El control de los alimentos funcionales

Por Mar Mediavilla 11 de enero de 2002

En boga desde hace dos décadas, los alimentos funcionales centran su peculiaridad en propiedades supuestamente beneficiosas para la salud a través del enriquecimiento con determinados micronutrientes. No obstante, las etiquetas de muchos de ellos continúan siendo “poco claras”, lo que ha motivado que distintas organizaciones reclamen abiertamente un mayor control y regulación legal.

El uso de términos o expresiones en las etiquetas de los alimentos funcionales «poco claros» puede causar confusión entre los consumidores, por lo que se hace cada vez más necesario establecer algún tipo de control que garantice una información veraz. En opinión de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), en un artículo de reciente publicación en su revista, muchos de los productos de esta categoría que actualmente pueden adquirirse en el mercado español utilizan fórmulas que permiten escapar a cualquier normativa. «Lo que pedimos es que se controlen las menciones que se pueden incluir en este tipo de productos y que pueden inducir a la confusión entre los consumidores», ha explicado a consumaseguridad José María Múgica, director de la OCU.

Por ejemplo, cuando se habla de que un determinado producto adelgaza, se establece una relación de causa-efecto, mientras que si se especifica que el producto concreto ayuda a adelgazar, «se está jugando con las palabras», de modo que se traslada al consumidor el mensaje que espera, cuando en realidad «todo puede ayudar a adelgazar», dice Múgica.

El mundo de los «alicamentos»

Desde la organización consumerista «se exige» la regulación de los alimentos funcionales. En caso contrario, explica Múgica, en pocos años entraríamos en el mundo de los «alicamentos», alimentos que pretenden tener cualidades terapéuticas y preventivas como algunos medicamentos, pero que deberán ser demostradas a través de análisis científicos.

Según Múgica, en estos momentos no existe a nivel internacional ningún modelo legislativo exportable relativo a los alimentos funcionales. En Estados Unidos, sin embargo, la FDA (Administración norteamericana de alimentos y medicamentos) efectúa un control sobre este tipo de alimentos aunque admite el uso de determinadas sustancias que, a juicio de la OCU, «no son excesivamente correctas».

Desde la OCU, lo que se pretende es establecer claramente qué menciones se podrían utilizar y, «por supuesto», no emplear aquéllas que inducen al consumidor a pensar que de un alimento se obtiene un beneficio directo para la salud. «Lo que es saludable es la dieta, no un alimento concreto», afirma contundente Múgica. Por otro lado, cualquier incremento de micronutrientes se debería establecer a partir de «parámetros reales», es decir, no en función de concentraciones basadas en indicadores industriales sino en índices de producto consumido, fórmula equivalente a la usada por la industria farmacéutica (cálculo de componentes por comprimido o por peso corporal).

La OCU lamenta, además, que muchas de las indicaciones contenidas en las etiquetas de los alimentos funcionales no son demostrables científicamente. Por otra parte, al igual que en los productos destinados al público infantil, recuerdan la obligatoriedad de mencionar los beneficios de la lactancia materna, en los funcionales debería incluirse un mensaje que recordara que la salud depende de una dieta variada y equilibrada. El objetivo es que no se traslade al consumidor la idea de que un alimento tiene un «efecto beneficioso y directo» sobre la salud, y evitar así que términos como salud o saludable no se empleen «con tanta alegría».

¿Productos superiores?

Los alimentos funcionales son «producto del márqueting». «En muchos momentos se hace pensar a los consumidores que unos productos son superiores a otros», señala el director de la OCU. Pero detrás de expresiones más o menos afortunadas, añade, la realidad acaba demostrando que en muchos casos se trata de simples «juegos de palabras». Por ejemplo, «con más sabor, ¿pero a qué? o producto más rico, ¿en qué?».

Lo que sí ha conseguido la tecnología alimentaria es alcanzar estándares de calidad más homogéneos. Desde la OCU, explica Múgica, cuando se realizan análisis comparativos de productos en alimentación, con mucha frecuencia se observa una homogeneidad en los parámetros de calidad. Desde hace unos años han observado que las diferencias no se encuentran en el producto propiamente dicho, aspecto que ha propiciado la aparición en el mercado de una batería de productos enriquecidos con micronutrientes como elemento diferencial. Fundamentalmente, son lácteos, zumos o cereales. «Y cada vez van a aparecer más», predice.

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