La confusa relación entre dieta y cáncer

Dos nuevos estudios epidemiológicos internacionales bucean entre miles de datos para esclarecer la relación entre dieta y cáncer y sus contradicciones
Por Mercè Fernández 19 de noviembre de 2003

Los estudios que atribuyen a algún tipo de alimento un efecto protector contra el cáncer son variados y, a veces, contradictorios. El proyecto europeo EPIC, el más amplio en el mundo hasta la fecha, persigue esclarecer el papel real de la dieta y, en paralelo, poner de manifiesto las inconsistencias y contradicciones surgidas en investigaciones precedentes.

A mediados de este año se publicaban en la revista The Lancet dos estudios que daban renovada fuerza a la debatida hipótesis de que la fibra es protectora ante el cáncer colorectal. Los estudios, uno europeo (EPIC) y otro americano (PLOC), se basaban en el seguimiento de consumo de fibra de amplios grupos de población. En el europeo se comparaba la ingesta de fibra y la incidencia de cáncer colorectal en 519.978 personas de 25 a 70 años de edad de diez países europeos. Los resultados muestran que el mayor consumo de fibra está inversamente relacionado con la incidencia de cáncer colorectal, siendo el efecto protector mayor y más evidente en el cáncer de colon y menos evidente en el cáncer de recto. En este trabajo, que forma parte del Estudio prospectivo europeo sobre dieta, cáncer y salud (EPIC), han participado unos 22 centros de investigación.

Por su parte, el estudio norteamericano, realizado por el Equipo de «Screening de cánceres de próstata, pulmón, colorectal y de ovario» (PLOC, en sus siglas inglesas), compara la ingesta de fibra y la disminución del riesgo de cáncer colorectal en dos grupos: uno de 33.971 personas, que tras ser sometidas a examen médico no mostraban pólipos en el recto (lesión sospechosa de un posible tumor) y un segundo grupo de 3591 pacientes que tenían o habían tenido al menos un adenoma en el recto (lesión precursora de cáncer colorectal). Los resultados muestran que un mayor consumo de fibra está asociado con un descenso del riesgo de cáncer colorectal. Un resultado llamativo de este estudio, que ha analizado separadamente las diferentes fuentes de fibra, es que la fruta y los cereales aparecen como «más protectores» que otros vegetales y verduras.

Esclarecer contradicciones

Los estudios EPIC y PLOC defienden el efecto protector de la fibra, un mecanismo aceptado pero poco evidente en investigaciones precedentes

Ambos estudios refuerzan una hipótesis que se venía defendiendo y discutiendo a partes iguales. Otros estudios epidemiológicos anteriores no habían hallado la relación buscada entre el consumo de fibra y menor incidencia de cáncer colorectal. Cómo se explica la contradicción entre estudios anteriores y éstos últimos, se preguntan Lynnette Fergurson y Philip Harris, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), en otro artículo de la misma revista. La respuesta es difícil, señalan, aunque seguramente las diferencias tienen que ver con la «dosis»: las ingestas más elevadas de fibra halladas en estudios anteriores seguramente seguían siendo bajas para resultar protectoras contra el cáncer. Tampoco tiene el mismo efecto cualquier tipo de fibra o vegetal. Son sólo dos de las posibles razones que podrían explicar la contradicción.

Lo cierto es que hay hipótesis plausibles del efecto protector de algunos alimentos pero ¿cómo se mide eso de forma fidedigna con estudios observacionales? ¿Cómo se relaciona adecuadamente la ingesta de fibra y menor riesgo de cáncer, por seguir con el mismo ejemplo, en China y en España, con condimentos, materias primas y costumbres culinarias tan dispares? Por si fuera poco, hay otros factores que deben ser tenidos en cuenta, como pueden ser las condiciones ambientales o la disposición genética.

Cuestionario calibrado

En esa línea se mueve EPIC, uno de los estudios más amplios y ambiciosos que se han realizado hasta la fecha, diseñado para esclarecer la relación entre dieta y cáncer en Europa, y hallar inconsistencias. Una primera parte del trabajo, explica Carlos Alberto González, especialista del Instituto Catalán de Oncología y miembro de EPIC, ha sido recoger datos, no sólo referentes a la dieta sino también muestras de sangre, y datos antropométricos de más de medio millón de personas de 10 países, «lo que da una gran heterogeneidad», asegura. Han sido unos cinco años (de 1993 a 1998) de recogida de datos, y cuatro más posteriores dedicados a estudiar los hábitos alimentarios.

Uno de los puntos clave de EPIC, además de la muestra muy amplia y heterogénea, es la calibración del cuestionario utilizado para recoger datos referentes a la dieta. Para ello, explica este investigador, se hizo un seguimiento de 24 horas a 32.000 personas, para obtener una la media de consumo de los grupos de población y corregir el margen de error del cuestionario.

Hipótesis y evidencias

Uno de los primeros resultados es el trabajo citado sobre cáncer colorectal y fibra. Pero hay más en fase de publicación. Por ejemplo, avanza González, han hallado que un mayor consumo de fruta es protector frente al cáncer de pulmón aunque en este caso, remarca, «no hay que olvidar la exposición a otros factores de riesgo como el tabaco, quizás más determinantes». En el caso del cáncer de mama, «no hemos hallado que el consumo de frutas y vegetales sea protector», un resultado que se encuentra dentro de lo esperable. «Una hipótesis con la que se trabaja es que vegetales que se consumen en Asia, donde hay una baja incidencia de esta enfermedad, protegen frente al cáncer de mama, pero no los vegetales que se consumen en Europa», aclara el investigador.

De lo que se tiene bastante evidencia es que una dieta rica en grasas de origen animal (fundamentalmente de lácteos y carne) incrementaría el riesgo de sufrir cáncer de mama, de la misma forma que el consumo de carnes rojas y embutidos aumentaría el riesgo de cáncer de colon y recto. «Pero como médicos no propugnamos reducir drásticamente su consumo, tan sólo reducir la cantidad y el volumen», alerta González. No obstante, reconoce, «el tema de las cantidades no está tan estudiado como en otras enfermedades como las cardiovasculares en relación con el colesterol».

Además, hay otros factores añadidos. «La cocción genera compuestos como los hidrocarburos policíclicos, que añaden un mayor riesgo», señala. Por eso la recomendación sería «un menor consumo de carne y no cocinada en exceso», un extremo este último que pone en entredicho alguna de las recomendaciones clásicas en seguridad alimentaria. De ahí que nuevos estudios, cada vez mejor calibrados, continúen siendo imprescindibles.

LA PARADOJA DE LOS ESTRÓGENOS

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La hipótesis de que estrógenos exógenos, como las isoflavonas de la soja o los lignanos de legumbres, competirían con los estrógenos endógenos en el organismo y tendrían como efecto el reducir estos últimos, sería la que explicaría los efectos protectores frente al cáncer de mama de algunos vegetales. Sería algo parecido a la competencia en el organismo entre colesterol de alta y de baja densidad, o el colesterol «bueno» y «malo».

Esta explicación daría respuesta a una aparente paradoja, ya que en los últimos años se han asociado los compuestos estrogénicos al desarrollo de cáncer de mama. Pero de momento es una hipótesis. «Estamos en una fase de desarrollo de análisis de medidas entre factores hormonales, susceptibilidad genética y factores externos como la dieta», señala Carlos Alberto González, investigador de EPIC.

Hay muchos factores en juego y una dificultad innegable: en esta área no se pueden realizar estudios experimentales (razones éticas se imponen) y los estudios con modelos animales o celulares no se pueden extrapolar siempre. «El alcohol es cancerígeno en animales pero no en humanos», apunta como ejemplo González.

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