya que hay lentes blancas o con cristal claro que pueden filtrar el 100% de los rayos.
Por otra parte, es aconsejable que la gafa sea cerrada lateralmente. De esta forma cubre el ojo de frente y por el lateral, sin embargo, en las gafas normales los rayos UVB siguen alcanzando al ojo en un 4 ó 5%. Este diseño es muy recomendado en la montaña nevada y en lugares donde se refleje altamente la luz.
Por último, conviene recordar, aunque es sabido por todos, que no se deben utilizar las gafas de sol para conducir de noche. Además, están contraindicadas si absorben más del 20% de la luz. Durante el día las lentes degradadas, es decir, aquellas más oscuras por arriba que por abajo, permiten una mejor adaptación de la vista del conductor a la luz procedente del exterior.