Cáncer de piel

Al menos una de cada cien personas padecerá un melanoma en el futuro
Por Azucena García 31 de agosto de 2005

Nadie duda de que el sol es fuente de salud y que la acción de los rayos en la piel favorece tanto un buen estado de ánimo como la producción de vitamina D, que regula, entre otras cosas, la concentración de calcio en los huesos y la sangre. Sin embargo, tomado en exceso puede llegar a causar serios problemas y la aparición de melanomas, un tumor maligno de gran agresividad que, en poco tiempo, puede extenderse a otros órganos del cuerpo. Se calcula que una de cada cien personas padecerá un melanoma en el futuro por no protegerse adecuadamente del sol y sus efectos, pero el afán por estar bronceados aún impera y son muchos los que se exponen al sol sin protección o en las horas de mayor intensidad. Tener la piel clara o gran cantidad de lunares son dos situaciones que favorecen la aparición de un melanoma, aunque también puede darse de forma espontánea, por lo que conviene acudir al dermatólogo ante la menor sospecha.

Tipos de cáncer

En los últimos cien años los casos de cáncer de piel se han multiplicado por doce, sobre todo, en las personas que tienen ahora entre 45 y 65 años. “La generación que no se protegió adecuadamente del sol en la infancia y juventud, probablemente por la desinformación que había, es la que presenta una mayor incidencia debido a las quemaduras que padecieron entonces. Así lo asegura el portavoz de la Academia Española de Dermatología, Miguel Aizpun, quien matiza que la edad de mayor protección frente al sol se sitúa entre los tres y los dieciocho años, “puesto que nunca se debe exponer a un bebé menor de tres años a los rayos del sol”.

Es por esta razón que las posibilidades de desarrollar cáncer de piel o no dependen en gran medida de la actitud de cada persona, puesto que siguiendo unos sencillos consejos se pueden evitar consecuencias, en algunos casos, irreversibles. En este sentido, los dermatólogos distinguen <dos tipos de cáncer de piel: el tipo no melanoma, más frecuente y con un índice de supervivencia alto y el tipo melanoma, menos común y más grave:

Cáncer de tipo NO melanoma. En este grupo se incluyen todos los tumores que no son melanomas y que se dan principalmente entre quienes tienen la piel blanca o han pasado muchas horas expuestos al sol. Lo más frecuente es que se localice en la cara, el cuello, las manos o los brazos, aunque también puede aparecer en cualquier otra parte. Las variedades más habituales son el:

  • Carcinoma de células basales, que se desarrolla en la capa inferior de la epidermis, en zonas que han estado expuestas al sol, como la cabeza y el cuello. Su crecimiento es lento, lo que facilita que no se extienda a otras partes del cuerpo y supone el 75% de los tumores que se diagnostican.
  • Carcinoma de células escamosas, que aparece en las capas intermedias de la epidermis, en zonas que suelen estar expuestas al sol -como la parte superior de la nariz, las orejas, la frente, el labio inferior y el dorso de las manos- o que hayan estado en contacto con productos químicos o sometidas a radioterapia. Supone el 20% de todos los casos de cáncer de piel.
  • Sarcoma de Kaposi, que se localiza en la dermis, aunque también es posible detectarlo en órganos internos. Su diagnóstico es poco frecuente. Los principales afectados son las personas enfermas de Sida y los niños y jóvenes que viven en el África ecuatorial.
  • Linfoma cutáneo, que se crea como consecuencia de la transformación de los linfocitos (células del sistema inmunológico) en células malignas. Su crecimiento es muy lento, puede durar varios años y extenderse mediante los vasos linfáticos hacia el pulmón o el hígado.

Cáncer de tipo melanoma. En este caso, el menos común y más grave, el tumor se origina en los melanocitos o productores de melanina que se encuentran en la epidermis y puede extenderse, a través de la sangre o el sistema linfático, a otras partes del cuerpo. El melanoma surge a partir de un nuevo lunar o de otros ya existentes que cambian de forma o color. Sobre su localización, en los hombres se da con más frecuencia en el tronco, mientras que en las mujeres lo hace en la parte inferior de las piernas. Supone el 4% de todos los tipos de cáncer de piel y a él se deben ocho de cada diez muertes producidas por esta enfermedad.

Síntomas

Aunque los síntomas varían de un tipo de cáncer a otro, en general hay una serie de características que se repiten en todos los casos y que deben servir de señal de alarma para acudir al dermatólogo ante la menor sospecha. Así, las marcas o manchas en la piel son la primera señal de un posible tumor, sobre todo, cuando tienen un color rojo y una textura escamosa, o se produce una alteración en las ya existentes.

En el primero de los casos, suele tratarse de cáncer de tipo no melanoma y las manchas pueden tener un aspecto duro, sangrar o llegar incluso a desarrollar una costra que nunca cura. En otros tipos, el tumor se presenta como un pequeño abultamiento suave y brillante, con forma redondeada u ovalada, o con un color oscuro y seco.

Por el contrario, cuando se trata de un melanoma, el cáncer se desarrolla a partir de un lunar ya existente en la piel, aunque también puede ser una mancha nueva y pigmentada que aparece casi siempre en personas de piel y ojos claros, con dificultad para broncearse, o en aquellas que se exponen al sol de forma puntual, excesiva e intermitente.

La Asociación para la Prevención del Melanoma aconseja observar si la lesión pigmentada presenta alguno de los signos de alarma y consultar inmediatamente con el dermatólogo cuando el lunar o mancha tenga una forma asimétrica, bordes irregulares o poco delimitados, cambios en el color y un diámetro superior a los seis milímetros.

Factores de riesgo

Según reconoce el dermatólogo Carlos Guillén, del Instituto Valenciano de Oncología, “al menos una de cada cien personas padecerán un melanoma en el futuro”, mientras que “la mitad de las que lleguen a los 65 años padecerán un tumor cutáneo”. Una afirmación que refleja, a su juicio, “un serio problema de salud en el mundo occidental”.

Y es que es precisamente en estos países donde se dan los principales factores de riesgo para padecer la enfermedad debido a una cada vez mayor exposición a la radiación ultravioleta, ya sea por trabajo o por ocio, así como al uso de las lámparas y cabinas bronceadoras. Además, está comprobado que el riesgo de padecer cáncer de piel aumenta con la edad, “de ahí que el aumento de la expectativa de vida conlleve el incremento de la posibilidad de presentar un tumor cutáneo”, explica Guillén, a la vez que las personas de tez blanca que no se broncean bien o se queman con facilidad son también el principal grupo de riesgo.

Otros factores a tener en cuenta son la existencia de muchos lunares en el cuerpo, que pueden variar su forma o crecer repentinamente, las quemaduras de sol graves o ampollas producidas en la infancia y los antecedentes familiares o personales de cáncer de piel u otro tipo. “Tener uno o dos factores de riesgo incrementa el riesgo de melanoma en tres o cuatro veces. Tener tres factores de riesgo, lo multiplica casi diez veces”, advierte Miguel Aizpun.

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