Terapias de pareja

El psicólogo ayuda, pero el esfuerzo corresponde a la pareja
Por Clara Fraile 11 de diciembre de 2003

Cuando problemas derivados de la rutina, los celos, las dificultades económicas o la falta de comunicación ponen en peligro el compromiso entre dos personas, las terapias de pareja se presentan como un camino que les puede ayudar a salvar su relación. En otras ocasiones la convivencia se hace inviable y se opta por la separación; también entonces la pareja acude al terapeuta para buscar una solución de una forma “civilizada”. Esta segunda opción, muy extendida desde hace tiempo en otros países, comienza también a darse en nuestro entorno desde hace muy pocos años. La labor del psicólogo consiste en enseñar a las dos partes ciertas habilidades, sobre todo de “reducción de conflictos”.

Responsabilidad compartida

“Ya no se mira con malos ojos el hecho de consultar a un terapeuta para afrontar las crisis que surgen en una relación. Podría decirse que se tiende a normalizar el uso del psicólogo”, opina Teresa Vaquero, psicóloga de Grupo Luria, especializada en Terapia de Pareja y Sexualidad. Que un matrimonio o dos personas que mantienen una convivencia estable recurran a este tipo de terapias de pareja significa, por regla general, que existen problemas que afectan a su propia relación, sin que ello presuponga la existencia de un fuerte conflicto sexual o afectivo.

De todo modos, “mientras un problema no afecte a la relación, la pareja no busca la ayuda de un psicólogo”, asegura José Navarro Góngora, profesor de Terapia Familiar y de Pareja de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca, que afirma que en nuestra cultura a las parejas les sigue costando mucho tomar la decisión de acudir al psicólogo.

A falta de estadísticas que apoyen una percepción evidente, los hombres se muestran muy reacios a acudir a terapia, ya sea de pareja o de otra índole. De hecho, y aquí hay unanimidad, la decisión de ponerse en manos de un profesional “casi siempre la toma ella”, tal y como comenta la doctora Ana García, del Gabinete Psicológico y Sexológico (G.P.S.) de Madrid.

A pesar de que la mayoría de psicólogos defienden que los problemas de dos deben ser abordados entre ambos, y en situaciones críticas ayudándose de profesionales, existen también opiniones contrarias, como las de los psicoanalistas, que prefieren los tratamientos individuales.

¿Qué sucede cuando uno de los miembros de la pareja ha decidido separarse y el otro no quiere? En este caso el terapeuta trabaja en “desenganchar” a la persona más dependiente y en hacerla más fuerte, este es objetivo principal, según los expertos consultados. Por lo general, decidirá combinar la terapia individual con la de pareja.

También se dan otras excepciones, como los problemas de violencia doméstica. “Si uno se siente amedrentado por el otro, la terapia será infructuosa y convendrá emprenderla por separado”, asevera el profesor Navarro Góngora. Por su parte, Teresa Vaquero, desde su gabinete en el madrileño Grupo Luria, insiste en que complicaciones como el alcoholismo de uno de los miembros, depresión o ludopatía deben tratarse por separado, siempre que la relación se vea afectada por estos motivos.

La intermediación en la negociación

¿Cuándo debe una pareja plantearse ir a terapia? Teresa Vaquero considera que “cuanto antes mejor”. En este sentido, la doctora García confiesa que una pareja que acude a la consulta con problemas que vienen arrastrando desde hace 10 años o más puede notar logros en su vida en común después del tratamiento de un profesional, “pero son casos muy complicados porque la experiencia dice que al año vuelven a empeorar”. Sin embargo, el profesor Navarro Góngora, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca cree que antes de pedir ayuda al psicólogo conviene agotar otras vías, como pedir el consejo de amigos y familiares. “No se deben profesionalizar las relaciones humanas”, afirma.

El aspecto económico es otro dato a tener en cuenta. Las terapias de pareja no son económicas, de forma que sólo están al alcance de personas con poder adquisitivo medio alto. Una hora con un profesional del Grupo Luria cuesta 70 euros y las sesiones, que en principio son semanales, duran como mínimo cuatro meses. La Seguridad Social realiza terapias de pareja pero en horario de mañana, con lo que resulta bastante improbable que puedan acudir los dos miembros a la consulta. Además, la sanidad pública suele dedicar como máximo 20 minutos por sesión, “aunque se consiguen avances interesantes a pesar de la brevedad”, asegura Navarro.

En cualquier caso, la solución de los conflictos siempre depende de los objetivos que se hayan marcado las dos personas. El psicólogo sólo señala las pautas. Acuden a terapia parejas que quieren darse “otra oportunidad” con un claro afán de recuperar una buena relación. Pero también hay personas que llegan al psicólogo en busca de ayuda para “separarse de forma civilizada”. Por eso, la mayoría de los profesionales que aplican una terapia cognitiva-conductual, basada en técnicas de modificación de conducta, consideran que su éxito roza el 100%. La explicación es que el trabajo duro es responsabilidad de la pareja y el esfuerzo que deben realizar será proporcional al interés que les mueva.

Consejos para mejorar la convivencia

Uno de los secretos para mantener una buena relación es que las dos personas que integran la pareja sepan hacerse mutuamente la existencia más agradable. ¿Cómo puede conseguirse? Los profesionales consultados aportan algunos consejos:

  • Las parejas que se llevan bien son las que son capaces de reducir el conflicto mutuo. Los mecanismos son muy variados y pueden basarse en el humor, en restar importancia a ciertos asuntos, etc. Hay parejas estables que se pelean mucho pero que duran porque saben responder con ciertos mecanismos de reducción de conflictos.
  • Una relación tiene mucho de intercambio, por ello es muy importante saber negociar. Todo acaba sopesándose, desde el cariño que cada uno da al otro hasta el dinero que gana.
  • Es muy beneficioso incrementar el número de intercambios positivos, se trata de no descuidar pequeños detalles, como el beso de buenos días o buscar algún hueco para estar sin los niños. El sexo ocupa aquí un lugar importante. Algunos terapeutas aconsejan aumentar los encuentros sexuales durante la terapia, otros dejan este apartado para el final. Lo que se persigue es que el aumento de la carga positiva reduzca casi de manera espontánea los intercambios negativos a medio plazo.
  • El otro debe conocer todo aquello que queramos comunicarle. El manejo de ciertas habilidades comunicativas debe asegurar que el receptor asimile el mensaje. Pero no hay que equivocarse, “las parejas que mejor se llevan se ocultan cosas”, sentencia el profesor Navarro, “tal vez para no herirse”. La otra cara de la moneda es que hay que asumir la responsabilidad de lo que se dice.
  • Conocer a la otra persona para poder compartir sentimientos, anticiparnos a sus gustos y necesidades. Llegar a intimar es una garantía de calidad para una relación que también tiene su riesgo, ya que podría suceder que al conocer mejor al otro deje de gustarnos su manera de ser.
  • Cultivar la amistad con aquella persona con quien se convive facilita la solución de los problemas.

Causas de conflicto y consecuencias

Según los indicadores sociales del INE, obtenidos a través de diversos estudios entre los que destaca el publicado en el año 1998, el 18% de los matrimonios sucumben a las crisis y acaban divorciándose en nuestro país. Llegados a este punto ya se han enumerado algunos de los problemas que con mayor frecuencia provocan las desavenencias conyugales, pero veamos cuales son los más habituales:

  • Los aspectos funcionales afectan poderosamente a las relaciones de pareja. Entre ellos destaca:
    • Dedicar demasiado tiempo al trabajo. Si la pareja no encuentra un espacio de tiempo para el ocio, para inventar nuevas formas de diversión para cada etapa de la vida, para compartir sus experiencias, etc. la relación se vuelve más vulnerable. Es más importante la calidad del tiempo compartido que la cantidad.
    • El reparto de las tareas del hogar. La falta de implicación por parte del hombre se traduce como el poco apoyo de él hacia ella.
    • Diferencias en el estatus laboral. Los hombres no suelen aceptar bien que su pareja tenga un nivel económico y profesional superior al suyo, según la doctora García.
    • Los asuntos económicos. “Las penas con pan son menos”, recuerda Teresa Vaquero, “pero a veces no es tan importante cuánto dinero se tiene sino en qué se gasta. Es decir, si las dos personas están de acuerdo en cómo administrar su economía”.
    • Las familias políticas. No saber poner límites a la familia de origen o mantener una relación descompensada con una de las familias puede originar graves desencuentros.
    • Problemas de salud. Pese a la gravedad que enfermedades como la depresión o las adicciones puedan interferir en las relaciones de pareja, no suelen ser los determinantes más habituales de las rupturas.
  • Problemas de convivencia. Suelen ponerse de manifiesto en vacaciones. “La cercanía es como una lente de aumento, pone todo en evidencia. Si lo que hay entre dos personas es positivo, también aflora”, explica Navarro Góngora.
    • Falta de comunicación. Es a la vez causa y efecto de una mala relación de pareja.
    • Problemas sexuales. “Las relaciones sexuales son la expresión de la intimidad” – en palabras del profesor de la Facultad de Psicología de Salamanca-. Los problemas sexuales pueden ser el origen del conflicto, por ejemplo una disfunción como la “expresión de una relación negativa”, es decir, la consecuencia de una mala relación.
    • La infidelidad. El descubrimiento de que existe otra relación amorosa desencadena una crisis en la pareja.
    • La violencia doméstica. Es fuente de muy graves conflictos familiares y de pareja.

Por otro lado, la experiencia demuestra a los terapeutas que también hay fases en la vida de una pareja en la que existe mayor propensión a que surja una crisis:

  • El fin de la “luna de miel”. Para los psicólogos consultados, la etapa de “luna de miel” dura 9 meses en el caso de los novios que no han convivido antes. Durante ese tiempo todo es nuevo y ambos disfrutan de la novedad, las compras son divertidas y lo estrenan todo. Luego comienzan a surgir los diferentes puntos de vista y las dificultades de la convivencia.
  • La llegada del primer hijo. Si cuando el niño cumple 2 años la pareja no ha sabido negociar quién se hace cargo de cada tarea y no ha encontrado el modo de poder mantener la viva la relación, comienzan a aparecer los conflictos.
  • La llegada del segundo hijo. Agrava los problemas descritos anteriormente.
  • Cuando los hijos se independizan y abandonan el hogar. La pareja recupera la intimidad y si no maneja ciertas habilidades se manifestarán los problemas de convivencia latentes.
Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube